En estos últimos años, el espacio público disponible en zona norte se ha ido transformando de a poco en un espacio comestible; ya hay cuatro huertas comunitarias funcionando con todos los beneficios sociales, ambientales y de salud que implican este tipo de proyectos
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En julio de 2020, en plena cuarentena por el Covid-19, un grupo de vecinas impulsadas por Alejandra de Igarzábal e inspiradas por la charla TED de Pamela Warhurst –fundadora de Incredible Edible, una organización que promueve la creación de paisajes comestibles en las ciudades de Inglaterra– decidió replicar la idea en San Isidro, al lado de las vías del Tren de la Costa.
La tarea no fue fácil; fueron necesarios pico, pala y horas de trabajo para preparar el terreno. Sin embargo, de a poco, se fueron sumando varios vecinos más y el proyecto con el nombre de Huerta Vereda empezó a crecer al mismo tiempo que crecía un sentido de comunidad entre personas que no se conocían.
Siendo amables con la tierra, surgen relaciones amables entre las personas. Surgen conversaciones en torno a un lenguaje universal: el alimento. Se comparten semillas, plantines y recetas saludables, conocimiento.
A los dos meses de haber empezado, el secretario de Espacios Públicos de San Isidro, Leandro Martin, se contactó con las promotoras del proyecto para decirles que tenían el apoyo del Municipio, y que tenían permiso para seguir armando huertas. Entonces fueron naciendo aquellas que están al costado de las vías del Ferrocarril Mitre, sobre la calle Eduardo Costa; primero, la de la calle Guido Spano, y luego nació la de la calle Emilio Mitre. En esta última Noni Moreira es su referente destacada.
También la Fundación Nosotros, centro de día de discapacitados, les pidió ayuda para reflotar su huerta, que había quedado abandonada por la pandemia, a la vera de las vías del tren sobre la calle Manzone y Olegario Andrade. Hoy, Macarena Trípodi, terapista ocupacional de la fundación, también es fiel colaboradora.
¿Cómo se organizan las tareas comunitarias en las Huerta Vereda?
Cada una tiene una jornada, y en días determinados se comparten las tareas necesarias para su buen funcionamiento: siembra de almácigos, repiques, trasplantes, carpido, desyuyado, riego.
Al final de la jornada se reparte la cosecha entre las personas que se acercaron a trabajar. De esta manera, todos van aprendiendo a trabajar en comunidad, a cultivar y a ser cada vez más sostenibles.
En todas las huertas hay composteras comunitarias, adonde los vecinos llevan los residuos orgánicos de sus casas, que se van degradando y transformando en compost. Al reciclar los orgánicos, se reduce a la mitad la basura domiciliaria y se logra un abono natural con el que se nutre el suelo de las huertas.
Además del compost, preparan purines, fertilizantes, siembran cultivos mejoradores del suelo y cosechan las semillas que más adelante van a sembrar. Así, con un suelo sano, crecen plantas sanas, que dan alimento saludable.
Se cultiva de manera orgánica, tratando de lograr la mayor biodiversidad: en todas las huertas hay hortalizas, flores y aromáticas que atraen mariposas y abejas que polinizan e insectos benéficos que repelen plagas, logrando un equilibrio natural.
También hay algunos árboles frutales, como chiltos, higueras, limoneros, plátanos, nogales, nísperos, durazneros, siempre cuidando la estética de las huertas, para que sean espacios bellos además de comestibles.
Este proyecto cuenta con el apoyo de la Municipalidad de San Isidro. El camión hidrante llena con agua los tanques de las huertas todas las semanas (y en algún momento AySA instalará un sistema de canillas y bebederos para que el riego sea más sencillo). También les dan chipeado de madera cuando es necesario, promueven talleres de huerta gratuitos y les brindan un espacio de feria mensual en el Mercado Natural para vender productos caseros, como chutney, dulces, escabeches, chucrut, lo que les permite solventar algunos gastos.
En agosto 2021, se contactaron de Incredible Edible [comestibles increíbles], de Gran Bretaña, para publicar el proyecto Huerta Vereda en el libro Seeds to Solutions: The Power of Small Actions, junto con otros proyectos de huerta de distintas partes del mundo. Esto fue una gran ayuda para dar a conocer este hermoso proyecto y así impulsar a los vecinos a animarse a “huertear”.
Caminando por las calles arboladas de San Isidro se pueden encontrar varias huertas comunitarias funcionando, además de cajones de huerta en veredas de casas particulares, lo que favorece el espíritu comunitario, la producción de alimentos sanos y la seguridad en los barrios, al estar los vecinos más presentes en las calles.
Sofía Pianciola es una de las voluntarias del proyecto y lleva adelante la cuenta de Instagram (@huertavereda) donde se publica información sobre las diferentes huertas, los días de trabajo, las actividades, curiosidades sobre hortalizas y el recetario de Huerta Vereda. Pero principalmente se promueve la participación de quienes estén buscando meter las manos en la tierra, aprender, enseñar y conectar con una comunidad que cree firmemente que los espacios se definen por las personas que los habitan.
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