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La temporada estival es una temporada de fiesta en la huerta: tomates, zapallos, berenjenas, choclos y frutas de todo tipo y color aparecen en esta época en nuestras latitudes. En proporción a esa abundancia son los cuidados que requieren los cultivos en verano. En esta nota, Guillermo Schnitman, introductor de la agricultura orgánica en el país y fundador del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO) comparte los principales consejos para tener en cuenta y poner en práctica en esta época.
¿En qué consisten los métodos orgánicos? El experto explica que están basados en el estudio de la naturaleza y la colaboración del agricultor con los ciclos de crecimiento y descomposición que apuntan a conservar el suelo vivo y productivo. “Estos métodos buscan aprovechar la acción sobre la materia orgánica de bacterias, mohos, levaduras, protozoarios y demás organismos. Ellos son los responsables de la riqueza biológica de un suelo, son los formadores del humus: esa sustancia negruzca presente en los primeros pocos centímetros de tierra negra”, señala Shnitman, conocido en Facebook e Instagram como @elviejofarmer.
Según explica el redactor de las primeras normas para la producción orgánica en la Argentina, quien además vivió muchos años en el campo, donde se dedicó a la agricultura orgánica y hoy sigue poniendo en práctica los conocimientos en su huerta personal en las afueras de Buenos Aires, la presencia de humus asegura la salud del suelo y la abundancia y sanidad de las cosechas. “En cambio, su ausencia –causada por laboreos excesivos, exposición al sol y al impacto de las gotas de lluvia– trae como resultado suelos erosionados y pobres”.
Mulch de cartón
En el verano hay que mantener los yuyos bajo control: consumen mucha agua y además compiten con nuestras plantas cultivadas por luz y nutrientes. Para reducir la presencia de adventicias, evitar el impacto directo de las gotas de lluvia y para proteger el suelo del sol y la evaporación, el método orgánico de elección es el mulch o acolchado. En la huerta, cubrimos los surcos y superficies no cultivadas con cartón, entre otros materiales orgánicos. Desarmamos las cajas y cortamos piezas que se adapten a las superficies a cubrir. Por ejemplo, si queremos evitar malezas en los surcos que separan los bancales, cubrimos el fondo con piezas rectangulares de cartón que colocamos de manera que se superpongan levemente unas con otras. Luego cubrimos con una capa de 5 cm de pasto cortado, hojas o cualquier material orgánico que tengamos a mano. Esto no solo evita el crecimiento de malezas, sino que permite regar por surco, evitando la erosión producida por el agua. Es importante que los surcos o canales de riego estén previamente preparados con un leve declive en dirección a la pendiente, para lograr que el agua llegue a todos los sectores y el riego sea parejo.
El exceso de sol
Con el aumento en la emisión de gases de efecto invernadero, el clima se ha tornado más impredecible. Además, el adelgazamiento de la capa de ozono que protege a la Tierra filtrando el exceso de rayos UV ha empezado a hacerse evidente a través de sus impactos, también sobre las plantas que cultivamos (especialmente en las hojas y frutos más sensibles).
Para mitigar el efecto de estas radiaciones UV, que vienen quemando tomates y morrones, se puede recurrir a cultivos que se implantan especialmente para sombrear. Así, del lado que más castiga el sol, podemos plantar especies altas como maíz y girasol, que ya a principios de verano van tomando su altura máxima. También –aunque aún bajo experimentación– pueden armarse unas estructuras de hierro en forma de arco para guiar hacia arriba calabazas, pepinos, chauchas y hasta plantas de luffa (esponja vegetal). Estos cultivos toleran bien el sol, por lo que pueden ubicarse del lado noroeste para que protejan con su sombra los cultivos de frutos sensibles, como tomates, chiles y morrones. Este sistema de cultivo en “pisos” saca ventaja del hecho de que muchas de las plantas de la huerta de verano son trepadoras. Eso permite guiarlas sobre estructuras de caña, ramas, metal o madera en lugar de dejarlas que cubran el suelo. Y si trepan, tendremos más espacio abajo para otras plantas que precisan protección del exceso de sol, como por ejemplo lechugas, todo lo cual nos permite aprovechar al máximo la superficie de la huerta.
Pájaros, ¿sí o no?
Muchos pájaros tienen hábitos insectívoros, como la humilde ratona, y son aliados de la huerta al punto que hay que favorecer su presencia poniéndoles bebederos y creando espacios protegidos donde puedan anidar. Los nuevos desarrollos inmobiliarios han roto el equilibrio, ya que dejan mamíferos, reptiles y aves sin su hábitat natural. Eso hace que no encuentren alimento donde solían hacerlo y vayan a buscarlo al único lugar siempre verde y con brotes tiernos del jardín: la huerta. La observación de los ciclos de la naturaleza nos lleva a descubrir que no hay que temerles a los pájaros en la temporada cálida. Calandrias, gorriones, palomas y jilgueros buscan algo verde para comer durante los inviernos secos, pero en primavera, al entrar en fase de apareamiento, pierden interés en las hojas tiernas de la huerta.
Lo contrario sucede con los frutos, sean tomates, ciruelas, higos, duraznos o pelones: son el alimento favorito de cotorras, zorzales y calandrias. En estos casos se puede optar por algún remedio pintoresco, como poner aves rapaces de juguete, CDs colgando de hilos o hasta el tradicional espantapájaros. Pero nada de eso detiene a las aves frugívoras una vez que descubren el engaño, y lo único realmente efectivo son las mallas antipájaros.
El pasto cortado, las hojas secas y los restos de poda no son basura, son recursos valiosos para nuestra huerta orgánica y nuestros frutales. Hay que usarlos transformándolos en compost, mulch, mantillo.
Diversidad
Muchas veces surge la pregunta de cómo combatir o exterminar determinada plaga. En la huerta orgánica toda plaga es, en principio, la evidencia de algún desequilibrio. Las plantas afectadas por insectos u hongos por lo general sufrieron algún tipo de estrés: falta o exceso de agua, falta o exceso de sol. Muy pocas veces es por falta de nutrientes; en general es por excesos en la fertilización, especialmente en la nitrogenada.
La solución no es una sola, pero tampoco es tan compleja: debemos tratar de reproducir las condiciones de sus respectivos lugares de origen. Y el origen de todas las plantas cultivadas son ecosistemas diversificados, donde las plagas no pueden proliferar y hacer un daño considerable ya que se encuentran en equilibrio.
Es por eso que tanto en huerta orgánica como en agricultura orgánica ponemos especial atención en la diversidad. Así, combinamos verduras de distinto porte, distintos requerimientos y distintos hábitos de crecimiento. Un ejemplo clásico es tomates con albahacas, o cebolla de verdeo (u otra liliácea) con lechugas. Es muy conveniente, además, contar con flores todo el año: atraen polinizadores como los sírfidos, parecidos a las abejas pero sin aguijón. Las larvas de los sírfidos son ávidas devoradoras de pulgones, así como las de algunas vaquitas o mariquitas.
Tips de estación
Enero es un mes de transición: ya es tarde para sembrar cultivos de verano, como tomates, choclos, pimientos y berenjenas, pero todavía es temprano para iniciar los de invierno. Si tenemos preparados nuevos plantines de tomate, albahaca, morrón y berenjena, los podemos plantar en esta época para así seguir cosechando hasta abril. También podemos animarnos a una siembra tardía de maíz, para tener choclos en marzo. Lo mismo en el caso de zapallitos y zucchini.
La acelga y la rúcula tienden a irse en flor (bolting o floración prematura). Es por eso que no conviene sembrarlas en esta época, en que hace calor y los días son muy largos aún. En general, tampoco conviene sembrar ninguna variedad de invierno hasta fin de febrero o principios de marzo. Pero en esa época no hay que dejarse estar con la siembra de todas las brasicáceas que forman cabeza (repollos, brócoli, coliflor) ya que necesitan acumular horas de frío, y eso solo se consigue sembrando tarde en el verano y trasplantando al lugar definitivo a más tardar en abril, para que reciban todo el frío del otoño.
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