Las tradicionales hortensias, típicas de los jardines de la costa atlántica, tienen sus secretos y acá te los contamos.
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En el verano, muchos canteros estallan en floraciones espectaculares, con cabezuelas enormes color rosado, lila, azulino, hasta blanco...
Las hortensias más difundidas y que más se cultivan corresponden a la especie macrophylla, originaria de Japón y de la que proceden la inmensa mayoría de las variedades cultivadas en patios y jardines.
Curiosamente, aunque hoy son muy conocidas, no es hasta finales del siglo XVIII que se empiezan a introducir en cultivo, y recién durante el siglo XIX se difundieron en la jardinería occidental, desde Asia.
En general son plantas que alcanzan entre 60 cm y 2 m, con hojas grandes, de borde aserrado.
Las inflorescencias pueden ser de dos tipos: “mophead”, con forma redondeada y formada por flores que son estériles, que rodean a algunas fértiles; el otro tipo se conoce como “lace cups” en las cuales crece una masa central de flores fértiles muy pequeñas, rodeada de flores estériles de mayor tamaño y atractivo, que parece encaje.
Florecen entre octubre y marzo, desde blanco a diferentes matices de azul, celeste, rosado, lila o casi violeta; en algunas variedades las flores se apergaminan sobre la planta sin secarse durante mucho tiempo, pudiéndose guardar y utilizar como flor cortada.
Son plantas de clima templado, que en general toleran bien el frío, no así las heladas y que mayormente se comportan como plantas de exterior pero de media sombra, ya que no soportan el sol directo de los cálidos veranos pampeanos.
En invierno y para iniciar la floración es conveniente que reciban el sol de la mañana
Agradecen suelos bien drenados, a los que nunca les debe faltar humedad, ya que sus grandes cabezuelas florales en verano deben sostenerse erguidas.
Las hortensias son plantas sensibles a la cal en el suelo y que prosperan exitosamente en suelos ácidos, de pH 5. Por ello presentan a menudo síntomas de clorosis férrica.
El mejor sustrato es el incluye mantillo de hoja o pinocha para lograr aquella acidez
Es una planta con altos requerimientos nutritivos, por lo que se recomienda, si es cultivada en maceta, que se cambie el sustrato cada dos años.
Periódicamente deben agregarse abonos orgánicos, compost, estiércol bien descompuesto, pinocha con humus de lombriz al comienzo de la estación de crecimiento o bien mediante abonos de síntesis de liberación lenta.
Para mejorar la floración no es recomendable el abonado nitrogenado sino uno rico en fósforo y potasio. Especialmente importante es tratar la clorosis cuando muestra sus primeros síntomas a base de quelatos de hierro.
Trucos para un azul más intenso
En las variedades de flores azuladas es posible potenciar el color manteniendo el sustrato con un pH ácido, alrededor de 4,5 a 5, que pone disponible al aluminio para la planta.
Para ello se pueden emplear productos ya preparados que existen en el mercado para este fin, o bien utilizar trucos algo más caseros como regar un par de veces por semana con una soluciones de sulfato de aluminio en agua (10 g en 5 litros de agua) o de sulfato ferroso (a razón de 20 g en 5 litros de agua).
El color de la flor en si mismo también está relacionado con la genética del cultivar, por lo cual en algunos casos los cambios ante la variación del pH pueden ser drásticos, otros no tanto o ser indiferente, como ocurre con las hortensias de flor blanca.
El agregado de vinagre diluido en agua para acidificar el suelo puede ser peligroso, ya que si la dosis es excesiva, termina funcionando como herbicida.
Un principio activo de ésta planta es la hydrangina, un glucósido cianogénico, que cuando se rompe, en determinadas circunstancias, libera cianuro de hidrógeno que ataca al sistema nervioso central.