Fue una modelo muy conocida y ahora es un referente en materia de huertas. Con un estilo casual y relajado, invita a cocinar con esto que tenemos al alcance de la mano.
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“Durante muchos años viví en departamentos que ni siquiera tenían balcón así que, de huerta, nada. El día que me mudé a una casa con terreno y sol fue simplemente: ¡Por fin puedo tener mi huerta! Después volví al centro a un departamento con balcón, y empecé a cultivar en contenedores. Eso me enseñó que, aún en maceta, podía tener unos cherries y un poco de rúcula para mi ensalada”. Quien habla es Gabriela Creciente, ex modelo icónica de los años 90, que incluso se dio el gusto de incursionar en cine y televisión. Hoy, devenida influencer-jardinera, hace gala de un estilo natural para asesorar y contar su experiencia en la huerta. Sus seguidores hoy también pueden disfrutar del libro “La huerta en tu mesa”, con recetas sencillas y fáciles para que cualquiera pueda cocinar. “Surgió de manera natural, porque en la medida que uno va cosechando tiene que ir aprovechando eso que saca, y por supuesto llega un momento que no sabés más qué cocinar con tomates o repollos entonces surge la creatividad y empezar a jugar en la cocina con recetas diferentes”, relata. “Está orientado a aprovechar todo, es decir cuando hay mucho y cuando hay poco, porque no siempre en la huerta podemos tener producción completa de todos los vegetales de temporada, a veces sacamos solo unas pocas arvejas”. Dividido por temporadas, es una compilación de recetas para disfrutar de la propia producción.
-Te criaste en una casa con jardín, ¿qué lugar ocupó la naturaleza en tu infancia?
-En el barrio de Arroyito, Rosario, mi abuelo Osvaldo tenía jardín y una huerta increíble con vegetales, frutales y gallinas. Mis veranos los pasaba en General Baldissera, Córdoba, en la casa de mis tíos Roberto y Orlando, que también tenían jardín, gallinas y una huerta a la que tenía el acceso “prohibido”. En Rosario la TV era poco y nada, leía de noche, tenía pocos juguetes, así que el jardín siempre fue para mi un patio de juegos, un lugar especial, una fuente de sorpresas. Crecí con las manos en la tierra juntando algo, buscando algo, o simplemente molestando a las gallinas.
-¿Siempre estuviste conectada con la naturaleza?
-Siempre me maravillé con sus procesos, su belleza. De lejos uno puede ver yuyos, verdes, pero cuando te agachás a buscar entre las plantas, cuando mirás de verdad, descubrís un mundo inmensamente rico y variado. Desde los insectos, a las formas en que las plantas semillan, todo es perfecto. Basta mirar una umbella de zanahoria para entender que el arte esta ahí, esperándonos.
-¿Cuándo empezó tu trabajo en la huerta?
-Mis primeros pasos fueron con mi abuelo Osvaldo. Él me mandaba a cosechar los tomates y yo le robaba las frutillas. Después mis padres, Horacio y Bety, tuvieron una huerta enorme en Ibarlucea, y cuando iba de visita me gustaba ayudarlos. La primera huerta propia la tuve en Tortuguitas era un bancal hecho con bloques de cemento. Después vino la huerta grande en Lima y actualmente tengo una más modesta que puedo mantener yo sola y que es más que suficiente para abastecer a una familia tipo.
-¿Tenés un sector favorito en tu jardín?
-Mi jardín, por pura casualidad, es heredado de uno de los primeros paisajistas argentinos: Jorge Garino. Cuando me mudé a la casa, sólo hice limpieza. No quise tocar lo que haya quedado de su legado. Tengo unos árboles inmensos que en otoño son un espectáculo: robles, liquidámbar, Acer palmatum, tulipanero, fresnos dorados y algunas plantas difíciles de conseguir como una Lonicera fragantissima, cuyo perfume se siente desde la calle. Mi lugar preferido, además de la huerta, es el sillón del living, porque sobre el ventanal tengo varias clases de salvias y veo todo el día ir y venir a los colibríes. De fondo tengo el sol de la tarde, y en esta época el rojo del liquidámbar. En verano, mi lugar preferido el de las plantas que atraen mariposas: asclepias, zinias, plumbago, salvias, Lantana camara, etc.
-¿Te gusta investigar y buscar plantas para tu huerta?
-Me gusta investigar pero también “seleccionar”, me voy quedando con aquellas variedades que me funcionan bien y que además me gustan. En muchos casos siembro mis propias semillas. Como el espacio es limitado tengo que elegir que variedad de chaucha siembro, no puedo tenerlas todas; lo mismo sucede con tomates. Aunque esta primavera que viene voy a hacer una investigación sobre chiles así que estoy buscando variedades. Suelo intercambiar semillas con amigas jardineras que siempre sorprenden con algo. Así descubrí la Celosia spicata, de la cual estoy enamorada y que me dio Mer, mi vecina.
-¿Qué es lo que más te gusta hacer?
-La cosecha. Porque trae la sensación del trabajo bien hecho, del esfuerzo remunerado. Cada cosecha tiene detrás por lo menos dos o tres meses de trabajo, seguimiento, cuidado y atención. Es muy gratificante recibir de la naturaleza algo para alimentarte. Igual, la germinación me sigue resultando fascinante. Me deslumbra. Muero por los videos de time lapse donde ves todo el proceso de crecimiento de la planta desde semilla. Podría mirarlos todo el día.
-¿Tenés ayuda en la huerta?
-No, aunque debo reconocer que para encastrar los caños de riego o palear 6m3 de tierra, mi marido me da una mano. Pero para el mantenimiento diario soy yo solita. Por eso tiene las dimensiones que puedo abarcar, y no más.
-¿Cuándo empezó tu amor por la cocina?
-Desde que, a mis 12 años, mi mamá me dijo (medio en chiste medio en serio): “Si tenés tantas pretensiones a la hora de comer, es hora que aprendas a cocinar”. Yo llegaba del colegio muerta de hambre y quería comer guiso de lentejas. Entonces, para cumplir con mis antojos, aprendí. Una de las primeras cosas que me hice fueron merenguitos para el té o panqueques con dulce de leche. También hacía pochoclo casero y buñuelos. Igual, toda mi familia cocina y cada quien tiene su mano para algo. En el libro hay varias recetas heredadas de las abuelas o tías con vegetales. Mi tía Nene, por ejemplo, era la pastelera, y jamás comí bombas de crema pastelera como las de ella, ni un strudel como el de mi abuela. Mi mamá y mi otra abuela eran las de las pastas. En casa se hacían ñoquis, ravioles, rotollo de acelga o canelones todos los fines de semana. Para las fiestas patrias, siempre habia empanadas de carne dulces, fritas en grasa, y locro con salsa de verdeo y pimentón.
-¿Cómo disfrutás tu jardín, más allá de las tareas?
-El disfrute del jardín es algo que aún tengo que aprender. Me cuesta sentarme a contemplar quieta porque siempre estoy pensando: ¡uy no tapé esa planta! Y voy, la tapo y ¡uy todavía no fertilicé! Entonces voy y busco el balde. ¡Uy ya tengo semillas de cosmos! Voy y las cosecho. Siempre estoy haciendo algo, que disfruto, pero es un disfrute activo, me falta lograr el disfrute contemplativo.
-¿Qué le aporta a tu vida?
-El jardín le aporta a mi vida un aprendizaje en la “paciencia”, cualquiera que me conoce sabe que soy apurada y atolondrada. Siempre ando haciendo varias cosas a la misma vez. El jardín te obliga a concentrarte, a hacer una cosa por vez y a esperar. No es cuando vos queres, ni como vos queres. Porque podes hacer todo bien, y aun así no sale como esperabas. “Uno propone y la naturaleza dispone” si ese año apareció una plaga nueva, o cayó una helada tardía, o simplemente la planta semilló mas rápido y de golpe no tenés mas flores. Y digo flores, porque mi huerta es una huerta combinada, donde además de los vegetales comestibles suelo intercalar flores como amapolas, escabiosas, zinias, cosmos que atraen polinizadores y le dan una vida muy especial.
-¿Cuáles son tus próximos proyectos?
-Mis proyectos son dos libros más. El primero es sobre el cultivo de la huerta, está en proceso pero como quiero documentar todo de primera mano, escribir sobre todos los cultivos que efectivamente cultivé y comprobé cómo se comportan acá, me está llevando más tiempo. El otro es la segunda parte del libro de cocina, porque estoy probando todo el tiempo recetas nuevas, y tengo varias que no llegaron a entrar en el primero. Todo esto intercalado con mi rol de madre, que siempre fue para mí primero. Mis proyectos personales los hago en los tiempos que me quedan cuando no estoy ocupándome de mis hijos ya sea con el colegio, con sus actividades deportivas o sus compromisos con amigos. Así que voy despacio pero seguro.
-¿Por qué pensás que la gente se enganchó tanto con sus redes?
-Me gusta acercar la huerta a la gente de manera natural, que vean los procesos reales, por eso suelo publicar más historias que reels producidos. Quiero que vean que las huertas no son perfectas como en las fotos, a veces son desordenadas y a veces fallan. Sobre todo, que entiendan que cualquiera puede cultivar, no hace falta “tener mano verde”: ese concepto mágico es mentira, la mano verde es simplemente “conocimiento”. Y tampoco es verdad que necesitamos un lugar enorme ni gente que nos ayude, se puede hacer hasta en un balcón. Cualquiera puede cultivar sus alimentos. No importa si son sólo “hojas”. Nada me causa más placer que “convertir” a gente en fanáticos huerteros. Y por suerte, siempre me lo agradecen.
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@eljardindegabic
Libro “La huerta en tu mesa” https://www.albatros.com.ar/productos/la-huerta-en-tu-mesa-gabriela-creciente/