Es muy ornamental y durante décadas fue la especie más usada en los cercos argentinos, pero los especialistas hoy reclaman limitar su cultivo.
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Originario de la China, el ligustro (Ligustrum lucidum), también conocido como siempreverde o sereno, fue por décadas la especie favorita de los jardineros para formar cercos vivos, tapar visuales no deseadas y usar en situaciones de necesidad de crecimiento veloz, debido a la capacidad de esta especie para cubrir rápidamente el espacio y la flexibilidad de sus tallos.
El ligustro tiene una ventaja que lo vuelve peligroso para las demás especies: crece en todos lados y esta característica le permite competir con ventaja sobre las nativas, por ese motivo se lo sienta en el banquillo de los acusados y no goza de buena prensa entre los actuales defensores de los ecosistemas autóctonos.
“Produce gran cantidad de semillas que pueden sobrevivir en condiciones de baja luminosidad y no cuenta con depredadores naturales, lo que genera bosques monoespecies con baja diversidad de aves, mamíferos e insectos”, explica la paisajista Paqui Arias.
"Es increíble que todavía se la plante para cercos, debería estar prohibida su venta"
Paqui Arias
Un invasor peligroso
En otras palabras, el ligustro transforma bosques biodiversos en ambientes homogéneos, dominados por una sola especie.
Es una especie exótica invasora traída originalmente por su valor ornamental y su rápido crecimiento. Actualmente, conociendo su potencial invasor, podemos estar atentos para impedir su difusión y cultivo, protegiendo los ecosistemas y su biodiversidad.
Intentos para limitarlo
Otra de las desventajas del ligustro para los ecosistemas nativos es que consume mayor cantidad de agua que las especies nativas, principalmente en la época seca del año, lo que afecta el suministro de agua en las comunidades circundantes.
Para mitigar su expansión, en algunas reservas se los corta e inmediatamente se inyecta o pinta la base con herbicida para leñosas, se replantan especies nativas y se dejan crecer nativas pioneras para que compitan contra los renuevos, a los que constantemente hay que volver a cortar y pintar.
“No todas las especies exóticas son un problema, sólo un subconjunto de las especies exóticas llamadas especies exóticas invasoras son capaces de establecerse, propagarse, desarrollar poblaciones que persisten en el tiempo generando impactos negativos en la naturaleza, algunas incluso tienen impactos en las personas”, explica la investigadora del Conicet Romina Fernández.
Con las condiciones propicias, las invasoras van ganando terreno sobre las plantas nativas por sus altas tasas de crecimiento y reproducción, cortos períodos juveniles, adaptación a la variabilidad climática, abundante producción de semillas y mayor eficiencia en el uso de recursos. Así van eliminando a su competencia nativa y pueden llegar hasta a extinguir una especie en un sitio determinado.
LA NACION