Con la revalorización del paisaje como norte y el amor como brújula, Eduardo Vera da vida a obras de paisajismo que han sido premiados en todo el mundo.
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Anclado sobre la ley de la naturaleza, Eduardo Vera mantiene un respeto por la armonía, la geometría y por la sensibilidad de la Madre Tierra. Su trabajo no es un experimento ni un gesto forzado, es algo de algún modo simple y a la vez elevado. La armonía se logra a través de una planificación exhaustiva, un trabajo incansable y una conexión con algo invisible. Uno mira sus obras y suspira. Es inevitable.
Vera estudió Ingeniería civil en Mendoza y luego Paisajismo en Madrid. Se perfeccionó en Ibiza, España. Entre sus obras más destacadas se cuentan la Bodega Fournier, Bodega Diamandes, Posada Salentein y The Vines of Mendoza, todas mendocinas. Entre sus reconocimientos se encuentra el Premio Bronce a la Finca El Paraíso por la Arquitectura y Paisaje, el Best of Wine Tourism por la Bodega Alpamanta en la categoría Arquitectura, Parques y Jardines. También, la bodega Zuccardi fue ganadora tres veces consecutivas como la Mejor Bodega del Mundo, así como su obra en la Bodega Garzón, en Uruguay. Además, Vera es disertante habitual en conferencias de todo el mundo. En esas extensiones de tierra cuyana, espirituales y grandiosas, Vera ha dejado su impronta. Se trata muchas veces de bodegas, pero también de casas particulares. Su trabajo logra ir más allá de la razón, indaga los sentidos, conecta lo espiritual con la belleza.
¿Cuándo nace tu amor por la naturaleza?
Empezó inconscientemente. En casa de mi abuela paterna, recuerdo jugar a las escondidas con mis primos y hermanas. Esos lugares de escondite eran mágicos. Los perfumes de los jazmines, las magias y sombras. La naturaleza con su propia dinámica y geometría, la de la energía creadora. Todo me evoca presencias sutiles y maravillosas. A veces, en mis charlas a jóvenes estudiantes les pido eso, que recuerden el primer contacto con la naturaleza, porque la clave de un paisajista es la sensibilidad.
Más allá de tu formación, ¿recordás una persona que te haya dejado su huella?
Leandro Silva Delgado, Director del Real Jardín Botánico de Madrid, a quien conocí a través del grupo editorial 16, responsable de las revistas Casa y campo, Vogue, Elle y otras. Él me dijo: “Vos sos buenísimo, tenés que irte a los Estados Unidos o venir conmigo a la escuela, yo te beco”. Él era el más grande de todos, y me dio su apoyo.
¿Cómo volviste a Mendoza?
En España trabajaba con el decorador vasco de los reyes, pero me vine de vacaciones y me quedé. Me salió una obra con Roberto Zaldívar. La casa era divina y acá no había nadie haciendo lo que yo hacía. Agarré ese trabajo y empecé mi camino.
¿Cómo conociste a Eliana Bórmida y Mario Yanzón, prestigiosos arquitectos que trabajaron con vos en tantas obras?
Antes de irme a Europa, a los 15 años, empecé a trabajar en un vivero, y uno de mis clientes me dice: ‘¿Me podés llevar esto a mi casa?’. Le dije que sí. Él era un señor muy humilde, pero cuando llegué a su casa era maravillosa y estaba en un lugar privilegiado. Me sorprendió, yo no sabía quién era. Me recibió Eliana. Yo trabajo con ellos desde que arrancaron, confían plenamente, crecimos juntos.
¿Cómo se inicia un proyecto?
Antes de todo, hay un proceso amoroso donde alguien me llama. Arranco preguntando qué necesita el lugar, como una forma de contención. Y lo siento en el cuerpo. Me interiorizo sobre el dueño, si tiene una visión, si tiene jardinero, el tipo de suelo, el agua, si es urbano, campestre o suburbano.
Hablás del punto de vista versus la perspectiva, ¿en qué sentido?
El punto de vista lo tenemos todos. La perspectiva es estar por encima y ver el panorama. Tener una visión general. Tenés que tener una formación para lograr ver la belleza. No es algo que manifestamos, es parte de la naturaleza. No tenés que hacer nada que no está. No tenés que mezclar plástico para sacar una foto linda. La belleza es la naturaleza.
El arte siempre ocupa un lugar importante en tu trabajo.
El arte es también un punto de vida. Luz, color, forma y textura. La naturaleza tiene su ritmo y su propia geometría.
En su origen bíblico el jardín está pensado como un lugar de disfrute, ¿cómo se piensa en la forma de vida contemporánea?
Primero habría que definir qué es el disfrute. Para mí, en el jardín trascendental no hace falta que estés una hora mirando, en realidad es algo que apenas lo ves te genera algo que te transforma. Para otras personas el jardín es un lugar para sentarse y tomar mate, pero eso es algo que hace cualquiera, para mí es algo que te transforma con solo mirarlo. Trascendental no tiene que ver con cuánto dura en el tiempo. La naturaleza ya está dada, hay que reconstruir.
¿Dónde buscás inspiración?
En Europa ya está todo hecho. Lo importante, lo que me divierte más, es ver adónde voy. Pensar en eso que todavía no está hecho. Hacia ahí quiero ir. Habilitar otros paisajes, otras formas de relacionarse. Me inspiro en lo no creado.
También hablás de armonía.
Un lugar equilibrado tiene los elementos adecuados. Tierra, fuego, agua y aire. Si tenés una montaña importante enfrente, ya tenés fuego. El dueño de casa también puede ser fuego. Hay lugares a los que llego y enseguida pienso que necesito mucha agua. Lo importante es que la energía fluya y tener buen ojo para observar y que pasen cosas maravillosas, no tengo otro objetivo. A veces, hay que restaurar mucho porque se dañó la naturaleza, pero no hace falta sacar todo. Hay personas que gastan una fortuna en regar, pero no hay nadie que reinterprete. Para armonizar hay que poner la naturaleza en valor.
¿Qué lugar ocupa la meditación en tu vida?
La meditación es una herramienta de autoconocimiento. Estar consciente de tu alma. Me siento haciendo un trabajo en el mundo.
+Info:
Facebook: Eduardo Vera Paisaje & Jardín
IG: Elpaisajista
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