Además de animales, Sudáfrica cuenta con uno de los seis reinos florales del mundo. La Ruta Jardín recorre 800 kilómetros que van bordeando el océano Indico, con flores de todos los colores
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Viajamos a Sudáfrica con esas imágenes previas construidas con relatos, películas, fotos, documentales. Enormes soles rojos al final del día, el cause de un río seco esperando las lluvias, la tierra que emana un calor ondulante y una manada de leones sedientos. Pero hay algo en toda imaginería que siempre faltará: el aire, el aire tibio, real, concreto, impregnado de una mezcla de aromas indescifrables que nos llena los pulmones. Ahora sí, estamos en África.
Y además del encuentro con la vida salvaje, autopistas perfectas serpentean entre montañas cubiertas de flores de todos los colores. Por algo se llama Ruta Jardín a los 800 kilómetros que van bordeando el océano Indico, entre Port Elizabeth y Ciudad del Cabo.
La ruta también se llama Cape Floral Kingdom o fynbos, una palabra en afrikaan que significa “matorral fino”, un cinturón de más de cien kilómetros de ancho donde habitan 8.700 especies de plantas, muchas de ellas florales: seiscientas variedades de éricas, de las cuales solo veintiséis se dan en otros países, gladiolos, lachenalias, calas y una infinidad de proteas, la flor nacional. Es uno de los seis reinos florales del mundo, declarado Patrimonio de la Humanidad en 2004.
El Parque Nacional Tsitsikamma, donde el río Storm, negro de sedimentos desemboca en el mar azul, es un jardín dentro del Jardín. El Parque se extiende a lo largo de 80 kilómetros con tramos con acantilados y praderas para contemplar el mar y zonas de bosques de enormes árboles nativos como el palo amarillo (Afrocarpus falcatus) de hasta 60 metros, palosantos, enormes helechos y las matas de flores.
Pasando una pequeña playa encajonada entre montañas, se inicia un sendero hasta llegar al río Storm y su puente colgante. Esta laderas verdes salpicadas de manchones de lilas, amarillos, rosados, como un cuadro de Monet, explica el nombre de Ruta Jardín.
La ruta va enhebrando pueblos costeros como Plettemberg, Knysna, George, Mossel Bay, pero nuestro objetivo es Gans Bai, la reserva Natural de Grootbos. Combina en un solo sitio mar, montaña, fynbo y ballenas. Los pocos hoteles dispersos en la ladera de las colinas ofrecen invariablemente entre sus excursiones un safari floral en la que el guía identificará pequeños frutos mortales, flores alucinógenas y dos arbustos muy rentables, el Aspalathus linearis (rooibos) y Cyclopia intermedia o honeybush, con los que se elaboran infusiones que se exportan a todo el mundo. También hay matas de proteas, de las que existen más de cien variedades, desde arbustos pequeños de 35 centímetros a árboles que pueden llegar a medir dos metros. Las flores van del amarillo claro, casi blanco, al rojo intenso y algunas alcanzan los treinta centímetros de diámetro. El 92 por ciento de las especies se encuentran en la Región Floral del Cabo y fue por la cantidad de variedades que un naturalista sueco le puso el nombre en honor al dios griego Proteo que podía cambiar de forma a voluntad.
Ciudad del Cabo es el broche de oro de la Ruta Jardín. Con el marco de la omnipresente Table Mountain –enorme macizo con la cima chata como una mesa– es una de las grandes ciudades del país. Frente a ella está la isla Robben, donde Mandela estuvo preso 27 años antes de unificar al país. Ídolo mundial, puentes, calles, monumentos llevan su nombre en todo el planeta. La flor nacional no podía ser menos. Una variedad de King Protea, de un rojo furioso, se llama Protea ‘Madiba’ (apodo de Mandela que significa “padre o jefe”). La flor también está en una serie de monedas que llevan la imagen Premio Nobel de la Paz sobre una guirnalda de proteas.