Julio Oropel es arquitecto y diseñador. Hace un par de años compró una casa abandonada en San Telmo que logró transformar en su paraíso urbano. Desde sus tres niveles dominan los distintos follajes y tonos de verde.
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Julio Oropel compró un terreno con una construcción demolida y una obra abandonada en San Telmo, con diversidad de plantas que crecían en libertad.
Un árbol del cielo (Ailanthus altissima) sigue hoy en pie en el patio delantero y fue la excusa perfecta para comprar la propiedad y diseñarla dándole protagonismo.
La define como su casa de verano, y los grandes ventanales transparentan la construcción hacia el dominio de los follajes.
“Desde el interior se pueden ver el jardín de frente y el posterior, ya que es todo muy vidriado y así se integran”, cuenta Julio, quien se involucró desde cero en el diseño, con pruebas y errores en el proceso.
"En el patio de adelante comencé poniendo césped, pero no prosperó por falta de sol y entonces opté por helechos de distintos tipos"
Hoy en día los helechos producen un frondoso microclima que es lo que más disfruta.
En el jardín posterior, que da a la cocina, tiene una huerta elevada en cajones sobre caballetes antiguos de hierro que encontró en el mismo terreno y además un estanque de chapa que hizo construir por un herrero, unas esferas de vidrio suspendidas con acuáticas y algunos ejemplares de Santa Rita.
Estas últimas también se repiten en el patio delantero, flores tan características de San Telmo.
"La idea fue generar tres niveles de follaje: el alto, marcado por el árbol del cielo; el medio, por los bananeros, y el bajo, por los helechos."
Otro sector es la terraza, a la cual se accede desde la habitación; allí plantó arecas en macetas de cemento que cubrió con espejos para desmaterializarlas y también sumó suculentas.