Con especies cuidadosamente elegidas que acentúan la línea estética de la casa, un parque de cuatro hectáreas de extensión despliega gran parte del año una exquisita paleta de rosados y lilas.
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Al momento de imaginar este jardín, que se expande a lo largo de cuatro hectáreas en Luján, la inspiración estuvo en el estilo mediterráneo bañado por aires de la Toscana que define a la casa. De color avellana, con muros en piedra y aberturas con postigones verde agua, la construcción fue la guía que marcó el camino del proyecto paisajístico, a cargo de Anita Maiquez. Con las especies y los materiales utilizados cuidadosamente seleccionados, se buscó seguir la línea estética de la vivienda y aportarle un toque criollo, propio.
El acceso a este jardín se da a través de un murete de piedra, a media altura, que contiene un gran portón de hierro y está enmarcado por cipreses piramidales. A la casa se ingresa por un camino de adoquines con una avenida de sauces llorones que envuelven el camino generando misterio. A lo largo de la avenida, acompañan dos canteros con Salvia leucantha, lavandas, rosas ‘Iceberg’, verbenas rastreras, Erigeron karviskianus, margaritas y gramíneas como el Eragrostis curvula (pasto llorón) y el Miscanthus sinensis ‘Yakushima’.
Respecto de la plantación, se buscó que fuera bien florífera en primavera y en otoño, y que cambiara todo el tiempo para no dejar de sorprender mientras se ingresa con el auto al inmenso playón de adoquines del estacionamiento.
La entrada principal de la casa se enmarcó con olivos en grandes macetones, hechos con durmientes de quebracho y hierro, macetas con boj podados en forma de bocha y Santa Ritas que enfatizan el estilo de la arquitectura.
Al tener ese gran playón de adoquines y ser la casa tan alta, la idea fue cortar esas fuertes líneas mediante una plantación que tuviera aires silvestres y formas orgánicas, con canteros sueltos que contienen perovskias, Sedum spectabile, achilleas, Eragrostis curvula, puerros, Calamagrostis acutiflora ‘Karl Foerster’, rosas ‘Abraham Darby’, Physostegia, gauras, Sisyrinchium.
Para darle estructura a lo largo del año, se eligieron Teucrium fructicans, santolinas, lavandas, azareros, Stipa tenuissima, teniendo en cuenta la sucesión en cuanto a la floración escalonada desde la primavera temprana hasta avanzado el otoño, con violáceos, amarillos y rosados que virarán hacia ocres, rojizos y terracotas.
Cerca de la cocina se plantaron frutales y hay una huerta en cajones que se mantiene muy productiva todo el año. En el jardín del fondo, se generaron grandes canteros que imitan la sensación de pradera, los cuales adquieren cierta estructura a fines de invierno (luego de la poda de renacimiento previa a la primavera) gracias a los azareros enanos. Estos canteros le dan profundidad al jardín, que tiene un gran horizonte al cual acompañar. “Apostamos a generar sectores de sombra con seis plátanos que acompañan esos canteros orgánicos. Todo esto genera un camino que va hacia lo que en el futuro será la pileta”, cuenta Anita, mientras recorre este diseño que, aunque joven aún, ya se funde a la perfección con la arquitectura y el paisaje.
Por tratarse inicialmente de 4 hectáreas peladas en cuanto a especies arbóreas, el jardín tiende a cambiar constantemente, adaptándose a las nuevas necesidades de estas especies que serán la estructura del diseño. El cliente, una persona muy curiosa respecto a desarrollar el mejor jardín posible, es sumamente participativo en su cuidado y mantenimiento, lo que se ve claramente reflejado.