Con alrededor de 50 variedades, es la colección de camelias más grande de sudamérica.
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En los años 80, una pareja visionaria se dejó conquistar por las entrañas del delta, se dedicó a cultivar sus especies y se enamoró de una en especial a la que dedicó su vida: la camelia. Hoy, su legado está más vivo y frondoso que nunca y se deja visitar en el mes de agosto, picnic mediante, para jugar por un instante al desafío de vivir entre flores.
Isla de las Camelias se llama el proyecto que en esos años diseñaron Horacio y Luisa, padres de Hernán Márquez, quien narra hoy el derrotero de los fundadores. La idea original de la pareja era crear un vivero de plantas de los jardines del delta: así comenzaron a cultivar hortensias, camelias y azaleas, pero al poco tiempo sus esfuerzos se concentraron en armar una colección exclusivamente de camelias y producir ejemplares que no se encontraban en aquel momento en los viveros.
Pusieron todo su empeño en la recolección de distintas especies que crecían en las islas y también intercambiaron ejemplares con coleccionistas del exterior. De a poco la isla se convirtió en una incubadora de plantas madres de camelias.
Descubrieron que las camelias se adaptaban perfectamente a las condiciones agroecológicas del delta y que, en ese lugar, las plantas tenían una tasa de crecimiento superior a la de las camelias que se cultivaban en otras zonas. Había condiciones de suelo, de agua, de humedad que favorecía y adelantaba su crecimiento.
“Hoy Isla de las Camelias es la colección más grande de Sudamérica, con alrededor de 50 variedades entre híbridos y especies y es un vivero que reproduce todas las variedades que tenemos en la colección”, sintetiza Hernán.
Lo que en los años 80 y 90 eran lotes de plantas madres a partir de donde se propagaban las camelias, hoy se convirtió en un enorme bosque de camelias y pinos donde los visitantes pueden disfrutar de una charla sobre cultivo y un picnic al aire libre en un entorno único.
Las coníferas cumplen una función vital en el paisaje, no sólo por su deslumbrante porte, sino porque la pinocha aporta acidez al suelo, necesario para el crecimiento de camelias sanas.
La colección
“La colección es muy grande y hay una gran variedad de camelias con características muy particulares. Hay camelias simples, con dos ciclos de pétalos, es decir de seis pétalos, que son muy delicadas, hay camelias con una estructura de flor más compleja, que son camelias dobles, con pétalos imbricados”, describe Hernán.
"Cada flor y, sobre todo en cada momento dentro de su período de floración, tiene su particularidad"
Hernán Márquez
Isla de las Camelias tiene, incluso, una variedad sorprendente de camelias perfumadas. “La creencia popular dice que las camelias no tienen perfume, pero hay algunas especies muy particulares que son perfumadas y esas son las variedades más especiales que tenemos.”
En agosto, un festival para los sentidos
El vivero y la isla se puede visitar en agosto. Se organizan visitas grupales que son una experiencia en sí misma: comienzan con un recorrido por el delta, se cruza el río Paraná y recién entonces, después de una hora y media de navegación, se llega a la isla, en la segunda sección del delta: una zona poco poblada y muy natural donde se encuentra el bosque espeso de pinos y camelias de gran tamaño, un oasis de flores en pleno invierno, con senderos de pinocha tapizados de pétalos.
En el lugar se puede pasar el día, se arma un taller sobre camelias, con un desayuno de campo entre las flores, se ofrece una recorrida y se ven en el campo las plantas florecidas, cada uno puede armar su picnic en el bosque de camelias para almorzar.
Durante la visita, Hernán introduce a los visitantes en el universo de las camelias: su origen, difusión, propagación de nuevas variedades, patologías y consejos sobre cultivo. La experiencia termina a las 15, cuando la misma lancha lleva a los visitantes de regreso al puerto de Tigre.
Las visitas se coordinan en la cuenta de IG @isladelascamelias
LA NACION