Descubrí la importancia de los estambres y la función del polen en la reproducción de las plantas. La naturaleza es una verdadera maravilla y los procesos son más complejos de lo que parecen
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Los estambres son la estructura reproductora masculina de las plantas con flores y muestran múltiples variaciones según las distintas especies. Básicamente cuentan con un filamento que sostiene a las anteras y así las expone a diferentes alturas, a diversas distancias desde el centro de la flor.
Las anteras son el lugar fértil donde se generan y nutren los granos de polen hasta que, a su madurez, se sueltan para que se los lleve el viento, el agua o muy frecuentemente para que los transporten los polinizadores. Aunque cuesta creer, esos estambres capaces de generar vida, formadores de los gametos masculinos, son hojas modificadas.
Los estambres a veces pueden regresar a una forma más parecida a una hoja ortodoxa, a un pétalo. Por ejemplo, las especies de Rosa tienen solo 5 pétalos y muchísimos estambres. Por mutaciones, en ocasiones los estambres se transformaron en pétalos fragantes. Hay otra transformación de los estambres que puede darse: convertirse en estaminodios. Son estructuras que no producen polen y sirven para la atracción de polinizadores. Un ejemplo para verlos fácilmente es la flor de Santa Lucía (Commelina erecta), una nativa donde lo que parecen ser tres prominentes estambres superiores amarillos son estaminodios que acompañan a otros tres estambres que sí producen polen.
Diversas conformaciones del androceo
Los filamentos que sostienen a las anteras pueden tener diversas longitudes. En las flores bisexuales o hermafroditas, a veces superan ampliamente a los estigmas del gineceo. Otras veces son más cortos, de manera que por gravedad casi no habrá posibilidad de que el polen cayera en el estigma de una flor y la fecunde.
Son comunes estos pequeños obstáculos para la autofecundación en las flores bisexuales. Son escollos que generan que las semillas de una especie en conjunto tengan la mayor variación genética posible, un reaseguro para su supervivencia.
En las piezas del androceo, los estambres pueden encontrarse bien separados entre sí o fusionarse de diversas maneras. En el palo borracho, por ejemplo, el conjunto de estambres fusionados de principio a fin entre sí forma un largo cilindro hueco que es atravesado por el estilo del gineceo que hace asomar al estigma. En Hibiscus los estambres se sueldan al gineceo solo por los filamentos, formando una estructura unificada. En las compuestas o asteráceas son las anteras las que se unen entre sí en las pequeñas flores tubulares y forman algo así como una corona sostenida por los libres filamentos.
El polen, guardián de los gametos masculinos
El primer paso en la arcaica relación de beneficio entre planta y polinizadores nació cuando pequeños coleópteros descubrieron las altas virtudes nutritivas del polen e insistieron en apropiárselo.
Esto, que pudo ser una gran desventaja para las plantas –perder costosos gametos–, abrió nuevos caminos y fue el precio para un bien mayor: una mayor y más diversa descendencia. Tan feliz fue la asociación que luego apareció el néctar en algunas especies, que tiene en la planta la única función de ser ofrenda para atraer y recompensar los servicios de polinización. Los granos de polen son muy disímiles, tienen distintos tamaños, formas y colores.
Un verdadero documento de identidad de cada especie, con señas particularísimas en el tamaño, el color, su textura con saliencias, depresiones y poros.
El amarillo es el color más frecuente, pero no faltan incluso los rojos y los azules. Cuando el viento es el encargado de llevar el polen de una especie de flor en flor, esos granos suelen estar muy separados, sueltos, como ocurre con las gramíneas, con las coníferas o el plátano (Platanus). Este tipo de polen penetra también muy fácilmente por nuestras vías respiratorias y es el que genera procesos alérgicos.
Respecto del polen de las especies que necesitan un polinizador que facilite la fecundación, los granos están más o menos agregados entre sí, lo que varía de una especie a otra.
El polen apícola, que es el que se comercializa, es el polen que llevan las abejas en las cestillas de sus patas y fue tratado en sus bocas con saliva para luego ser guardado en sus alforjas. Las abejas lo usan como una de sus fuentes de alimentación. Cuando el polen cae sobre el estigma de una flor inicia un proceso complejo que, simplificado, se puede describir así: si pertenece a la misma especie, hay una aceptación, una vía libre para llegar con sus gametos masculinos hasta los óvulos que contienen los femeninos.
El grano de polen despliega un tubo llamado polínico que lleva al gameto masculino cerca de su extremo. Entonces el tubo crece y crece –la forma que suelen tener las plantas para moverse– para atravesar desde la punta al gineceo hasta llegar hasta los óvulos y fecundarlos. Este viaje interno suele ser bastante largo y algo heroico.