Los campos de loto en las afueras de Angkor Wat son otra de las razones para viajar a Siem Reap.
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Llegamos a la ciudad de Siem Reap, en el centro de Camboya, con el objetivo de conocer los templos de Angkor Wat, epicentro del poderoso imperio Jémer que dominó los actuales territorios de Camboya, Laos, Tailandia, Vietnam, parte de Birmania y de Malasia durante 600 años, entre los siglos IX y XV.
Sin embargo, nos sorprendió otro tesoro igual de asombroso que renueva su belleza día a día desde los tiempos del imperio: los interminables campos de flores de loto. En las afueras de esta ciudad de 150.000 almas, todo se ve rosa y amarillo. Nos llevó allí en su tuktuk, Ratana, nuestro chofer y guía, acompañado por su pequeño hijo Erik que hablaba un inglés perfecto.
Fue Erik quien nos contó que él suele recoger con su mamá las flores más abiertas, indicio de que su centro amarillo y carnoso, está en su punto justo. En su familia, como en tantas familias camboyanas, lo comen como una fruta o lo agregan a ensaladas.
Esta flor –Nelumbo nucifera su nombre científico, loto para los amigos– es la flor nacional de Camboya y símbolo sagrado para los budistas. Se dice que en las primeras pisadas del niño Buda, crecieron flores de loto. El hecho de que la flor renazca diariamente en aguas pantanosas es visto como un símbolo de resurrección y elevación espiritual. Por eso la flor se replica en papel en los días de fiesta y se coloca en los frentes de las casas con una vela en su interior.
Y si bien se conocen sus propiedades medicinales y comestibles desde tiempos inmemoriales, fue hace pocos años que los campos de loto de los alrededores de la ciudad se convirtieron en un recurso productivo y turístico.
Primero surgieron las granjas de la seda que emplearon mujeres vulnerables que van a trabajar con sus hijos pequeños. El tour permite ver el proceso completo, desde el alimento del gusano de la seda con hojas de morera, el hilado, teñido, urdido en telar y confección de prendas.
Siguiendo ese mismo esquema, surgieron después las granjas de loto. Erik nos cuenta de camino, que estas granjas se ubican más próximas a la laguna Tonle Sap donde hay villas flotantes, con sus escuelas y mercados. Las granjas toman el agua de la laguna para formar canales donde cultivar esta flor acuática. Así llegamos a la Lotus Textile Farm by Samatoa, donde Samai, el guía, parado en un estrecho camino de tierra y rodeado de miles de flores rosadas a izquierda y derecha, nos explica, flor en mano, que el centro amarillo, tal como nos había dicho Erik, se come crudo. La hoja, redonda y resistente, es utilizada por los puestos de comida callejera para servir lok lak (un salteado de carne o pollo o pescado al wok con verduras y arroz) y otros platos, en lugar de usar envases de plástico.
El tallo de la flor sirve para hacer caldos y sopas y el de la hoja, se utiliza la fibra para hilarlo. Samai parte un tallo y un hilo transparente queda colgando. Comienza a tirar de él, tal como después veríamos hacer a las mujeres en el galpón. Luego lo hilan y tejen hasta lograr una tela muy suave similar a la seda, con una caída y textura sensual, con la que fabrican todo tipo de prendas. Claro que el tour termina en el gift shop donde nos ofrecen un té de loto para que nos inspire a comprar no sólo pashminas, sarongs (especie de pareo que usan los hombres) y sábanas, sino inciensos, monederos, bolsos y bijouterie. También ofrecen piezas enteras de tela mezcladas al cincuenta por ciento con fibras de seda o con fibras de algodón.
De vuelta al hotel en pleno centro de Siem Reap en el tuktuk, una última mirada a los campos de loto con la luz oblicua del atardecer, nos dejó un recuerdo de esta pequeña ciudad camboyana, tan potente como la de Angkor Wat.