Tiene en Mar del Plata un cultivo para producción de semillas orgánicas. En busca de un cambio, dejó la docencia y encontró una nueva vocación con la naturaleza como principal maestra.
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Desde hace poco más de 20 años Silvina Antelo se instaló en Mar del Plata en busca de un cambio de vida. Unos años después comenzó a tomar clases de jardinería en el Vivero Antoniucci.
“Mi única inquietud era saber cómo tener plantas en macetas y no morir en el intento”, cuenta Silvina, quien había trabajado como docente hasta ese momento. Durante su segundo año del curso conoció la agricultura biodinámica.
“Definitivamente, fue cuando algo muy grande se abrió ante mis ojos: la Naturaleza. Desde ese entonces los jardines que voy habitando son tratados con respeto: nada de agroquímicos, observación plena, dejar ser y volver a observar”.
Así, las plantas dejaron de ser meramente ornamentales para pasar a cumplir un rol fundamental en el ecosistema del jardín: plantas hospederas, nectaríferas, disuasivas y atrayentes de insectos, plantas con funciones específicas en el suelo. Su camino de formación y ejercicio sobre todo lo que iba aprendiendo fue el preludio de lo que se comenzaba a gestar sin siquiera saberlo.
La elección del cultivo de herbáceas no fue arbitraria, sino que a la hora de una mudanza se facilitaba su traslado, dado el ciclo y forma de vida de estas plantas. “O me iba con la semilla o me iba con gajos y en solo seis meses volvía a armar un jardín donde fuese”.
La experimentación de tantos años, en distintos espacios, con diferentes suelos, con otra luminosidad, le brindaron un interesante bagaje para empezar a trabajar en la producción de herbáceas de distintos ciclos de vida, siempre con el calendario biodinámico en mano.
En 2014 encontró una propiedad en alquiler con el espacio suficiente para fantasear más concretamente con la creación de Savbia Semilla. Luego de observar durante un año el suelo, los vientos y todo aquello que ofrecía el lugar, comenzó con el armado de canteros para luego exponer las variedades de plantines.
“Cuando uno vende un plantín de una herbácea anual –como amapola o espuela de caballero– en realidad vende la ilusión de lo que será, lo que hace tal vez más complicada la venta si no se ha visto la planta en cultivo. Y así comenzaron las visitas”.
Como la demanda de plantines era demasiada para el espacio disponible (unos 250 m²), aparecieron las sabias semillas.
La cosecha es fundamental y regida exclusivamente por el calendario biodinámico. Se cosechan secas y maduras de la planta, luego pasan por dos estadios más de secado (para extraerles la humedad), se envasan y la gran mayoría se guarda en la parte baja de la heladera, otras quedan en lugar fresco y oscuro.
En algunos casos, cuando las semillas ya están maduras, pero no es el momento ideal de su cosecha, les coloca bolsitas de tul para que caigan cuando la naturaleza lo decida.
Canteros con distintos porcentajes de herbáceas anuales, bianuales y perennes son los espacios cultivados para la producción.
Gran parte pertenece a la familia de las lamiáceas (salvias, agastaches, teucriums) y asteráceas (achileas, asters, echináceas, cosmos) y en menor medida de boragináceas, ranunculáceas y malváceas. “No cuento con invernadero ni sistema de riego, lo que me condujo a realizar una selección de herbáceas que funcionen con bajo requerimiento hídrico y de abonos. La única premisa es que el suelo siempre esté cubierto; en mi caso gran parte de la cobertura es brindada por material vegetal, cubresuelos como Salvia procurrens y Polygonum capitatum”.
El jardín me encontró para desestructurarme. Aquí se trabaja el desapego, la paciencia, la observación
Cecilia Martínez, su pareja, es quien se ocupa de la exquisita limpieza de semillas, atención a clientes, armado de pedidos y demás menesteres comerciales. Silvina es quien cuida el jardín y dicta talleres virtuales y presenciales en su espacio y en la Sociedad Marplatense de Horticultura.
Con “v” de savia y “b” de sabiduría, el emprendimiento sintetiza la esencia que tienen las semillas en ese pequeño envase que las contiene. Y también evoluciona. Con el mismo dinamismo que expresa su jardín, esta eximia jardinera comenzó su camino hacia una nueva puerta que se abre: las plantas medicinales.
IG @savbiasemilla
LA NACION