Gustavo Ogata es promotor de una planta con fama de difícil, pero de belleza innegable. Una flor puede tardar 10 años en florecer. Entre sus clientes se encuentran Carla Peterson y Osvaldo Gross.
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Hijo de inmigrantes japoneses, Gutavo Ogata nació entre las flores que su padre plantó en San Miguel, a comienzos de los años 60, tras huir de la guerra. Ingeniero agrónomo, Kiyoaki se instaló en este suelo impactado por su calidad y fertilidad. Hoy, Gustavo conduce el vivero que le legó su padre junto a su mujer, Yuki y una de sus dos hijas. Productor de orquídeas y Miembro de APCOA (Asociación de Productores y Cultivadores de Orquídeas de Argentina), es un gran promotor de la orquídea, su belleza y su capacidad de evolución. Entre sus clientes se cuentan famosos como Carla Peterson, María O’Donell, Osvaldo Gross y Verónica Lozano.
Matero y amante del asado, Ogata llega a su vivero entre las 5 y 6 de la mañana y recorre los 3.500 metros cuadrados –incluidas diez naves invernáculos-, entre plantas de un verde brillante, muchas de las cuales esperan tener flor. No siempre se sabe cuándo florecen –algunas pueden tardar tres, cuatro o hasta diez años–, pero él ha aprendido de las plantas el don de la paciencia. Divide su tiempo entre su negocio, las clínicas y talleres para promover el amor por las orquídeas. Mientras observa estas plantas, y anota como en un diario lo que observa, recuerda que cuando su padre llegó, a comienzos de los años ‘60, alrededor no había nada.
¿De dónde nace la fascinación por las orquídeas?
La verdad es que de chico no me gustaban las plantas. Mis amigos se iban a jugar y mi viejo me hacía quedarme en el jardín. Pero mi mamá fue inteligente. Ella tenía una técnica, el trabajo lo proyectaba como un momento de relax en el que hablábamos cosas de la vida. Era budista. Siempre me decía que hay que empezar las cosas y terminarlas. Entonces me sentaba al lado de la carretilla y ella me hablaba, y al rato yo también estaba plantando. Me contaba de la guerra, de la familia.
Así que el amor no fue inmediato.
Y… yo no estaba seguro. Mi mamá me presentó a grandes productores de Brasil y Japón. En el ‘89 tuvimos una época mala, y me fui a Japón y terminé trabajando ad honorem en un vivero muy conocido allá (Hirota International Orchids). Empecé fumigando, y a los meses ya estaba efectivo. Conocí exposiciones y colegas. Un año después me llevó a Taliandia. Mi jefe me dijo: vos sabés mucho de plantas, pero nada de marketing. Me obligaba a ir exposiciones para ver la venta, los stands, los catálogos. Una cosa llevó a la otra, y me di cuenta de que las tengo en la sangre. Mis alumnos dicen que soy un apasionado.
¿Qué sentís que le aportaste al negocio familiar?
En los ‘80 mi viejo vendía Cymbidium como flor de corte, unas pocas plantas por mes a un negocio exclusivo. Pero yo aprendí en Japón que podía hacer más popular a la orquídea. Transformarnos en productores que venden al público directo. Hoy tenemos también Phalaenopsis, Oncidium, Dendrobium, Bulbophyllum, Cattleya y otras más exóticos, para un público más entendido.
¿Qué te apasiona de las orquídeas?
Me apasiona el hecho de que no me hacen caso. Siempre hago catarsis. Son como los hijos: no te pegan el portazo, pero se quedan ahí. Y tenés que encontrarles la vuelta para que florezcan. En el transcurso, las podés lastimar, pueden morir o dar mucho trabajo hasta dar flor. Pero cuando florecen, la felicidad es total.
¿En qué se diferencia de otras plantas?
Tienen un poder de adaptación increíble. Las que hay acá, en realidad son exóticas. Me impacta esa evolución. Según en qué libro busques, hay entre 25 y 35 mil especies de orquídeas. Dentro de la flora, es la más numerosa.
El mito es que son muy difíciles.
Si yo pude, cualquiera puede. Yo sé el 0,05% de lo que podés saber vos. Son plantas rústicas. Sí, obviamente son difíciles, si fuese tan sencillo, no estaríamos hablando. Pero nada es fácil. Las orquídeas son, dentro del reino vegetal, las que más evolucionaron. Se encontraron fósiles de orquídeas, así que vienen de mucho antes. Hay en todo el mundo, menos en cascos polares y en el desierto. En La Argentina, tenemos hasta en las Islas Malvinas.
¿Cuál es el clima ideal?
Excepto la Phalaenopsis, que necesita calor, el resto suelen vivir por encima de los 800 msnm, entonces el calor mucho no les gusta. Más allá del clima tropical, lo ideal son días cálidos y noches frescas.
¿Cuáles son las más recomendables en el país?
Phalaenopsis, Cymbidium y Dendrobium son las más populares. Pero tenemos un canal abierto en Instagram, nos pueden consultar.
¿Cómo vendés tus plantas?
Post pandemia, el vivero cambió mucho. Creció la venta online, y nos descubrieron más personas del interior. Una de mis hijas es jefa de Marketing en una empresa, y ella nos ayudó mucho. Crecimos de manera exponencial. Ahora tenemos eventos y talleres prácticos, así como cursos teóricos en mi vivero. Ahí también vendemos. Y a veces abrimos el vivero para visitas los fines de semana.
¿Cuál dirías que es el público de las orquídeas?
Es un pensamiento mío, pero son personas que necesitan estar evolucionando como las orquídeas. Que en sus respectivos trabajos son muy buenos, detallistas y exigentes. No es una planta económica. Hay profesionales, médicos ingenieros, pero también amas de llaves, mecánicos o pintores de brocha gorda.
¿Cuáles son los problemas frecuentes de quienes empiezan a cultivarlas?
La ansiedad. Son plantas que demoran de 3 a 7 años, dependiendo la variedad, en dar flor. Vos comprás una planta en flor, pero yo le di todas las necesidades básicas para que florezca porque vivo de esto. Pero va a tu casa, que no necesariamente es el mejor lugar y, si no interpretaste cómo es el cuidado, no prospera. Por cada error que realices, vas a tener un año de recuperación. Una orquídea no es como la alegría del hogar que la ves mustia y le echas agua y a las horas está bárbara. Las orquídeas demoran meses, y a veces, en el afán de salvarlas, se cometen errores.
Es para pacientes.
Yo soy una persona muy ansiosa. Pero entendí que los tiempos de las plantas no son los míos, entonces lo respeto. Yo me equivoqué mucho. Cuando volví de Japón tenía muchas ideas de lo que había que hacer. Mi papá me dio un invernáculo y me dijo “hacé tranquilo”. Y no me fue bien.
¿Qué te gusta de enseñar?
Me gusta que aprendan algo, es muy lindo y estresante. Cuando empecé, el mercado de las orquídeas estaba muy atrasado comparado con Japón. Pero en estos últimos 30 años, creció muchísimo. Con la Asociación logramos expandir y ser más certeros en la forma de cuidar y explicar, sin esconder secretos entre comillas. Así fuimos logrando plantas más rústicas para el cuidado. Y un público muy adepto.
¿Te gusta buscar semillas?
Estoy constantemente en la búsqueda. Hace años viajaba bastante. Ahora con internet y todos mis socios comerciales en San Pablo, donde se producen millones de orquídeas, puedo tener lo que necesito. Pero ya sé lo que me va a funcionar. Tuve una Bulbophyllum phalaenopsis que vino desde Malasia y tardó diez años en dar su primera flor. El día que floreció fui el hombre más feliz del mundo.