El empresario Claudio Stamato tuvo un sueño personal, al que se sumó más tarde Felipe Durán. Lo que comenzó como un lugar de descanso para los fines de semana, se convirtió en una isla donde arte y naturaleza se entrelazan. Hoy abren sus puertas, en el marco de los festejos organizados por los 30 años de Revista Jardín.
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La Isla El Descanso está emplazada sobre una de las márgenes del Río Sarmiento, en la confluencia con el arroyo Albarracín. La superficie actual de la isla es la sumatoria de varias parcelas vecinas que se fueron comprando en los últimos 30 años.
Gran parte de estas tierras siguen siendo vírgenes, manteniéndose en su estado natural, es decir humedales propios del Delta.
Entrevistamos a su dueño, el abogado y empresario Claudio Stamato, quien fue también miembro fundador y primer presidente de la Asociación Amigos del Museo de Arte Tigre.
¿Cuál era tu sueño para la isla?
Convertir esas parcelas en un lindo parque para compartir con amigos y familia. Así empezó todo en la década de los 90. En 2010 tuve la bendición de conocer a Felipe Durán, mi pareja y compañero de ruta, que se sumó al proyecto de seguir creando el parque y, a la vez, me animó a empezar a buscar su autosustentabilidad.
Fue así que empezamos a promoverlo con diferentes propuestas turísticas y corporativas. Hoy en día, mi sobrino, Rodrigo Stamato, nos ayuda también a administrarlo.
¿Cuál es la idea general del diseño del jardín?
Al ser un parque que se fue armando a medida que se iban vendiendo las parcelas aledañas, fue una constante creación. Hemos ido uniendo las distintas parcelas, en su mayoría por puentes a los cuales les pusimos el nombre de una virtud que nos representa o que aspiramos cultivar.
Es así como existen el puente del Ángel del Amor, el del Agradecimiento, el de la Conciencia Superior en la que cada uno de nosotros creemos, el de la Aceptación, el de la Paz, el de la Abundancia y Prosperidad, el de la Amistad, el de la Buena Esperanza, y el más importante de todos: el de la Salud.
¿Hubo siempre un plan general? ¿Intervinieron paisajistas?
El master plan de la parquización es idea nuestra, pero obviamente contamos con el asesoramiento y colaboración de algunos paisajistas. Cuando quisimos armar un rosedal contratamos a una especialista en rosas, la Ing. Liliana Moggia que lo construyó con todas rosas antiguas, para hacer un gran camino de gramíneas la contratamos a la Ing. Luján Puglia, cuando quisimos hacer un parque con bambús la contratamos a Ana Castro, a María Emilia Caro y a Ricardo Ramírez. En alguna época contamos también con la ayuda y el asesoramiento del arquitecto Julio Corradi.
¿Qué rol ocupan las plantas y las estaciones en el proyecto?
Las plantas son las estrellas de esta isla. Es un parque creado con especies que tienen atractivo en las distintas épocas del año, tiene interés las cuatro estaciones.
En el invierno, que pareciera ser la época más aburrida o de reposo de las plantas, las gramíneas ornamentales despliegan su imponente colorido y convierten al parque en una gran fantasía. También, los verdes y exuberantes humedales se pelan y nos permiten contemplar los famosos montes blancos.
¿La geografía y su clima trajeron algunas dificultades?
Sí, grandes dificultades y sin sabores. El primer bosque que quise crear fue con abedules pero, obviamente, duraron muy poco pues no es el clima ni existen las condiciones para que prosperen. Lo hice de puro ignorante. Ahí aprendí que solo hay que plantar especies apropiadas para ese ecosistema. En general, palustres o que puedan soportar una crecida.
El interior de un hombre no es como un jardín, es un jardín. Y un jardín no es la proyección de una visión del mundo, es el interior de una persona que encontró un espacio para recrearlo y hacer que su interior sea visible
¿Por qué se sumaron obras de arte?
Yo no tenía la menor intención de hacer un parque de esculturas y mucho menos de abrir este espacio al público. Pero, con el correr del tiempo y dada mi cercanía y personal amistad con varios artistas plásticos empecé a coleccionar esculturas, emplazándolas en la isla.
Lo que empezó como un hobby se convirtió en una verdadera pasión, unir arte con naturaleza y filosofía.
¿Cómo se elige el emplazamiento?
Es todo un tema. Algunas piezas fueron creadas para un sitio específico, pero una vez emplazadas fuimos mejorando ese lugar para hacer más agradable la experiencia con ellas. Es decir, emplazamos distintas obras de arte a lo largo de todo el parque y en su entorno plantamos distintos macizos de la misma especie, lo que convierte cada lugar en un espacio diferente creando distintos rooms.
Así podemos mencionar el rosedal, el camino de gramíneas, el sector de los bambús, el camino de los sueños con impresionantes macizos de hortensias, el sector de las azaleas, las salvias, el de los hemerocalis, el de los helechos, las musáceas y varios más.
¿Con cuántas obras cuenta el jardín? ¿Tenés preferidas?
Ya no lo sé, hay muchas. Las obras de Pablo Reinoso son muy lúdicas, los visitantes interactúan mucho con ellas; lo mismo sucede con la obra de Julio Le Parc, “Láminas reflejantes”, en donde se multiplican las imágenes; el “Obelisco Intervenido” de Bastón Díaz es imponente tanto sobre el pasto como reflejado sobre el agua; “A toda orquesta con la naturaleza” y “La Soñada, una historia de amor hecha realidad” de Carlos Gallardo son gloriosas.
No soy capaz de elegir, me gustan todas. Lo que sí, la más fotografiada por la gente es “Tenemos el poder de Elegir” de Marie Orensanz.
Es un parque en donde confluyen el paisajismo, el arte, la filosofía y la gastronomía en un entorno natural como es el Delta del Paraná. Y ahora también es un espacio de experimentación para las nuevas tecnologías y formas de exhibir el arte digital. Trabajamos para que los visitantes se lleven una experiencia emotiva y memorable
¿Qué es lo que más disfrutás del lugar?
El asombro, la pasión y la emoción que me produce cada especie, cada floración, cada aroma, los colores, los reflejos. No me canso de tomar fotografías mientras recorro el parque y luego, antes de dormirme, verlas, editarlas y mandar las mejores a algunos amigos. Es una forma de continuar en el parque aun de noche.
¿Por qué decidiste abrir el jardín al público?
En el ADN de El Descanso está el hecho de ser compartido.
Al principio y durante los primeros años siempre estaba lleno de amigos y familiares. Con el correr del tiempo lo abríamos de lunes a viernes para eventos corporativos y turistas, fundamentalmente del exterior. También recibíamos en forma gratuita a grupos de abuelos convocados por Turismo Social de Tigre.
Cuando empezó la pandemia todo esto dejó de ser posible y ahí fue cuando, junto con Felipe, estuvimos “experimentando” el desarrollo del parque a lo largo de casi un año. Surgió la idea de abrir un restaurante los fines de semana y una cosa fue trayendo la otra.
¿Algún próximo proyecto en el jardín?
Sí, con Felipe siempre hay proyectos. Estamos haciendo Xreal, un Festival de NFTs proyectados sobre la naturaleza.
Isla El Descanso será entonces un espacio de arte con obras reales y virtuales. También estamos desarrollando el vivero para venta de plantas ya que muchos amigos y visitantes nos pedían para sus casas.
Actualmente vengo experimentando con las fotos más abstractas que saco del jardín y que ahora he empezado a plasmarlas en almohadones y pañuelos. Como verás este jardín es una fuente de inspiración, experimentación y trabajo constante.
¿Querés visitar Isla El Descanso?
“Jardines Abiertos” de Revista Jardín te invita a realizar una visita a Isla El Descanso. La primera se realizará el sábado 9 de abril. Para anotarte entrá en el Facebook o Instagram de la revista (@revistajardin) y buscá el link de inscripción. Los cupos son limitados. El transporte en lancha y el almuerzo quedarán a cargo de cada visitante. ¡Habrá más visitas durante el año!
LA NACION