Te proponemos que te animes a este fruto súper otoñal que tiene un aroma fuerte en estado crudo, pero cocido es un verdadero manjar, con notas sutiles dulces y ácidas a la vez
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Después de los días de verano, cálidos, cuando los vegetales tuvieron que mostrar su fuerza frente a un clima cada vez más extremo, llegan los días de paz, de quietud y de frescura, de producir menos y de prepararse para el invierno. Esa es la principal característica del otoño. La tierra y todo lo que habita en ella se ralentiza.
En las verdulerías y en las huertas el otoño se revela con cambios de colores, dejando atrás tanto verde y colorido intenso para ir pasando a los rojos y amarillos en todas sus gamas. Hay más presencia de zapallos, calabazas, mandarinas, nueces, batatas o boniatos, quinotos, caléndulas, remolachas, zanahorias de todos sus colores, acelgas arcoíris, bananas, ciruelas, duraznos, limones, naranjas. Pero hay un fruto que es solo del otoño y tiene un paso fugaz: el membrillo.
¿Por qué no comemos más membrillos y por qué no incluimos sus hojas?
Los membrillos, como frutos, no son tan populares como otras frutas; esto se debe principalmente a que hay que cocinarlos, ya que crudos no son ni ricos ni fáciles de comer. Sin embargo, podemos preguntarnos si esto no será la principal causa que ha protegido a la fruta y ha mantenido su sabor intacto, salvaje y natural.
Ancestralmente, sus hojas se utilizaban como medicina; actualmente hay estudios científicos que avalan el aporte de sus hojas a la mejora de enfermedades coronarias. Podríamos decir que uno de los beneficios es colaborar con la “limpieza” de nuestras arterias.
El fruto, al natural, contiene pocos azúcares y calorías. Pero no solo es recomendable para cualquier persona por ser hipocalórico, sino que además es muy rico en fibra y taninos, sustancias que colaboran con los procesos de la digestión.
Su consumo, además, ayuda a evitar la deshidratación y a fortalecer los estómagos delicados por la presencia de mucílagos en la pulpa. Las pectinas y mucílagos también reducen la absorción intestinal del colesterol y potencian la acción depurativa del hígado
Las plantas de membrillo son arbustos muy ramificados o árboles pequeños, van muy bien en macetas, casi mejor que en tierra. Necesitan nutrientes cada tres meses para alimentar a sus raíces.
Sus hojas son de color verde grisáceo; y sus grandes flores, de color blanco o rosa, son similares a las de la pera o la manzana. Se da bien en regiones con períodos invernales definidos y crece bastante bien a lo largo de cercos, donde requiere pocos cuidados.
Los cuidados que necesita su cultivo para que sea agroecológico y orgánico son:
- Agua disponible siempre, más antes de florecer.
- Una faja para evitar hormigas en su tronco.
- Con jabón potásico, aceite de neem o un preparado de ajo, fumigar su flor antes de que se caiga y también la tierra su alrededor cada dos meses para lograr un fruto sano.
- Colgar de su tronco un atrapamosca.