Como la temperatura invernal promedio ha subido, el oídio pasó a ser una de las enfermedades fungosas más serias en las rosas. Aquí, las estrategias culturales, químicas, biológicas y orgánicas para controlarlo durante los meses de junio y julio.
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Junio y julio son dos meses de “reposo” en el jardín. Con la llegada de junio se establece el clima frío en la ciudad. Dado que las temperaturas bajan de manera ostensible, el jardín comienza a tener una fisonomía invernal, las plantas leñosas de follaje caduco transitan la plena caída de su follaje.
Más adelante, con la llegada de julio, los días empiezan a ser más largos, poco a poco, pero se nota. Cuando hay pleno sol y no hay viento, las temperaturas se atemperan, comienzan a florecer las llamadas especies tempranas, como la campanilla (Galanthus nivalis), los iris, el jazmín amarillo (Jasminum mesnyi), entre otras.
Pero justamente durante ese atemperamiento de julio, en los últimos años han ocurrido problemas con los rosales. A raíz del cambio climático incidente, la temperatura invernal promedio ha subido, y el oídio (Sphaerotheca pannosa) pasó a ser la más seria de las enfermedades fungosas de las rosas durante el invierno. Esta enfermedad reduce la producción de flores y causa un debilitamiento de las plantas. Ataca a todos los rosales, pero los Híbridos de Té son los más susceptibles.
Cómo actúa el hongo
Este hongo se disemina por el movimiento del aire, por esporas llamadas conidios, invisibles a simple vista. Cuando la espora se ubica sobre la superficie de la hoja, tallo o flor, posteriormente germina y se introduce en el tejido vegetal.
A diferencia de otros hongos patógenos, no necesita que la planta esté mojada para infectar, pues sus conidios contienen 70% de agua. La infección usualmente se lleva a cabo durante la noche. El hongo penetra la hoja con una estructura llamada haustorio (órgano succionador) que toma agua y nutrientes desde la planta.
Así va creciendo el micelio sobre la hoja y en dos o tres días se desarrollan nuevos conidios que son liberados durante el día. Estas esporas se dispersan en el ambiente y, si el clima es seco, rápidamente infectan otras plantas de rosas. Las esporas no viven largo tiempo y si no germinan sobre material vivo morirán en dos o tres días.
Estrategias para su control
A fortunadamente disponemos de varias estrategias para el control de esta enfermedad, las cuales pueden ser culturales, químicas, biológicas y orgánicas.
1. Culturales
Una técnica es la poda, en la que se eliminan aquellos tallos que manifiestan síntomas de la enfermedad. El material procedente de la poda debe ser enterrado o quemado.
Si se van a plantar nuevos rosales sería conveniente ubicarlos en lugares donde no haya fuertes corrientes de aire.
2. Químicas
Hay fungicidas en el mercado apropiados para controlar la enfermedad, llamados oidicidas, que aplicados en forma de aspersión pueden prevenir el ataque en plantas sanas. Sin embargo, hay un problema estético que es el manchado de hojas y flores del rosal.
3. Biológicas
El control biológico del oídio se da indirectamente, compitiendo por espacio y nutrientes, produciendo antibiosis, modificando las condiciones ambientales, incluso estimulando el crecimiento de plantas o induciendo la resistencia en la planta.
Sin embargo, estos bioplaguicidas solo representan el 5% del mercado de productos para protección de cultivos, a pesar de que existe una gran variedad de microorganismos potencialmente útiles como agentes de control biológico. Entre los más estudiados contra el oídio se encuentran Trichoderma spp. y Bacillus subtilis.
4. Orgánicas
Se trata de derivados de algunas partes o ingredientes activos de las plantas. Pueden ser muy eficaces, menos costosos, biodegradables y más seguros que sus equivalentes sintéticos. Para el control del oídio tiene muy buena acción el aceite de Melaleuca alternifolia, que se extrae por destilación al vapor de las hojas de este pequeño árbol originario de Australia.
LA NACION“Años atrás era impensado encontrar rosales afectados por oídio en pleno invierno, pero actualmente no solo es habitual observarlos sino que son más virulentos que los ataques estivales.”
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