En Cruz Grande, Córdoba, un publicista y un productor teatral se atrevieron a concretar el sueño de muchos: arte, inspiración y carácter en un jardín único y una casona de época.
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Hace más de 25 años Leo Menna y Carlos Martín Canale dejaron atrás su ajetreada vida en Buenos Aires y se instalaron en La Cumbre, Córdoba. Como parte de su cambio de hábitos, soltaron sus trabajos en producción teatral el primero y publicidad el segundo, para dedicarse de lleno al arte. Hoy Leo es ceramista y Carlos es artista visual.
Primero habitaron la que fuera la casa del escritor Manuel Mujica Lainez. “Teníamos nuestro propio jardín, que había formado parte de los jardines de Manucho, y nosotros lo reversionamos”, cuentan los artistas. Así que la jardinería se volvió un hobby y otra forma de volcar su creatividad.
En el año 2006 adquirieron “Mburucuyá”, su actual casa-jardín-taller en Cruz Grande. La casa fue construida por Mr. Hallahan, que luego la donó a una congregación de monjas que vivieron allí unos 70 años.
El corazón de la casa
La casa contaba con una galería amplia que cerraron con vidrio y hoy es el espacio más usado en el invierno. Por delante, una gran glicina existente encontró sostén en una nueva pérgola que conformó una “galería verde”, muy disfrutada en varios momentos del día.
El patio de la cocina solo contaba con el gran molle del centro y, a su alrededor, se fue armando un lugar para comer, cocinar, descansar bajo la sombra de una parra.
Un jardín secreto
Así, al jardín empezaron a darle forma a partir de lo que había, que estaba bastante abandonado, pero tenía una sugestiva base de árboles grandes y arbustos que fueron tomando formas netas a través de la poda. Cecilia Bridger, paisajista de la zona, los ayudó en los inicios y, fundamentalmente, los instó a probar, equivocarse y acertar.
“Es un jardín casi secreto, con rincones y espacios para disfrutar del silencio. Esos espacios y rincones fueron apareciendo solos, ya los había hecho la naturaleza”, definen los dueños.
Empezamos a darle forma al jardín a partir de lo que había, que estaba bastante abandonado
Una pirca con una puerta antigua tienta a pasar del otro lado donde se descubre un bosque; una obra del artista De Francesco incita a mirar más allá.
Varios espacios bajo la sombra con bancos o sillas permiten hacer un alto, detenerse y observar: aquí una planta de flor, allí un cubresuelo o una herbácea que toma protagonismo. Se manifiestan objetos, macetas o esculturas que imprimen ese toque artístico, esa pincelada que necesita cualquier jardín para tener personalidad. Los estanques fueron creados de cero por Carlos, quien se reconoce obsesionado por el agua.
“Los pájaros comen algún fruto en lo de un vecino y luego transportan las semillas aquí, es así como aparecen todo el tiempo sorpresas, especies que abonan las aves”, cuentan. Las plantas que más recomiendan son las nativas ya que el crudo invierno cordobés les enseñó que esas especies son las que permanecen en el tiempo. Y las salvias son definitivamente sus preferidas.
El lugar tiene la magia de la improvisación e invita a varios recorridos espontáneos.
En 2020, durante la pandemia, decidieron cerrar la galería Compañía de Arte que tenían en el centro de La Cumbre y trasladarla a su propio jardín. Donde originalmente había una pileta, y mediante una construcción en seco, lograron tener su nuevo espacio de arte diseñado por Carlos.
Allí conviven y dialogan piezas de cerámica, pintura y escultura, obra propia y de artistas amigos. “Mburucuyá” –nombre que heredaron de las hermanas que tenían allí su capilla y casa de retiros– es hoy una galería de arte, un hogar, un jardín que comulga con la naturaleza. Haciendo honor a la flor de la pasión, el lugar transmite la vehemencia y la belleza de todo aquello que eleva el espíritu.