Muchas de las especies originarias de Japón son muy populares y difundidas en la Argentina. Te contamos qué árboles, arbustos, herbáceas y trepadoras le van a dar a tu espacio el carácter de este país asiático.
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Japón tiene una relación especial con la naturaleza desde lo espiritual, que se refleja en los jardines, en el arte y en las recreaciones tradicionales. Es un país de 377.954 km² (algo más grande que la provincia de Buenos Aires), en el que tres cuartos de su superficie es montañosa y la habitan cerca de 127 millones de personas. Más de la mitad de su territorio está habitado por bosques.
Las montañas tienen vegetación arbórea natural desde determinada altura, la que actúa como reserva de flora. En este país también se le da valor a los árboles a partir de la creencia ancestral de que en los bosques habitan los dioses.
El archipiélago con cuatro islas principales y otras miles pequeñas forman una lonja de 3.000 kilómetros, lo que le da un amplio rango de latitud, lo que diferencia muchos hábitats. En el norte hay bosques de coníferas; a medida que se desciende, en latitud Sur, aparecen luego los árboles latifoliados, y en el sur subtropical existen hasta manglares.
Árboles
En Japón hay varios árboles nativos latifoliados (de hojas anchas y planas), algunos muy cultivados en la Argentina: el alcanforero (Cinnamomum camphora) o el ligustro (Ligustrum lucidum). Entre los de hoja caduca están la acacia de Constantinopla, la Albizia julibrissin, la Lagerstroemia indica, el Hibiscus syriacus y los caquis (Diospyros kaki).
Característicos del paisaje japonés son el Acer palmatum, el A. japonicum, el A. buergerianum, de intenso colorido otoñal. Especialmente el primero, con sus múltiples variedades, y el segundo son muy utilizados en nuestro país como árboles de jardines pequeños y patios. El Cercidiphyllum japonicum es un árbol poco frecuente para nosotros, de notable colorido otoñal.
Un capítulo aparte son los cerezos de flor o sakuras. “Sakura” es el nombre genérico que se da a Prunus de flor o adorno. El más emblemático es el Prunus x yedoensis, de flores rosa pálido y perfumadas, pero poco cultivado en nuestro país, por sus altas exigencias de frío para florecer. Más conocidos son el P. serrulata, de flores blancas a rosa subido, muchas veces dobles, y el P. campanulata, de flores generalmente péndulas, que florece desde fin de julio en parques como el Jardín Japonés de Buenos Aires.
Trepadoras y arbustos
Entre las trepadoras nativas de Japón hay una exquisita, la Akebia quinata, con sus flores primaverales de color y perfume a uvas, la madreselva (Lonicera japonica) que aquí puede tornarse invasora y las enamoradas del muro, tanto la Parthenocissus tricuspidata como el Ficus pumila.
Hay una glicina de origen japonés, la Wisteria floribunda, que a diferencia de la china y más conocida W. sinensis tiene larguísimas inflorescencias que pueden superar los 60 cm. El cultivar de flores dobles color violeta pertenece a esta especie.
Los jardines japoneses son ricos en tonalidades sutiles de verde y en arbustos “contenidos” mediante podas. Hay un boj, el Buxus microphylla, más pequeño que el Buxus sempervirens europeo. Ambos se hibridan y dan forma a muchos boj comerciales.
Las azaleas están presentes, como en el caso del Rhododendron simsii (sinónimo: Rhododendron indica) y forman parte importante de los jardines japoneses, inclusive también con modeladas podas.
Entre los arbustos está el Osmanthus fragrans con sus pequeñas y perfumadísimas flores, la mítica camelia (Camellia japonica), el jazmín del Cabo (Gardenia jasminoides), el popular azarero (Pittosporum tobira), la Skimmia japonica, la Ardisia crispa con sus frutos rojos en invierno, el Eleagnus pungens y la Nandina domestica con impronta de bambú, pero con flores blancas o frutos llamativos.
Otros arbustos nativos típicos de Japón son el Chaenomeles japonica (más pequeño que el Chaenomeles speciosa) que se expande dos metros y uno de altura y tiene flores de un color rojo anaranjado intenso; el Berberis thunbergii, con su follaje rojizo en otoño y sus flores amarillas en primavera en la especie tipo y sus múltiples cultivares de hojas coloridas todo el ciclo; la corona de novia (Spiraea cantoniensis) es originaria de la China y el Japón, mientras que la S. bumalda es un híbrido entre dos especies estrictamente japonesas. También encontramos la Kerria japonica, con sus pompones amarillos que aparecen antes que las hojas, la familiar hortensia (Hydrangea macrophylla) y la Hydrangea petiolaris, una hortensia trepadora. La lista es interminable: magnolias como la M. stellata, rosas como la R. rugosa, la Deutzia gracilis, el Viburnum carlesii, el Viburnum suspensum de hojas persistentes y el V. plicatum, de hojas caducas.
Un arbusto muy apreciado en Japón porque florece en los parques cuando los calores sofocantes se alejan es la Lespedeza bicolor. Otra planta icónica es la Cycas revoluta, originaria del sur de Japón y Java, ejemplo de planta primitiva.
Turno de herbáceas
Entre las herbáceas, tienen origen japonés el Platycodon grandiflorus, cuyo pimpollo parece un origami, y una orquídea terrestre, la rústica Bletilla striata. La azucena de la virgen (Lilium longiflora), muy cultivada en nuestros jardines, es de Japón. También el Lilium auratum, el L. igrinum (ahora Lilium lancifolium), y muchos de los liliums utilizados por los floristas. Hemerocalis como Hemerocallis fulva, iris como el Iris ensata -casi palustre- y el I. japonica, que a fines de invierno produce sus flores lilas con trazos amarillos.
También la flora nativa del archipiélago cuenta con muchas especies de hostas (Hostas seiboldiana, H. plantagineum), los liriope (L. muscaris), la Anemone japonica, Saxifraga stolonifera (antes S. sarmentosa), la Aucuba japonica.
“Bambú” es un término genérico para nombrar las cañas tropicales; son nativas de Japón la Phyllostachys reticulata (notable en su versión con cañas estriadas en amarillo), la conocida Phyllostachys aurea y el Pleioblastus fortunei.
En la cultura japonesa tienen importancia plantas que son originarias de China, pero no probadamente de Japón. Pueblos muy antiguos, devotos de las plantas y de las flores con miles de años de cultivo, realizaron intercambios que hacen que se desdibujen ciertas fronteras. Éste es el caso de los crisantemos, símbolo imperial, o el de los kiri (Paulownia tomentosa), cuya imagen estilizada es el ícono del gobierno japonés.
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