Silvina Antelo reside en Mar del Plata y se dedica a la producción de semillas orgánicas de herbáceas en su emprendimiento Savbia Semilla. En este clima marítimo nos cuenta de sus preferidas de invierno, que hacen vibrar y dan estructura al jardín en la temporada más fría
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Llegó el invierno y, con él, gran parte de nuestras herbáceas se toman un merecido descanso por tanta abundancia brindada durante el verano y el otoño. En este contexto, la premisa es el suelo. Así, son fundamentales los microorganismos encargados de sintetizar los nutrientes y minerales para que las raíces puedan absorberlos.
Es por eso que mi forma de trabajo radica en la mínima intervención dentro de los canteros de herbáceas de distintos ciclos de vida (anuales, bienales y perennes).
Solo se realiza un aireado de suelo y pocos movimientos y no se agrega sustrato, lo que le permite a la naturaleza manifestarse a pleno, ya que no realizo raleo de lo germinado.
Esto implica que varias herbáceas anuales de ciclo OIP (otoño, invierno y primavera) dejan caer sus semillas durante el verano para germinar, desarrollarse durante el otoño y florecer en el invierno.
Así es como nubes de orlayas en distintas alturas, espuelas de caballero, borrajas y erigerones hacen que mi invierno sea más benigno. Es importante recordar que no todos los sistemas radiculares de las herbáceas se encuentran en un alto, lo que mantendrá más activa la vida del suelo.
Varias son las opciones que nos regala la naturaleza para darle un poco de color y de estructura a nuestros canteros herbáceos.
El clima marítimo en el que cultivo permite que muchas plantas mantengan una buena estructura sin que las heladas las quemen, y otras florecen a fines de invierno, comienzos de la primavera.
Dentro del género de las salvias, la Salvia hierosolymitanaes la estrella. Durante el otoño y parte del invierno forma una roseta basal que llega a alcanzar más de 50 cm, con sus hojas ovadas gruesas y ligeramente pubescentes.
Sus inflorescencias color rojo vino aparecen desde finales del invierno hasta el fin de la primavera. Si se poda la primera floración, la induciremos a una segunda, menos fastuosa pero no menos interesante. Pleno sol o media sombra, buen drenaje y suelo poco abonado son las condiciones ideales.
Otra salvia a tener en cuenta es la Salvia scabra, de origen sudafricano. Su floración comienza en primavera, hasta el otoño, pero aquí –si quitamos continuamente sus flores secas– casi todo el año regala su floración sutil, de un celeste alilado. Se desarrolla en cualquier tipo de suelo (menos los encharcados) y las mejores floraciones se dan con pleno sol. Lo que no quita que también se desarrolle y florezca a media sombra.
Su altura de 50 cm aproximadamente la hace ideal para bordes de canteros y contenedores. Otra joyita invernal es la Ajania pacifica. Esta asterácea florece en otoño-invierno con llamativos pomponcitos amarillos en corimbos, que contrastan maravillosamente con sus hojas verdes grisáceas, aserradas y de borde blanco. Al finalizar la floración es requisito imprescindible podarla intensamente. Su altura es de 40 a 50 cm. Prefiere sol, buen drenaje y poco riego.
Todas las plantas mencionadas y muchísimas otras más hacen de nuestro invierno una estación más llevadera y atractiva hasta la explosión de la primavera.
Las herbáceas bulbosas son una opción para los canteros, pues sus órganos subterráneos se fueron adaptando para transitar situaciones adversas como frío, calores extremos, sequías, etc. Las podemos cultivar tanto en maceta como en suelo. Algunas de ellas son ideales para canteros ya que, mientras algunas herbáceas perennes caducifolias descansan, ellas están en plena etapa vegetativa.
La Bergenia cordifolia (hortensia de invierno) es infaltable, ya que su floración se da entre invierno y comienzo de primavera, con una altura de 30 a 50 cm. Resulta interesantísima por sus brillosas y grandes hojas.
Dada su procedencia (Asia central y Siberia), nuestros inviernos no la afectan. Sus requisitos son pocos: media sombra, suelo relativamente húmedo y la limpieza de hojas muertas desde la base.
Con el frío sus hojas se tornan rojizas y hay variedades de hojas color púrpura. Se cultiva tanto en suelo como en macetas, teniendo en cuenta el riego ya que un exceso de agua provocará la pudrición de sus rizomas.
Una de mis preferidas es la Chasmanthe floribunda, nativa de Sudáfrica. Esta especie alcanza una altura de 1,20 a 1,50 m, con hojas de 40 a 60 cm de largo y flores tubulares de color rojo anaranjado que nos recuerdan a las crocosmias, pero –a diferencia de ellas– sus varas florales son erectas, no péndulas. Desde que comienza a brotar hasta su floración final sigue resultando atractiva tanto ornamentalmente como por su función ecosistémica, puesto que los pájaros se alimentan de sus frutos. Su poder de resiembra es alto.
Los Iris germanica son una excelente opción, resisten el frío para comenzar a florecer a fin de invierno y en primavera. Son plantas herbáceas rizomatosas y con brindarles pleno sol y suelo seco será suficiente. Florecen en una amplia variedad de colores y si los acompañamos con las delicadas Myosotis (nomeolvides), tendremos protegido el suelo con cubierta vegetal viva.
LA NACIONNo está de más recordar la gran variedad de bulbos de floración de fin de invierno, comienzos de primavera que existen en el mercado.
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