En el paisaje idílico del sur argentino y con el eje puesto en la producción de semillas florales, apuntan a la biodiversidad, dictan talleres y reciben a turistas.
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En Las Golondrinas (Lago Puelo, Chubut), Pirén López Alaniz recuerda una historia que, como tantas, se inició con la pandemia. Por ese entonces, esta Lic. en Ciencias Biológicas estaba de regreso en el país después de una experiencia en Nueva Zelanda y una beca de posgrado en Bariloche, para estudiar hierbas nativas que colonizan ambientes disturbados por incendios y taludes. Decidida a regresar a sus pagos, estaba apenas comenzando a instalarse en la chacra familiar de su pareja, Simón Van Den Heede (técnico agrónomo), cuando se cerraron las fronteras. “Parte de nuestras cosas quedaron en la casa que alquilábamos. Podemos decir que empezamos a los tumbos”, cuenta. Hoy, su Jardín de Campo es todo menos improvisación.
-¿Cuál era su objetivo apenas llegaron a la chacra?
-Armar un vivero y hacer bolsones de verdura orgánica de reparto semanal. Y en el proceso de armar el jardín me fui copando con el mundo de las flores. En la zona había poca variedad de semillas, en especial del estilo cottage garden. Yo había trabajado en estudios de germinación y cultivo de especies nativas, y ello me animó a la nueva idea de producir semillas de flores. Comencé con pequeños canteros y bancales de la huerta. Las semillas iniciales las fui consiguiendo por internet y por amigos jardineros. Al año siguiente ya habíamos dado un salto de superficie. Convertimos parte del huerto a flores y fue un camino de ida.
-¿Qué les permitió crecer?
-Por un lado, Simón me ayudó mucho desarrollando máquinas para limpieza y procesamiento de semillas. Fui buscando información de zonas con un clima parecido al nuestro, para ver cómo podía adaptarlas a nuestro lugar. El uso de invernadero y el salto en superficie nos ayudó a expandir la comercialización. Además del cliente particular, vendemos a comercios, forrajerías, viveros. También nos ayudaron las redes, con Instagram nos hicimos conocer. Nos visitó gente y así incorporamos la propuesta agroturística, que fue muy enriquecedora. Ahora también estamos vendiendo ramos de flores, tanto frescas como secas.
-¿Qué flores tenés?
-Arranqué con 30 y ahora tengo más de 70. Priorizamos las anuales y tenemos perennes a menor escala. También ahora sumé flores secas, como statice y los cardos azules, que tienen pocas enfermedades, se bancan el frío, y con poca fertilización logran buen porte.
-¿Cuál fue la flor difícil, esa que no sabías si iba a nacer?
-Las dalias. Fueron un capricho. Me costó conseguir “papitas”, así que complementé el primer lote con plantas hechas a partir de semillas. Empezamos con los tubers en macetas usando una cama caliente elaborada por Simón, con resistencia eléctrica, para adelantar la temporada. Y después fue un mar de flores. En los talleres digo que uno trata de tener flores “caballito de batalla”, y después las que te cuestan más (en nuestro caso las sensibles al frío como dalias, celosías, zinnias).
-¿Cuál es el punto justo de cosecha de las semillas?
-Con muchas semillas es intuitivo, pero en general el fruto maduro se pone más dorado. Vamos tanteando, depende de cada flor. En ese momento cortamos con hoz, que se usaba tradicionalmente para el cereal, oreamos, armamos la gavilla y pasamos por un cilindro que separa los frutos y las semillas. El proceso final es la limpieza y las pruebas de calidad.
-¿Qué compost usás?
-Lo hacemos casero. Usando material marrón (rico en carbono), mezclado con material verde (rico en nitrógeno), y eso se arma en capas. Se remueve para que tenga oxígeno y se acelere el proceso. Así, volvés a entregar al suelo lo que te dio. La base de la agricultura amigable es cuidar el suelo. Algunas prácticas incluyen uso de mulch, cultivos de cobertura a contra estación, rotación de cultivos y abonos naturales.
-¿Cómo arman las praderas?
-Nos inspiramos en las “Praderas Pictóricas” (Pictorial Meadows). Usamos flores coloridas que, además de ser ornamentales, por su oferta de polen y néctar, son atractivas para los polinizadores como abejas, mariposas, etc. Es un estilo silvestre y naturalista. Vamos probando flores que andan bien juntas, y si queda muy denso, raleamos. Desde el paisajismo puede complementarse sumando gramíneas y flores perennes a sectores de praderas, lo cual es más sustentable a largo plazo.
-¿Cómo te definirías?
-Jardinera o chacarera. Bióloga soy siempre. Agradezco a mi carrera el método que me dio para armar un proyecto, organizarse y hacer las cosas lo más seriamente posible. Como jardinera disfruto de habitar el jardín y producir mis propios alimentos, para comprar lo menos posible en el supermercado. Y también soy docente. Nuestra manera de contagiar es a través de la divulgación. Porque, al fin y al cabo, cultivar un jardín es invitar a la naturaleza a que sea parte de tu hogar.
Jardín de Campo es un ejemplo de cómo el conocimiento, puesto al servicio de la naturaleza, puede ser transformador.
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Tienda de semillas: https://jardindecampo.mitiendanube.com/
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