Con un semillero en Tandil, donde se cultivan los híbridos experimentales, y un vivero demostrativo en San Miguel del Monte, Jimena Mc Allister cumplió su sueño de dedicarse a las rosas. Es un proyecto familiar que hoy ofrece un ciento por ciento de producción propia de rosales antiguos, además de algunas rosas especie y modernas tempranas.
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Jimena Mc Allister creció en el tranquilo pueblo de San Miguel del Monte, cursó Agronomía en Balcarce y finalmente se instaló en Tandil. De sus días como estudiante recuerda particularmente la pensión donde vivía.
“Amelia, su dueña, tenía un jardín de rosas que yo miraba desde la ventana a diario mientras estudiaba. Esa mujer dedicaba dos o tres horas por día al cuidado de sus rosas. En todas las estaciones había tareas que realizar”, rememora Jimena, sabiendo ahora que ese fue el puntapié inicial para su ambicioso proyecto.
Un día caluroso de enero, en el que había salido a monitorear girasol con su hijo mayor, volvió a su casa y le anunció a su marido que iba a dedicarse a las rosas antiguas, su verdadera pasión. Así, en 2009 le propuso a sus padres, Enrique y Teresa, iniciar juntos un emprendimiento en Monte, también con la ayuda de su amiga Ana Gherardi.
“En el invierno de 2010 plantamos los primeros 3000 pies de ‘Multiflora’ que le compramos a Cristel Vidal y Héctor, de quienes aprendí la técnica de injertado y atado, como así también muchas otras cuestiones prácticas del cultivo de rosas”. Luego de terminar de plantar a pala y rastrillo, Ana decidió que no iba a seguir en el emprendimiento porque tenía otras prioridades.
Actualmente Rosales Santa María cuenta con un semillero en Tandil y un vivero en Monte, y son cuatro personas trabajando, ya que en 2019 se sumó Rodo al equipo, quien se encargó de armar la campaña de venta online.
“Mis padres están en el día a día, yo desde siempre me ocupé de las variedades y la implementación de ensayos y pruebas a partir de los cuales vamos mejorando la producción”.
Las rosas –plantas injertadas y en raíz propia– se venden por un catálogo online que se actualiza cada año. “Durante cinco campañas, le compramos algunas plantas a Cristel para revender, porque obteníamos un 25% de eficiencia, un numero bajo y sobre todo frustrante para tanto trabajo. Pero actualmente solo vendemos de nuestra producción”.
Una rosa injertada tarda dos años en salir a la venta y durante ese tiempo se realizan prácticas para que la planta se desarrolle y alcance buenos estándares de calidad (estándares europeos o estadounidenses, ya que no hay un ente regulador en el país).
"Siempre plantar las rosas con acompañantes, ya sean herbáceas, aromáticas, anuales o suculentas. La asociación es más beneficiosa que perjudicial"
El punto final y decisivo es el repique de mayo, cuando las rosas se levantan del campo y pueden visualizarse sus raíces, que luego se podan y se acondicionan sumergiéndolas en un caldo fungicida-bactericida para luego formar atados que van a la tierra para la venta a raíz desnuda.
Es en ese momento cuando se realiza la selección y, además, se cataloga la variedad para subirla a la página web y actualizar el stock, que el cliente puede comprar a partir de junio.
"Mi planta preferida del vivero siempre fue ‘Red Nelly’, porque fue la primera rosa antigua que vi cuando la conocí a Cristel Vidal en San Pedro"
“Las plantas que tienen raíces enfermas, deformes o muy pobres las descartamos o las dejamos otro año más para que se críen mejor. Debo aclarar que hay variedades de rosas antiguas que son de lento establecimiento, y tardan al menos dos o tres años en obtener un buen tamaño”.
Las rosas antiguas en los canteros se comportan como arbustos de flor. La gran mayoría florece una sola vez, pero la floración es siempre espectacular y generosa. El manejo resulta sencillo y se ajusta a un calendario. Son plantas sanas cuyo follaje también regala una variedad muchas veces impensada en cuanto a recursos estéticos y de color en los canteros de diseño. Jimena está convencida de que, en un mundo que cada vez más va hacia lo naturalista y a las intervenciones conscientes y amigables con el entorno, ellas no pueden faltar debido a la gran cantidad de polinizadores que atraen
LA NACION