La joyería actual encuentra su cauce con estas piezas únicas, inspiradas en la naturaleza y con una fuerte impronta personal. Fernanda Zavaleta y otras tres artistas nos muestran su obra.
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Cada joya cuenta una historia. Es un material, un artista, una intención. Entre los materiales, el arte orfebre y el resultado, la inspiración juega un rol esencial. Eso entienden estas cuatro joyeras, cuya pasión se despierta con paisajes hechos de flores, macetas reproducidas en casa e infancias entre praderas. Todo se derrama en piezas logradas y únicas, cuyos clientes eligen una y otra vez: belleza natural en joyas contemporáneas de autor.
Mamba Rosa
“Mi camino en el diseño de accesorios comenzó un poco por causalidad”, cuenta Fernanda Zavaleta, de Mamba Rosa. “Empecé a experimentar con diferentes materiales y técnicas por mi cuenta, mientras realizaba un curso de orfebrería. Cada pieza que creaba me llevaba a aprender algo nuevo y a perfeccionar mis habilidades”, cuenta hoy la joyera.
“Mis ganas de hacer fueron los motores que me impulsaron a convertir mi pasión en mi profesión”, retoma la joyera, quien recuerda su infancia en el campo. En sus diseños, las formas, colores y texturas retoman eso que encuentra en flores, plantas y paisajes naturales. “Busco captar esa esencia y belleza de la naturaleza en piezas que transmitan esa misma sensación de asombro y admiración”, termina, e invita a disfrutar de sus piezas hechas a mano.
Almanova
El camino de Carola Morao de Jiménez como joyera se inició hace más de 20 años en Venezuela, su país natal. Por ese entonces ella trabajaba como arquitecta, y comenzó a estudiar técnicas de orfebrería y alta joyería. “En lo personal, creo que la arquitectura y la joyería celebran la habilidad humana de crear belleza perdurable desde lo tangible”, reflexiona. Hoy continúa estudiando y buscando técnicas que complementen su trabajo y la acompañen en su búsqueda de armonía de las formas y la atención al detalle.
“La naturaleza es una profunda inspiración para mí. Desde hojas, flores, ramas, corales y piedras, realzando sus características y celebrando lo hermoso de la imperfección”, relata. “Me encanta cultivar plantas, especialmente las bromelias. Esto enriqueció enormemente mi trabajo, desde la inspiración hasta la estética que se traduce en mis diseños. Busco que quien lleve una joya mía, además de generar admiración y asombro, sienta al portarla una experiencia estética”, concluye. “Mi joyería es un profundo halago al arte”.
Emilia i
Emilia Iavicoli estudió Bellas Artes, se recibió de maestra de dibujo y se dedicó a las artes plásticas muchos años. “Siempre tuve clara mi vocación por lo artístico, pero me faltaba encontrar la forma de que no fuera sólo un hobby, sino mi medio de vida”, cuenta hoy la joyera. Después de estudiar diseño gráfico, llegó a un taller de resina. “Supe que había encontrado ‘eso’ que había buscado durante tantos años”.
La joyera cuenta que disfruta mucho del contacto con la naturaleza, y es una fuente inagotable de inspiración para volcar en sus diseños, con su propia interpretación. “No tengo jardín, tengo una terraza pequeña con plantas que en su mayoría sembré y otras que reproduje desde un esqueje. Me encanta ese proceso, me parece magia”, amplía. “El mayor aprendizaje es mantener constante el proceso creativo/productivo y experimentar con distintos materiales, sin esperar que surja la idea perfecta. El juego de prueba y error de alguna manera termina funcionando”, concluye.
Septiembre
Mariela Platini inició su camino joyera en 1998, cuando empezó a trabajar en una empresa familiar de tradición joyera. “De la mano de su fundador y mi maestro, a quien recuerdo con mucho afecto, empecé a aprender lo que se convertiría en la pasión de mi carrera”, recuerda. Fue así como aprendió a valorar la industria nacional, a reconocer la dedicación que hay detrás de cada pieza, comprender la importancia del diseño y la calidad de los productos. “Ese enfoque en cada pieza se convirtió en una filosofía para mí, y hoy sigo aplicando esos principios en mi trabajo”, explica la joyera.
“Uno de los lugares preferidos de la casa de mi infancia era el parque”, recuerda. “Recuerdo la corona de novia como una de mis flores preferidas, y además florecía en septiembre, el mes de mi cumpleaños”, relata la joyera. Esta historia personal hoy sale a la luz en sus joyas. “Las flores son mi leitmotiv. Su belleza natural, su sutileza y romanticismo fueron, desde el comienzo, una fuente de inspiración. Pretendemos honrar la naturaleza y recrearla en piezas eternas y atemporales llenas de significado.” El material que prima es la plata 925, además reciclada, un consumo consciente que reduce el impacto ambiental y los desperdicios de fabricación. Y así, la historia cierra su círculo natural.