Conocida como Casa Rita, expone una original arquitectura que se fusiona con la vegetación, creando un escenario donde el lujo reside en la propia naturaleza que la rodea
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La casa se encuentra inmersa en una arboleda añosa, que fue respetada y hasta resaltada por el proyecto de arquitectura. La imponente construcción es despojada y se dispone alrededor de un patio interno que conecta espacios cubiertos y semicubiertos mediante rampas. Habilita un recorrido tan fluido entre todos los ambientes que borra los límites entre los interiores y exteriores con naturalidad. Así, el lujo es la propia naturaleza que abraza la arquitectura.
La vivienda fue implantada en el fondo del lote, para aprovechar el sol todo el día. Como resultado, se llega a la puerta principal a través de un recorrido con rampas que surcan el jardín.
El patio central se lleva todas las miradas: una forma atípica, una vegetación abundante, punto focal de todos los ámbitos de la casa. En la plantación de estilo agreste predominan las texturas y los tonos glaucos, inspirada –a pedido de la dueña de casa– en los jardines mediterráneos.
Se combinaron santolinas, beschornerias (Beschorneria yuccoides), pitosporum enanos, perovskias, salvias (Salvia greggii), romero, stipas y ejemplares de abedules como acento vertical. Pequeños senderos de corteza se adentran en el jardín, que también puede recorrerse por un camino de laja que acompaña la pared curva de la casa.
En los maceteros que escoltan las rampas se usaron vincas y, en sectores sombríos del fondo del terreno, se plantaron philodendros misioneros. Al ingresar, desde la calle comienza el recorrido con una rampa que va subiendo.
Lo primero que se visualiza hacia la izquierda es un moderno quincho anexado con la parrilla, con un piso de lajas calado de donde emerge un olivo. Allí se realizó un aterrazado que envuelve el sector construido con ladrillos donde se ubicó la huerta.
Aparece la primera rampa curva que abraza la pileta riñón diseñada por el arquitecto, que se encuentra en un nivel superior respecto de la primera parte del jardín. Un amplio plano de césped da descanso antes de retomar el recorrido entre plantas.
Las formas orgánicas, los materiales simples –hormigón, ladrillo y madera–, las rampas y los grandes ventanales definen la arquitectura. Las plantas de follajes grisáceos y de diferentes texturas conforman un entorno de abundancia y sutilezas que no hace más que ser parte vital del proyecto.
Arquitectura y paisajismo se retroalimentan y forman un sistema vivo, original y único. Un lugar para descubrir a cada paso. Quizás la soñada casa del bosque, o la visión de un laberinto personalísimo que abre infinitas posibilidades e interpretaciones
LA NACION