En nuestro país, siempre están presentes en arreglos florales pero paradójicamente son plantas poco valoradas. Pueblos como el de Japón la reverencian como símbolo de nobleza y felicidad.
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En Oriente, los crisantemos son símbolo de felicidad, longevidad e incluso los pétalos de sus flores forman parte de la gastronomía asiática. En nuestro país, a veces, los miramos de reojo. Sucede que en países como España, Francia e Italia —de gran influencia en nuestras tradiciones— su floración otoñal en noviembre coincide con el Día de los Muertos, celebración que honra a los difuntos. Naturalmente, eran muy utilizados en esa fecha, con la cual quedaron de alguna manera asociados. Así y todo, siempre están presentes en arreglos florales e incluso en macetas dentro del jardín.
Su magia persiste milenios y supera todos los escollos: son plantas que florecen en otoño, cuando el frío empieza a apagar las otras flores en el jardín, de manera “forzada” pueden florecer durante todo el año y por lo tanto la oferta y disponibilidad es continua. Son impresionantes la cantidad de variedades y su diversidad en formas y colores; es una planta de bajo costo que impone una presencia notoria en espacios grandes. Algo insoslayable a la hora de armar presupuestos de ambientación.
Son plantas herbáceas perennes, Chrysanthemum es el nombre del género, que proviene del griego y significa “flor de oro”. Al ser plantas de la familia de las Asteráceas, lo que parecen ser flores simples no son tales, sino que forman inflorescencias de innumerables unidades: un capítulo. Algunas de esas florcitas son bisexuales o hermafroditas, son las diminutas, por ejemplo las que forman el centro de los crisantemos simples con forma de margaritas.
Hay diversas clases de flores de crisantemos: desde pequeños pompones, hasta grandes cabezuelas, de más de 18 cm y plenas de “pétalos” ascendentes como raros peinados, o angostísimos y largos como en las variedades clasificadas como clase “araña”, “cepillo” o “cuchara”.
También están las formas tipo margarita, tan alegres con sus múltiples colores (las pequeñas son las que llamamos San Vicente) o como la anémona. Además, los colores son sorprendentes: amarillo, blanco, rojos, rosas, morados, colores terrosos o bronceados que hacen juego con las hojas otoñales… sólo falta el azul.
Costumbres orientales
En Japón, con devoción y técnicas minuciosas, logran darles formas sorprendentes. Símbolo nacional de este país, llega desde China en el siglo VIII. Aunque, según la leyenda, fue la primera de las flores que surgió del collar de Izanagi, el padre de los dioses.
Es en el siglo XIII cuando una estilización de esta flor de 16 pétalos fue adoptada como el símbolo de la familia imperial y aparece en la decoración de la ropa, espadas, estandartes y documentos oficiales. Trono del Crisantemo es el término que se da al trono japonés, la monarquía más antigua del mundo.
En la actualidad y a principios del mes de noviembre, en los jardines y templos de Tokyo, se preparan los Kiku Matsuri o Festival de Crisantemo. También a esa festividad se la suele llamar “de la felicidad”, pero hay una sutil diferencia: en realidad se dedica al crisantemo que representa a la felicidad.
Allí se pueden ver crisantemos de múltiples colores cultivados para adoptar sorprendentes formas. Mediante la poda, el pinzado y la conducción de sus dúctiles tallos sobre soportes se los transforma en largas cascadas de pequeñas flores (kangai).
Llamativamente sofisticada es la técnica para conformar una gran planta como una cúpula, con cientos de flores distribuidas en forma simétrica (ozukuri). La preparación lleva como mínimo un año de trabajo intensivo, mediante regulaciones de luz para que no se interrumpa el período vegetativo, cuidadas fertilizaciones, pinzados y soportes complejos.
Otro alarde de técnica que se expone en los Kiku Matsuri son los kiku ningyo: muñecos en tamaño real que representan las damas de la corte y personajes históricos vestidos con crisantemos.
No es todo lo que puede hacerse con esta planta; con mucho conocimiento y paciencia, los nobles crisantemos también pueden tratarse como poco longevos bonsáis.
Su cultivo
El cultivo del crisantemo es bastante sencillo, las plantas florecidas se pueden comprar todo el año. Se las puede utilizar como plantas de interior —como quien tiene un ramo de flores por un tiempo— y luego plantar afuera, terminada la floración. Cultivadas en el exterior, al otro año, retomarán su floración a fin del verano o en otoño. De todas maneras, están a la venta en florerías y en viveros casi todo el año, ya que basta proveerles doce horas de oscuridad (cubriendo los invernáculos si fuera necesario) por entre 8 y 12 semanas para estimular el inicio de la floración.
Temperatura ideal: se encuentra entre los 15 y 18°C, un clima templado. Sufren con temperaturas extremadamente altas o muy bajas, aunque hay cultivares del hemisferio norte que resisten fríos intensos. Para florecer bien en el exterior necesitan luz directa del sol al menos 4 horas al día; mejor si es de la mañana y están protegidas del sol del mediodía y el de las tardes del verano.
Suelo: debe tener buen drenaje, ser rico en nutrientes y permeable. El pH ideal es ligeramente ácido. En los suelos de Buenos Aires y alrededores —generalmente pesados— conviene hacer un hoyo bastante grande y agregar turba u otros elementos que lo alivianen y acidifiquen un poco.
Multiplicación: se da muy fácilmente por esquejes de 10 a 15 cm, tomados preferentemente cuando la planta no está en flor y plantados poco profundamente en un sustrato suelto, como tierra y perlita en partes iguales. En dos o tres semanas ya enraízan si se mantiene la humedad justa.
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