Las paisajistas Florencia Lagos y Magdalena Zerboni fueron las encargadas de darle vida a este jardín de estilo campestre en el norte bonaerense.
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Cuando las paisajistas llegaron por primera vez al campo la casa estaba recién en obra. En el lugar había algunos eucaliptus grandes, un níspero y algún que otro cítrico, todo lo demás era un gran espacio en blanco donde debían confluir casa de casero, galpón de herramientas y uso social, laguna, huerta, monte de frutales, corrales.
La casa es de estilo contemporáneo, de líneas simples, muy funcional y el jardín se aprecia desde todos los ambientes. Para resolver la elevación de la casa, de aproximadamente 80 centímetros, se plantearon terrazas que generan diferentes espacios de uso. Estas terrazas se contuvieron con la misma piedra utilizada en la arquitectura y se aprovechó la tierra que se extrajo para realizar la laguna para rellenarlas.
Para la entrada al campo se plantó una avenida de plátanos que luego se transforma en un camino curvo desde donde aparecen diferentes visuales del parque y la casa. Con el sobrante de tierra de la laguna también se generaron lomas contra la calle –para taparse del camino– y a los lados del acceso para dar movimiento y gracia al recorrido. Contra la calle se plantaron árboles, cortaderas y retamas, y los lados del camino se plantaron con pasto llorón (Eragrostis curvula) que aporta movimiento y textura.
El parque se trabajó en dos grandes etapas, entre 2009 y 2010. Muchas de las plantas se consiguieron en sus recorridas por los viveros productores de San Pedro.
Los canteros que están sobre las terrazas son grandes masas de una misma especie, como dietes, gauras, lavandas, rosas y gramíneas, y alrededor de la pileta se armaron canteros con variedad de salvias y flores de verano especialmente.
El patio de los olivos es la gran sorpresa. Desde afuera no se ve y se accede por una gran puerta ciega de madera, enmarcada por ejemplares de Acer palmatum y un mar de Pittosporum tobira ‘Nana’ que dan un marco verde a la construcción. Dentro hay un gran estanque central con variedad de nenúfares y un sector de pérgola que conecta con la cocina para comer al resguardo de los vientos.
Todas las habitaciones de la casa dan internamente a este patio que tiene, además, una plantación suelta de herbáceas y arbustos que lo descontracturan y aportan color y perfume a lo largo de las estaciones. Entre las especies hay un gran floripón, calas, salvias (Salvia guaranitica, S. leucantha), buxus, ceratostigmas, romeros rastreros y erigerón que fue colonizando la piedra.
En cuanto a los árboles, se buscó armar una estructura siempre verde de especies persistentes, como cipreses, pinos (Pinus elliottii), casuarinas y olivos. Y luego una gran variedad de especies caducas que aportan colores otoñales y diferentes texturas, como robles palustres, Gleditsia ‘Sunburst’, fresnos, taxodiums y tilos. Para los márgenes de la laguna se eligieron ceibos, sauces, álamos y robles, y hoy es un placer ver las bandadas de patos que la visitan.
Los dueños de casa trabajaron en equipo con las paisajistas y son quienes cuidan el jardín con entusiasmo desde el primer día.