En invierno, las plantas de interior deben sobrevivir en un ambiente modificado, donde la temperatura y la humedad relativa del aire son diferentes a las del exterior.
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Durante el invierno, las plantas de interior están bajo estrés ambiental, con pocas horas de luz, alta temperatura y baja humedad del aire, por lo cual son especialmente susceptibles a las lesiones por insectos y ácaros.
“A veces, con solo lavar la planta periódicamente con un chorro vigoroso de agua pueden controlarse plagas en las plantas de interior. Esto es especialmente eficaz para arañuelas y áfidos, que son más fáciles de quitar”, recomienda Carlos Boschi, ingeniero agrónomo y profesor adjunto de la Facultad de Agronomía (UBA).
En invierno es importante regular el riego, ya que un sustrato con exceso de humedad favorece el desarrollo de problemas con moscas del mantillo.
Los jabones insecticidas (sales potásicas de ácidos grasos) son uno de los insecticidas más comunes disponibles para las plantas de interior. Se utilizan como rocíos y pueden ayudar a controlar muchos insectos y arañuelas de plantas de interior.
La mosca blanca es incapaz de sobrevivir el invierno al aire libre, por lo cual en este período sólo se las observa en plantas de interior
Los rocíos diluidos de aceites (destilados del petróleo, aceites minerales) son algunos de los insecticidas más útiles para las plagas de plantas de interior, capaces de controlar cochinillas, moscas blancas jóvenes y arañuelas. Son aceites altamente refinados que actúan principalmente por sofocación.
Algunos insecticidas de plantas de interior son derivados de extractos de semillas de la planta neem, un árbol común en muchas zonas tropicales. La semilla tiene compuestos que estorban el crecimiento de insectos y es útil para controlar las moscas blancas en desarrollo y algunos otros insectos.
Hay que tener cuidado con insecticidas sistémicos, ya que son absorbidos por las plantas. Los que se utilizan en plantas de interior deben ser exclusivamente gránulos (para evitar intoxicaciones). Se aplican sobre el sustrato para que lo absorban las raíces.
LA NACION