En el valle de Trevelin encontramos la segunda bodega más austral del mundo. Además de sus viñedos –de cultivo totalmente orgánico–, tienen un restaurante, una huerta y casas de huéspedes para turismo.
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Casa Yagüe es un proyecto familiar ubicado en un paraíso natural, rodeado de montañas, al lado del Parque Nacional Los Alerces y a orillas del río Futaleufú. Amantes del campo y la naturaleza, Marcelo Yagüe, Patricia Ferrari y sus hijas se establecieron en el valle en 2004.
“Cuando fuimos a ver el lugar, ya imaginamos el proyecto, aun sabiendo que teníamos tanto trabajo por delante. Lo convertimos en nuestro hobby y en nuestra pasión, sobre todo la tarea de plantar árboles, mejorar las pasturas y crear paisaje, construir las casas, los viñedos... Ante lo imposible, nos inspiramos”, cuenta Patricia.
El jardín se fue armando de a poco, a lo largo de estos 18 años. “Hacer un jardín rural en el campo requiere de paciencia y tiempo, y más aun en nuestro clima patagónico. Vientos y heladas son una constante, lo cual implica hacer muchas pruebas de plantas, ir variando las especies y encontrar el lugar para cada una”, explica la dueña de casa, ya notable jardinera. Con un manejo muy cuidado y ecológico, el jardín fue tomando forma y se destaca en la época cálida.
"Trabajamos movidos por el pensamiento de que la belleza es fundamental para la vida. Crear belleza es darle sentido a la vida, es inspirarse y también inspirar a otros. Es creer que nada es imposible."
En 2014 plantaron la primera hectárea de vides y recorrieron diversas zonas de Argentina y del mundo para visitar otros viñedos y productores, generando lazos, compartiendo experiencias, conociendo enólogos.
“Fuimos a Italia para aprender la poda de respeto, trabajando sobre la longevidad de las plantas y pensando en la nobleza de la vid y la continuidad de generación en generación. Creemos que un buen vino empieza en un viñedo sano y feliz, cuidando cada planta y lo que esperamos de ella.”
Finalmente, en 2018 construyeron la Bodega Casa Yagüe, donde producen y elaboran sus propios vinos. Hoy, la superficie plantada es de casi 6 hectáreas, con un total aproximado de unas 26.000 plantas.
El diseño de la plantación priorizó la orientación Norte-Sur para una exposición óptima y se armaron lagunas para instalar las bombas de riego para protección por irrigación antihelada.Sus cepas incluyen chardonnay, sauvignon blanc, semillón y marsanne como uvas blancas (con un gran perfil aromático y muy buena acidez); y cabernet franc (el más austral del mundo) y pinot noir como uvas tintas.
Son vinos naturales que responden a un cultivo orgánico y con prácticas biodinámicas. Realizan un manejo holístico en toda la chacra. Tienen un plantel de vacas de cabaña Angus, con manejo de ganadería regenerativa, y una pequeña cantidad de ovejas. Utilizan el abono de estos animales para las plantas, productos orgánicos y preparados biodinámicos. Realizan su propio compost y reciclan todo lo posible para acercarse al concepto de basura cero.
“Todos los trabajos conviven generando armonía en nuestro ecosistema. Utilizamos agua de montaña purificada con ozono para la bodega, que además se puede beber en el restaurante”.
A finales de 2020 incorporaron el turismo. “De a poco fuimos proyectando infraestructura para recibir visitantes que querían conocer nuestro lugar, el viñedo e incluso alojarse, para una experiencia de vida en el campo en nuestras pequeñas casas, diseñadas con calidez para recibirlos.
El río Futaleufú nos permite tener también actividades de navegación y pesca deportiva. Contamos con una piscina y las lagunas interiores para disfrutar en un entorno natural único”. Las cabañas para huéspedes (Casa Bodega, Casa Deck y Casa Huerta) conservan su propio jardín y privacidad.
La bodega se presenta como núcleo central y su espacio semicubierto para “tasting” tiene vistas al viñedo. A la propuesta sumaron un restaurante cuyo concepto es ofrecer todo lo que crece en su huerta, conformada por un invernáculo y ahora también un huerto exterior.
Allí crecen espinaca, rúcula, variedades de lechugas y radicchio, kale, rabanitos, porotos, ciboulette, zapallos, tomates. Además, tienen flores comestibles (violetas, pensamientos, caléndulas, lavandas, tacos de reina) y muchas hierbas, como romero, salvia, eneldo, hinojo, anís, boldo, variedades de menta, diferentes tomillos, perejil, cilantro.
Hay un sector de viñedo dentro de la huerta, plantas de frambuesas, corintos, grosellas, cassis y árboles frutales. “Nuestro concepto es ir en la dirección de la huerta a la mesa, con una cocina de producto, espontánea, con nuevas ideas que siempre vengan de la inspiración de la tierra y la recolección de todo el jardín”.
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