Luego de estudiar agronomía, ella encontró su pasión en diseñar jardines, un lugar donde los errores son parte del aprendizaje. En esta entrevista muestra su jardín y cuenta su experiencia
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Carolina Pell estudió Agronomía y de a poco fue volcándose al paisajismo. Su espíritu de investigadora la llevó a profundizar sus conocimientos junto a renombrados paisajistas nacionales e internacionales. Sin embargo, se define, en esencia, autodidacta. Es que la práctica en el propio jardín es donde realmente encuentra anclaje su conocimiento.
Definí tu jardín en pocas líneas.
Busco que mi jardín sea sencillo, alegre y sin pretensiones. Los primeros años de mi vida me crie en un campo en Las Flores, Provincia de Buenos Aires, y no quiero perder nunca ese espíritu silvestre y libre. No me gusta seguir modas, y aunque disfrute del cambio, hay algo en lo atemporal que me atrae: cuando un sector del jardín me enamora igual que el primer día, me siento feliz. A mi jardín lo cuido sola; él me permite ser su guardiana. Entre ambos tenemos esa confidencia forjada en mis recorridas diarias con mate en mano, en las que nos contamos nuestros secretos.
¿Lo empezaste con un diseño previo o fuiste armándolo a lo largo de los años?
Fui haciendo el jardín sin prisa, pero sin pausa. Lo que empezó siendo césped y cerco perimetral de arbustos, primer paso para colonizar este lote de 1100 metros, fue dando paso a canteros, senderos de binder, arcos con rosales trepadores, y así se fueron definiendo sectores.
El jardín tal cual se ve hoy no tiene más de cuatro años, y algunas partes no más de dos. Proyecto las cosas en mi mente (jamás un plano para mi jardín) y de golpe lo armo de un día para el otro. Creo que la clave está en observar mucho un sector, y solito toma forma, descubre su uso y sus detalles de plantas o materialidad. Y luego recién se materializa, pasa al mundo de la forma.
¿Hay diferentes espacios? ¿Cuáles?
Hoy el “jardín” es la sumatoria de muchos jardines: hay al menos cuatro patios que varían su uso en cada estación del año, un lugar de huerta y frutales, un “laboratorio” de dalias, un sotobosque y rincón de bulbos de invierno, un pasaje de sombra, canteros silvestres, un estanque, en fin…
¿Tiene un estilo definido? ¿Cuál?
En general no me gusta que mi jardín responda a la pregunta: ¿qué estilo es? No tengo miedo a la mezcla, disfruto de la libertad total de las combinaciones, de pasar de la selva a la costa amalfitana.
¿Te inspiraste en algo para diseñarlo?
En general, podría decir que la casa tiene una fuerte impronta de la Provenza, y poco a poco fui cosiendo eso al jardín. Me declaro enamorada sin remedio de la vegetación de tipo mediterránea o esteparia, no puedo evitarlo, tengo predilección por ese tipo de paisaje.
Mientras realizaba ensayos en Chubut, en plena estepa patagónica, aquel paisaje me atrapó. En esa aparente austeridad estaba velada una riquísima biodiversidad y un sinfín de estrategias para vivir en esas duras condiciones climáticas. Fue así como, en esa fisionomía sencilla, desprovista de excesos, en ese silencio, encontré un diálogo maravilloso entre la vegetación y mi versión más agreste.
Tal vez lo que hago hoy es mirar un lugar, cómo se organizan las especies (si en grupos o aisladas), y algo de eso lo traigo al jardín. Ver en lo cotidiano eso que refleja lo natural me gusta mucho. Pero sin quedarme solamente en una estética naturalista, me interesa que también haya ecología: el jardín como refugio de insectos, aves y otros animales que hacen del jardín su hogar.
¿Cómo evolucionó y por qué razones?
Aunque nunca hice planos del jardín, creo que la idea general que sigo siempre es usar plantas que se complementen entre sí, con los mismos requerimientos de agua, suelo y sol.
Planto con alta densidad para dejar el suelo cubierto, esto me parece fundamental para proteger sus microorganismos, e intento que las plantas elegidas cumplan ciclos distintos, es decir, que no florezcan solo en primavera o verano, sino en infinitos micromomentos; que tengan formas y hábitos diferentes, puesto que esto enriquece la convivencia entre ellas. Y todo con el fin último de tener siempre algo activo o en flor en cada momento del año.
Suelo estar observando qué combinación funciona mejor: esa planta que descansa en invierno, o entra en dormición, da lugar a un bulbo de ciclo frío, que atraviesa esa trama sin problemas al brotar, utiliza los recursos que la otra no está aprovechando en esa ventana de tiempo. Se duplican las posibilidades y eso me parece maravilloso. ¡Donde entraba una solita, ahora entran más! El suelo es un gran anfitrión, con los invitados correctos, claro.
¿Considerás que tu jardín es un reflejo de tu personalidad? ¿Cómo?
Detesto la monotonía, esto me lleva casi compulsivamente a cambiar gran parte de los canteros cada año. No es que no me guste lo que hice, pero creo que respondo a un impulso migratorio, como las golondrinas, cada año tiene que traer un cambio. Mi jardín, descubrí, es total reflejo de mi personalidad, funcionamos como una unidad. Los ritmos, las pausas, los cambios, me guste o no, la representa. Y cuando logro reconectarme, lo reorganizo y se pone a tono la sinfonía.
¿Considerás que tu espacio es un “centro de experimentación”?
No me preocupa el ensayo y error, porque aquí es donde aprendo, de las plantas, de diseño, de la vida. Es un centro de experimentación.
¿Qué diferencia tu jardín de los jardines que hacés para tus clientes?
Mi intención es lograr que cada cliente descubra su jardín propio. No puedo evitar tener un estilo definido, aunque sea un mix total, porque fue consolidándose con el correr del tiempo. Siempre habrá algo de natural y espontáneo, siempre habrá algún aire mediterráneo, siempre recorridos y sectores a descubrir.
Pero lo que más disfruto a la hora de diseñar para los clientes es hacer jardines que sean para ellos, donde se sientan cómodos, interpretar sus gustos y necesidades. Esto hace que luego lo sientan propio y no como de “exhibición”, adaptado al tiempo que puedan dedicarle a cuidarlo. Adoro ver cómo le van sumando luego elementos nuevos, o redefiniendo usos, cómo evolucionan esos proyectos en el tiempo.
¿Tenés un próximo desafío para tu jardín?
En los próximos meses encaro todo un recorrido de pérgola y vides, como túneles que te llevan a las terrazas soleadas, donde te esperarán un invernadero hecho a partir de aberturas recicladas de mi casa, macetas con frutales y algún sector para mirar el atardecer. En cuanto a la pileta, por suerte logré la difícil tarea de convencer a mi familia de transformarla en biopiscina, así que ¡hacia allá vamos!
Aprendí con Cristóbal Elgueta, que es genio en este tema, y utilizó mi pileta como ejercicio práctico en uno de los cursos, por lo que ya está el plano listo. Queda poner manos a la obra.
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