El edificio de 828 metros de altura tuvo su inspiración en una planta bulbosa conocida como lirio araña por la forma de la flor.
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Mohammed Al Maktoum es el emir de Dubái desde 2006 y vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos. Estudió en Cambridge, se casó dos veces –la segunda con la hija del rey Hussein de Jordania–, tuvo veintiún hijos y la firme determinación de refundar Dubái, una aldea de beduinos nómades en los años de su abuelo. Su fortuna personal de 12.000 millones de dólares le permitió cumplir sus deseos sin acudir a un genio de la lámpara. El Sheik soñaba con convertir a Dubái en una meca para los negocios y el turismo.
“Quiero el edificio más alto del mundo, que se eleve al cielo como un estilete y brille como un diamante”. Y con un chasquido de dedos, el jeque tuvo su Burj Khalifa, que significa la “torre del califa”, autoridad religiosa de los musulmanes, y que se inauguró el día del cuarto aniversario de su coronación, en 2010.
La torre cubierta con 26.000 paneles de vidrio y marcos de acero brilla de día y de noche, como un monumento omnipresente a la voluntad del sheik, y es definitivamente el ombligo de la ciudad. A su alrededor se desarrolló el downtown con otros edificios que desafían la gravedad y la avenida principal Sheik Zayed por donde corre el impresionante metro aéreo conducido automáticamente.
Pero esta torre perfecta que se hinca en el cielo y transmite poder masculino necesitó de la armonía femenina de la Hymenocallis littoralis, una flor del desierto que inspiró su diseño. La base del Burj Khalifa replica la forma geométrica de esta flor blanca cultivada en los Emiratos y en la India.
Se trata de una flor con seis tépalos (sépalos del mismo color que los pétalos) largos y finos, que se extienden desde el corazón redondeado y que le valieron el nombre de “lirio araña”. Existen más de cincuenta variedades de Hymenocallis y algunas de ellas son endémicas de ciertas regiones.
Los 828 metros del Burj Khalifa que duplican el Empire State y la convierten en la torre más alta del mundo, necesitaban de una base muy importante y sólida. Fue el arquitecto inglés Adrian Smith, del estudio Skidmore, Owings & Merril, quien encontró en la poética Hymenocallis y sus proporciones perfectas, la idea principal para diseñar la estructura en forma de Y. Un croquis del edificio visto desde arriba, presenta tres alas (los “tépalos”) que se extienden desde el núcleo y se elevan varios pisos acompañando y sosteniendo a la torre central que se eleva al cielo, llega a los 160 pisos y termina en una antena.
En tierra, el edificio está rodeado por una enorme explanada con una gran fuente, más de cien restaurantes y el Dubái Mall, uno de los shoppings más grandes y lujosos del mundo con una superficie equivalente a cincuenta canchas de fútbol. La fuente ofrece un show de aguas danzantes que se elevan 150 metros y se repite cada media hora.
La fuerza de una flor que despliega su belleza en pleno desierto es tal vez una metáfora perfecta del poderío árabe.
El edificio prodigio alberga al hotel Armani y 144 residencias de la marca italiana entre los pisos 9 y 16, además de departamentos de lujo, oficinas, cuatro piscinas, varios spas y gimnasios y salones de eventos.
El observatorio abierto al público está en el piso 122. El atardecer es un buen momento para subir, cuando la ciudad comienza a iluminarse y el show de aguas y luces de la fuente se aprecian especialmente. De día, desde esta altura de cabina de avión es posible comprender Dubái con un giro de cabeza: a la derecha se ve el desierto que la acosa y a la izquierda, en el mar turquesa del golfo Pérsico, otro de los deseos del Al Maktoum, la torre del hotel Burj Al Arab que parece un barco anclado en el agua, a 270 metros de la orilla.