El espacio público es fundamental para las dinámicas sociales, económicas y ambientales, priorizando siempre la calidad de vida de los habitantes.
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La agenda urbana de los últimos años propone que, en términos de sustentabilidad, las ciudades deben favorecer la densidad poblacional (concentrar mayor cantidad de gente en menor cantidad de tierra). El clásico modelo de la ciudad americana en que se planteaba un territorio extenso con diferentes centros urbanos conectados por movilidad (conocido como sprawl) colapsa luego de la revolución industrial.
Crecer en territorio implica crecer en infraestructura para alimentar a menos personas; en definitiva, menos sostenible. “La Ciudad de Buenos Aires es todo lo contrario a eso. Es un territorio de 201 km² con gran densidad de población. El desafío aquí refiere a la calidad. Que esa gente viva bien”, define Álvaro García Resta, quien hoy se desempeña como secretario de Desarrollo Urbano del gobierno porteño.
Para que el desarrollo urbano sea sostenible debe tener una mirada antropológica del urbanismo.
La ciudad es la expresión física de la vida de la gente, es decir, el escenario donde se expresa físicamente en una determinada época y en un determinado lugar.
Así, los rituales de las personas hacen a la transformación del espacio donde viven. También es importante considerar que el espacio público no es solo un dispositivo ambiental, sino también social y económico. Y la sustentabilidad debe atravesar todos los ámbitos.
“Para ello, es fundamental crear herramientas e instrumentos urbanísticos que generen una buena política pública, pero además una política pública que se sostenga en el tiempo”.
Las ciudades consolidadas como Buenos Aires no tienen espacio vacante, no existe el espacio vacío. Si se representa la ciudad en dos colores, expresando en negro lo privado y en blanco lo público (conocido como plano de Nolli), queda claro que “todo es de todos o de alguien en particular”.
En busca de sumar calidad y cantidad del espacio público, el desafío es tener herramientas innovadoras que generen articulación público-privada de manera solidaria, transparente, abierta. “Para ello, nosotros creamos y gestionamos en este tiempo dos herramientas fundamentales: el Convenio Urbanístico y la Ley de Permuta”, explica Álvaro.
El Convenio Urbanístico es la articulación público-privada que tiene una contraprestación equivalente. Un ejemplo es la ex Ciudad Deportiva de Boca, un proyecto privado en 70 hectáreas frente al río (diseñado por el Estudio Mc Cormack Asociados) del cual, a través del convenio, se recuperaron al dominio público unas 50 hectáreas para realizar un gran parque.
La Ley de Permuta consiste en el intercambio de terrenos, equivalentes económicamente. Un ejemplo es el caso de Manzana 66, en el barrio de Balvanera, que en 2018 se recuperó al dominio público para crear una plaza vecinal (diseñada por Pablo Siquier). A cambio, el gobierno ofreció al dueño una parcela en Saavedra de menor tamaño, pero con posibilidad de construir en altura.
La creación de FoDUS (Fondo de Desarrollo Urbano Sostenible) permite que todo lo que produzca el desarrollo de la ciudad a través de los convenios urbanísticos llegue a un fondo económico que servirá para generar más desarrollo urbano y completar así el círculo de lo sostenible. “De aquí se desprende toda la lógica del plan de recuperación del Microcentro, por ejemplo”.
En los últimos dos años la Ciudad de Buenos Aires recuperó cerca de 100 hectáreas para nuevos espacios verdes como dispositivo ambiental. Pero también ha transformado otras 100 existentes y sumado calidad a la vida de la gente.
Un ejemplo es la Plaza Houssay, ubicada entre las facultades de Economía, Medicina, Farmacia y Odontología de la UBA, que es hoy un centro recreativo, cultural, comercial y gastronómico. Otro ejemplo en el proyecto Parque de la Estación, en los terrenos de la Estación Once de Septiembre del Ferrocarril Sarmiento, hoy transformados también en un dispositivo social, ambiental y cultural.
No hay dudas de qué es la sustentabilidad, el gran reto siempre es cómo llevar los conceptos a proyectos concretos. “Y en el medio hay un desafío en el cambio cultural producto de nuestra coyuntura, porque en esta región la crisis ambiental no es tan evidente, no está a simple vista. A la gente le cuesta incorporar hábitos en su vida cotidiana tendientes a ser amigables con el medio ambiente”.
La concientización está en foco. Los comportamientos individual y comunitario también exigen una mirada sustentable, un equilibrio entre la productividad, la búsqueda del bienestar y los recursos disponibles.
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