Betina Kühlcke junto con su marido Cristian Schaefer decidieron transformar su parque en una galería a cielo abierto. Te invitamos a recorrerlo en esta nota.
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Desde 1986 se fueron plantando árboles sin planificación en un predio de 4 hectáreas. Pero sus estudios en horticultura, jardinería y paisajismo llevaron a la dueña de casa, Betina Kühlcke, a desarrollar y ampliar el parque de la mano de la paisajista Elsita Schulte, hasta convertirlo en lo que es hoy, un paseo entre senderos y esculturas, una galería a cielo abierto y espacio de intercambio de artistas en plena pampa argentina.
El proyecto incluía la ampliación a 10 hectáreas, trasplante de los ejemplares existentes, creación de abras y un parque lineal de árboles autóctonos para resguardo del predio en uno de los lados. Otra etapa se inició cuando se decidió recuperar el pastizal y crear caminos cortando el pasto. Hoy está pensado como espacio para refugio de flora y fauna autóctonas que están siendo desplazadas por la agricultura.
No se agregaron especies, solo se dejan sorprender por las que aparecen espontáneamente en cada temporada. “Es un espacio donde gente no tan conectada con la naturaleza puede experimentar un contacto con nuevas formas de paisajismo, también tomar conciencia de la diferencia entre agricultura y naturaleza”, define Betina.
“En 2012 el curso de Jardines Sanadores de Clare Cooper Marcus en Chicago me abrió un nuevo horizonte, profundizando la comprensión del poder de la naturaleza en relación con la salud humana”. El otro pilar en su vida es la conexión con el arte, por lo que surgió la idea de darle un lugar en el proyecto.
Fortalecida por una visita al Parque Inhotim en Belo Horizonte primero y luego a otras instituciones parecidas en Europa y Estados Unidos, la visión de unir arte y naturaleza en su campo de San Antonio de Areco fue tomando forma. “Comencé a imaginarme los pastizales recorridos por caminos de césped cortado y poblado de esculturas, y una sala que albergara pinturas y otras obras no aptas para la intemperie”.
Y luego surgió el nombre: una combinación de la leyenda hindú que dice que al principio el árbol tenía sus raíces en el cielo y por ellas bajaba la inspiración hasta las hojas en la tierra, y su conexión con el firmamento con infinidad de estrellas, especialmente la constelación de Orión. “Una de las estrellas me recuerda momentos entrañables y tiene este nombre sonoro y bello, Bellatrix”.
Así, el arte se relaciona con la naturaleza y estéticamente se inserta en el paisaje. “Más que obras, seleccionamos artistas, con los que trabajamos sobre ideas; muchas veces las obras son series, y se originan luego de visitar el campo y de conversaciones hasta que la idea toma su forma definitiva. Los artistas forman parte del proyecto y son argentinos. Virginia Zanovello de Cavalli es con quien desarrollamos la curaduría original de las obras de arte”, comentan los fundadores del proyecto.
Hay obras de Nadia Guthmann, Edgardo Madanes, Gerardo Wohlgemuth, Juan Pablo Marturano, Desirée De Ridder, entre tantos otros artistas. La obra misma parece elegir el lugar o el entorno parece completar la obra. Una comunión que se logra gracias a la sensibilidad de quienes presentan el escenario y aquellos que lo interpretan.
Un verdadero proyecto interdisciplinario al que se sumaron los arquitectos a cargo del diseño de los edificios, Mariana Cavalli y Máximo Sánchez Granel. “Los mismos arquitectos también realizaron los planos del gran silo que resultó ser la obra vedette del recorrido por el parque, ya que se destaca por su tamaño, las vistas que ofrece desde la rampa que lleva hasta la punta y por la obra imponente de Edgardo Madanes que aloja”.
Un gran gallinero en desuso fue refaccionado para establecer las oficinas, un lugar para comidas sencillas –con ingredientes de su huerta, el gallinero y el campo– y también para dictar charlas y talleres. Un bosque de casuarinas atravesado por una pasarela separa al gallinero de la Galería de las Casuarinas, que alberga las obras que no pueden estar a la intemperie, una biblioteca y la trastienda. “Estamos ansiosos de realizar eventos culturales como charlas, seminarios de arte y eventos de música y danza en este lugar. La idea es abrir el espacio al público en ciertos días y recibir grupos reducidos para acompañar y compartirlo con ellos, cuando la pandemia lo permita”.