Te contamos los secretos de un género que comprende unas setenta especies y que, al inicio de la estación, rompe con la monotonía del verde y regala una sinfonía de tonalidades.
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Al evocar los jardines de sombra parcial, la imagen que surge es de espacios donde los distintos tonos de verde y las texturas son la característica dominante, con algunas plantas de flor en distintas épocas del año. Al llegar octubre, esas zonas del jardín pueden llenarse de color con la floración de las aquilegias, comúnmente también llamadas “colombinas” o “aguileñas”. Son plantas de la familia Ranunculáceas, que comprenden herbáceas siempreverdes que se encuentran en todas las zonas templadas de Europa, Asia y América.
Forman bonitas rosetas de follaje color verde claro o verde glauco, con hojas de largos pecíolos, compuestas, trilobuladas, desde donde surgen las densas ramas de flor, que pueden superar los 60 cm. Las flores son hermafroditas (los órganos de reproducción masculina y femenina están sobre la misma flor), formadas por cinco sépalos que rodean una corola con cinco pétalos que se cierran en su base y generan una característica protuberancia llamada espuela; esta, según la especie, puede ser más o menos desarrollada y en las plantas que presentan la flor péndula queda vuelta hacia arriba. Son flores ricas en néctar y atraen a los abejorros, que llevan de flor en flor el polen ofrecido en los estambres.
Ya en nuestro país, las primeras aquilegias fueron las Aquilegia vulgaris, cuyas semillas seguramente llegaron con los inmigrantes. En general monocromáticas, de color violeta o rosadas, o en combinación de esos tonos con blanco, recibían el nombre común de “clérigos”. Los sépalos más pequeños y las espuelas cortas marcan la diferencia de tamaño con las variedades de aparición posterior. Dada la facilidad con que estas plantas se hibridan, es difícil definir la variedad a la que pertenecen las aquilegias introducidas más tarde, aunque posiblemente sean de origen americano por sus características. Se las puede encontrar en diferentes y bellas combinaciones de colores, y se destacan por su forma: los cinco pétalos tienen forma de corneta como en todas las especies, pero en estas se destaca el mayor tamaño de los sépalos y las largas espuelas.
Cómo cultivarlas
Son plantas de fácil cultivo, sin grandes requerimientos. Deben sembrarse de mediados del verano a principios del otoño para lograr la floración en el mismo año. Cultivadas en otoño avanzado o en primavera florecerán en la segunda primavera posterior a su siembra. Generalmente son bianuales hasta su primera floración, que repetirán luego anualmente, en matas que van creciendo en tamaño y cantidad de ramas florales.
Lo ideal es sembrar en almácigo, repicar luego a macetitas individuales y llevar a tierra cuando alcanzan unos 5 cm de altura. Necesitan un suelo fértil y bien drenado, riego normal (más abundante en verano) y abonado con humus de lombriz y compost. En suelos pesados conviene, además, el agregado de arena. Son plantas tolerantes al sol en climas fríos, pero en aquellos más cálidos la floración será muy notable en media sombra.
Las zonas sombreadas por árboles caducos conforman su situación ideal, que les permite recibir sol durante el invierno, pero con sombra filtrada el resto del año.
Plantadas en grupos formarán macizos muy llamativos, tanto puros como combinados con otras herbáceas de floración simultánea –como verbenas, valerianas (Centranthus ruber), Tradescantia virginiana– o contrastando con plantas de diferentes tonos de verde.
Su tiempo de floración se extiende por 6 u 8 semanas, pero puede ser mayor si se cortan las flores pasadas, tras reservar algunas hasta la maduración para obtener semillas. Como se autosiembran y surgen nuevas plantas en su entorno, es conveniente ralearlas.
Su follaje, muy vistoso también, constituirá un interesante cubresuelos, con montículos que alfombran los canteros antes y luego de la floración. Pasado el verano, las hojas del ciclo anterior se deslucirán y, tras la poda, dejarán ver la nueva mata creciente.
Algunas de las especies cultivadas son Aquilegia vulgaris, Aquilegia caerulea, Aquilegia vulgaris ‘Nora Barlow’, Aquilegia flabellata, Aquilegia canadensis, Aquilegia flavescens, Aquilegia alpina y Aquilegia chrysantha.
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