Para evitar que las plantas sufran durante la transición de los meses fríos a los de calor, es fundamental tomar algunas precauciones.
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Cuando el invierno da paso a la primavera y el termómetro comienza a subir, las plantas pueden enfrentarse a un desafío significativo: la transición brusca entre el frío y el calor.
Este cambio puede ser un golpe fuerte para algunas especies, que deben adaptarse a soportar el calor intenso después de meses de frío. Para evitar que sufran durante esta transición, es fundamental tomar algunas precauciones.
Para adaptarse a temperaturas elevadas, las plantas desarrollan una serie de respuestas fisiológicas y bioquímicas complejas que les sirven para mitigar el estrés térmico.
La adaptación a condiciones de calor implica una serie de mecanismos celulares y metabólicos que permiten a las plantas mantener la homeostasis interna y continuar su desarrollo.
El aumento de la temperatura ambiental puede provocar un estrés térmico significativo en las plantas, alterando su equilibrio
En condiciones de calor, la transpiración aumenta como un mecanismo de enfriamiento. Sin embargo, la alta tasa de evaporación puede llevar a la deshidratación del tejido foliar si la disponibilidad de agua no es suficiente.
Las plantas responden ajustando sus estomas y reduciendo su apertura para limitar la pérdida de agua y mantener la turgencia celular. Además, algunas especies acumulan solutos compatibles, como azúcares y aminoácidos para mejorar la estabilidad de las células y reducir la pérdida de agua.
A nivel estructural, las plantas pueden desarrollar características adaptativas como hojas más pequeñas, cerosas o con una disposición vertical para reducir la exposición al sol directo y la pérdida de agua.
El calor también puede alterar el metabolismo en las plantas, afectando la síntesis y acumulación de azúcares.
La disminución en la producción de azúcares, que son los productos finales de la fotosíntesis, puede reducir la energía disponible para el crecimiento y desarrollo de la planta
3 claves para que sobrevivan
El ingeniero agrónomo Álvaro Lamas sugiere tres medidas básicas para defender a las plantas del calor y garantizar su supervivencia.
- Controlar las malezas: “lo mejor es utilizar pala o azada y remover malezas de raíz, que además ayuda a la descompactación facilitando el aireado”, señala Lamas.
Generalmente, las malezas tienen la capacidad de extraer agua del suelo de manera muy eficiente, a menudo a través de sistemas radiculares extensos y profundos.
La reducción en la disponibilidad de agua puede causar estrés hídrico en las plantas cultivadas, afectando su crecimiento y rendimiento
Las malezas también compiten por nutrientes del suelo. Al acumular y utilizar nutrientes más rápidamente, pueden reducir la disponibilidad de elementos esenciales como nitrógeno, fósforo y potasio para las plantas cultivadas.
Las malezas con crecimiento rápido y denso pueden sombrear las plantas cultivadas. La reducción en la luz solar puede disminuir la tasa de fotosíntesis, afectando la producción de biomasa y el rendimiento de los cultivos.
- Arrimar tierra a la base de la planta: “esta técnica, conocida como aporcar, sirve para fortalecer y proteger las plantas, además favorece el crecimiento de nuevos brotes”, explica Lamas.
El aporque ayuda a mantener la humedad en el suelo al reducir la evaporación. La capa de material aplicado actúa como una barrera que limita la pérdida de agua por evaporación directa, lo que es especialmente útil durante períodos de calor intenso o sequías. Esto permite que las plantas tengan acceso continuo a la humedad, lo que es crucial para su desarrollo.
El aporque también es efectivo en el control de malezas, ya que la capa de material aplicado bloquea la luz solar que las semillas de malezas necesitan para germinar.
Al reducir la exposición a la luz, el aporque inhibe el crecimiento de malezas alrededor de las plantas cultivadas, disminuyendo la competencia por recursos y facilitando el mantenimiento del jardín.
El aporque ayuda a regular la temperatura del suelo al actuar como un aislante. En climas cálidos, la capa de aporque mantiene el suelo más fresco
- Regar para compensar las pérdidas de agua: por evaporación y transpiración, en épocas de calor las plantas pierden agua. “Mantener la disponibilidad hídrica de nuestras plantas favorece su crecimiento, desarrollo y calidad”, asegura Lamas.
Un suministro constante de agua durante períodos de calor favorece un crecimiento más robusto y saludable. El agua no solo es vital para las funciones metabólicas, sino que también ayuda en la absorción y transporte de nutrientes esenciales desde el suelo hacia las plantas.
Un adecuado suministro de agua permite que las plantas absorban los nutrientes necesarios para su desarrollo óptimo, promoviendo un crecimiento vigoroso y una mejor resistencia a enfermedades y plagas.
LA NACION