Los creadores de una de las agencias de comunicación más importantes de la región, elegida por las marcas de lujo, nos abren las puertas de su casa de Manantiales
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Destino o casualidad. Cinco años atrás, después de visitar a unos amigos, Wally Diamante (51) y Facundo Garayalde (42), creadores del Grupo Mass, su agencia de comunicación, repararon en la casa de al lado. “Estaba abandonada y, según nos contaron, llevaba años así –relata hoy Wally–. Un día, me animé a entrar para verla bien. ¡Estaba frente al mar y casi no tenía ventanas! Me acuerdo de estar parado en uno de los espacios y empezar a fantasear con ver las olas desde un living con ventanales gigantes”. Destino, casualidad y el ojo de los que saben por dónde va la cosa. Al poco tiempo, ya se habían contactado con los dueños de la propiedad, que está ubicada en El Chorro. Se trata del balneario que le sigue a Manantiales y que empieza donde la ruta 10 se cruza con la 104, hoy conocida como la “ruta del arte”, porque hay varios museos y galerías, entre ellos el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA). “Tener una casa en la playa era nuestro sueño”, cuentan ellos a ¡HOLA! Argentina. “La casa parece estar elevada, pero no lo está. Sucede que la zona de El Chorro se caracteriza por su terreno ondulado. Las casas se construyen aprovechando la geografía y van bajando hacia el mar. Estrictamente, la nuestra está ubicada en la segunda línea de playa, pero como no tenemos ninguna construcción adelante, para mí es una falsa primera”, dice Wally entre risas.
–¿Por qué eligieron instalarse acá, en El Chorro, y no en la península o en José Ignacio?
Wally: Para nuestro trabajo, es un lugar estratégico. En Punta del Este, todo sucede entre la punta y José Ignacio. Nosotros estamos en el medio. Pero, además de eso, esta zona nos encanta. Para mí, Uruguay es mi segundo hogar: venía a Punta del Este de vacaciones con mi familia. Y tengo un amor especial por Manantiales que se remonta a la época en que trabajaba con Javier [Lúquez, el reconocido relacionista público], anfitrión por décadas de los mejores eventos de Punta; el primero en musicalizar los atardeceres de José Ignacio y gran artífice de paradores como Bikini, punto de encuentro para toda una generación. Durante los años que trabajé con él, me acuerdo de ir manejando por la ruta 10, y cuando llegaba la parte ondulada decir “Qué lindo”. Pasaba mil veces por día y decía lo mismo una y otra vez. Esta zona me sigue gustando como el primer día.
Facundo: Es un lugar ideal. A pesar de que la movida inmobiliaria en Punta del Este no se detiene, El Chorro –y los barrios que le siguen a Manantiales, como La Bota, Punta Piedras y Buenos Aires– conserva la paz, la tranquilidad y la geografía agreste de su origen, cuando era un pueblo de pescadores. Nos encanta bajar caminando a la playa, instalar la sombrilla, dejarla, subir a la casa y, después, volver a la playa. Nos gusta ir caminando al supermercado, tomar un helado, ver las galerías.
–¿Cómo comenzó el proyecto?
Wally: El diseño y la arquitectura me encantan y, además, soy fanático de los portales inmobiliarios. Vivo metiéndome para ver proyectos nuevos, barrios que se imponen y las tendencias de diseño. No bien compramos esta casa, empecé a hacer algunos bocetos. Cuando terminé los dibujos, unos amigos nos contactaron con un constructor.
Facundo: La idea fue conservar la estructura original, con su techo a dos aguas, al estilo uruguayo. A través de una serie de galerías que forman un patio interno, logramos conectar dos bloques: uno, más social, que incluye el living, el comedor y cuartos en la planta alta; y otro bloque, más privado y con cuartos en suite, ubicado en la parte de atrás. Por la vegetación y por la ondulación del terreno, tenemos bastante privacidad.
–¿Querían una casa para desconectarse?
Wally: Un mix. Desde hace años, escucho gente diciéndome “No voy ahora a Punta porque es muy ruidosa”. Pero este lugar tiene todo: hay playas para quien quiera aturdirse y playas solitarias también. Uso las mañanas para hacer deporte, meditar y respirar. Es mi momento para conectarme conmigo para, luego, conectarme con el resto. [Se ríe]. A la tarde, siempre hay gente acá: o está nuestro equipo trabajando o vienen amigos, que “caen” indefectiblemente: nuestra casa se ubica cerca de la ruta y de la playa. Es punto de encuentro, y nos encanta. Facundo: Por eso armamos tantos livings, galerías y cuartos. ¡Soñábamos con una casa para recibir gente y disfrutar, pero también para trabajar! Todos los días, con nuestro equipo –que este año fue de catorce personas– nos instalamos a trabajar en la galería. El armado de cada fiesta, evento y reunión de la temporada nace de los almuerzos que hacemos acá, que casi siempre terminan con un chapuzón en la pileta.
–Wally, se rumorea por ahí que sos obsesivo con el orden. Facundo, ¿también sos igual? ¿Cómo “manejan” el combo playero, empezando con la arena?
Wally: [Se ríe]. Es cierto. Soy así en mi trabajo y en mi vida privada: me gusta sentir que estoy ordenado tanto con mis pensamientos como físicamente, con los llamados y con lo que debo pagar. El orden me tranquiliza: a medida que me voy moviendo, voy ordenando.
Facundo: Yo soy desordenado por naturaleza. Wally, por suerte, está ahí, ayudándome desde hace veintitrés años con ese tema. [Se ríe]. A los dos nos gusta que, tanto en nuestra casa de Buenos Aires como acá, todo esté lindo, impecable y en su lugar. Los dos nos sacamos los zapatos en la puerta. Reconozco que, a veces, dejo una remera por ahí o una toalla en el baño, pero Wally me tiene paciencia. [Se ríe].
–¿Cuál es el lugar que más les gusta?
Facundo: Me cuesta responder eso porque, para mí, todos los lugares son increíbles. Pensamos la elección de cada cosa, de cada objeto, en conjunto… aunque debo admitir que Wally es más ejecutivo. [Se ríe]. Vemos el mar desde cada ambiente, que es lo que queríamos lograr cuando tiramos abajo paredes para crear grandes ventanales. Los atardeceres son tremendos: según cómo pegue el sol, la casa vira hacia el celeste o hacia el gris. Creo que esta casa resume el buen equipo que somos: veintitrés años llevando adelante una compañía y una familia exitosas.
Wally: Soy, personalmente, un agradecido de la vida. Tengo salud y trabajo, amigos y una familia divina con la que compartir este lugar. Desde diciembre hasta fines de febrero, nos instalamos acá con Facu y Ada [la hija de la pareja, que tiene 10 años], Azul [una gata siamesa], Cristina [una gata uruguaya que adoptaron hace algunos años] y Amalita [una chihuahua de 5], y pasamos uno de los mejores momentos del año.
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