Manvendra Singh Gohil nació en Rajpipla, en el estado indio de Gujarat, y como único hijo varón su destino royal estaba marcado. Se casó con una princesa, se divorció a los pocos meses y asumió su homosexualidad. Hoy es una celebridad en la comunidad LGBT+ y trabaja incansablemente para empoderar a quienes no sean aceptados por su elección sexual
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Frente al espejo, recorre su sherwani con las manos. La chaqueta, con el habitual corte al estilo europeo, tal como usan los nobles de la India, no tiene ni una arruga, como debe ser. Combinadas con un dhoti (pantalón) adecuado, la sherwani se lleva en eventos especiales y este es uno de ellos. Acomoda el pagri voluminoso que lleva en la cabeza, controla el bindi inmenso y con forma de lágrima que está en su frente y, entonces, sale a encarar otro día. Hoy, Su Majestad Manvendra Singh Gohil (56), príncipe de la India, recorrerá calles como una cele-bridad; dirá “Námaste” desde el auto, inclinando levemente la cabeza y las manos unidas, mientras sus fans lo seguirán flameando sus banderas arcoíris; visitará centros de prevención del VIH/sida; se reunirá con miembros de la comunidad LGBTQ+, y luego, concederá varias entrevistas. En ellas, este descendiente de una de las dinastías nobles más longevas de su país relatará cómo se convirtió en el primer miembro de una familia real india en admitir abiertamente su homosexualidad.
“Pretendí, por años, ser heterosexual, pero era gay. Tenía una doble vida. La mía era la vida de un hipócrita”, dirá Manvendra Singh Gohil y, luego, contará el calvario que atravesó para salir del clóset. No sólo por ser un príncipe, sino también por las condiciones de su tierra. La India es un país conservador y religioso y, a pesar de los intentos de apertura en la sociedad y las modificaciones en las leyes, la marginación y la violencia contra las minorías sexuales no se detienen. Si bien en 2009 el Tribunal Supremo de Delhi despenalizó las relaciones homosexuales consensuadas entre adultos, el peso del artículo 377 del código penal indio –condena el sexo entre homosexuales por considerarlo “antinatural” o “en contra del orden de la naturaleza”– parece seguir tan vigente como en 1861, cuando el imperio británico lo incluyó en la constitución de ese país.
VIDAS DE PROTOCOLO
Maharajá, en India, significa ‘gran Rey’. Se trata de un título comparable al de un monarca, a un regente de un Estado. Desde que nació, el 23 de septiembre de 1965, todo Rajpipla –una ciudad vasta de la India ubicada en el estado de Gujarat– supo que Yuvraj Shri Manvendra Singh Raghubir Singh ji Sahib se convertiría en el heredero natural de una dinastía noble y antigua. Su padre, Shri Raghubir Singhji Rajendrasinghji Sahib, había sido también regente de la región. Y, como único hijo varón, Manvendra estaba destinado a seguir con la tradición.
Creció en un palacio, secundado por una nanny, que lo seguía a sol y sombra, lo cuidaba y formateaba su estricta educación de noble. Asistió a la Scottish High School y la Universidad de Amrutben Jivanlal College of Commerce and Economics, Vile Parle, en Mumbai (des-de 1995, así se renombró a Bombay), dos instituciones educativas tradicionales y conservadoras. En la universidad, estudió leyes. Lo que se esperaba de un heredero como él, tras haber obtenido un título, era que se casara. En enero de 1991, cuando tenía 25 años, dio el sí, quiero a la princesa Yuvrani Chandrika Kumari. Fue un evento fastuoso y la celebración duró varios días. El matrimonio, sin embargo, duró meses. En abril de 1992, los recién casados se separaron. “Ese matrimonio fue un desastre. Todo habría sido increíble si yo hubiera sido heterosexual. Desafortunadamente, yo no tenía atracción sexual por ella. Casarme con una chica fue la peor decisión que tomé en mi vida”.
EL PRÍNCIPE Y EL CLÓSET
Entonces los rumores empezaron. ¿Qué pasa con el príncipe? Y con los comentarios vino la presión social y familiar. “Muchos pensaban que lo que me pasaba era que no me gustaba esa mujer en particular; y que, tal vez, querría casarme con otra en el futuro. Nadie entendía bien qué había pasado... Y yo tampoco. De hecho, seguí sin tenerlo en claro hasta mucho tiempo después del divorcio”. En el juicio, la princesa Yuvrani Chandrika Kumari declaró que el matrimonio nunca se había consumado. “Entonces, mi ex mujer pidió la anulación. Fue a la corte y dijo ‘Soy virgen’. Para la realeza, consumar un matrimonio es un tema muy importante”.
El escándalo surgió en 2006. Ese año, los medios de la región de Rajpipla anunciaron sorpresivamente que la familia del príncipe Manvendra Singh Gohil había decidido retirarle los títulos nobiliarios. Al estigma del divorcio se sumaba algo más. Querían desheredarlo y promovieron la quema de sus imágenes en plena calle. “Decían que yo estaba envuelto en actividades que no eran aceptables para la sociedad”. Deshonrado por su propia familia y humillado por su propio pueblo que antes lo admiraba, Manvendra Singh Gohil pasó a ser señalado como “el príncipe homosexual”. Estrictamente, el primer royal en admitirlo. En 2009, encontró el verdadero amor junto al duque DeAndre Richardson, con quien se casó cuatro años después.
EL EFECTO OPRAH
Después del fracaso de todas las terapias fallidas a las que se sometió para “volverse heterosexual”, Manvendra Singh Gohil cayó en una depresión severa. Intentó suicidarse. “No sabía cómo continuar mi vida”. Hasta que apareció en su vida Oprah Winfrey, que lo entrevistó en 2007, en Chi - cago. Hace poco, el príncipe contó en 10 Percent, el programa que conduce David Perry, que Oprah “fue un punto de quiebre en mi vida. Después de que ella dijera que yo era la persona más honesta que había conocido y que apoyaba mi causa, la mirada homofóbica que hay en India empezó a cambiar… En India, millones de personas ven el programa de Oprah y si la star de la televisión lo consideraba su royal favorito, por algo debía ser.
De repente, la vida de Manvedra tomó un giro: se volvió tan popular como una celebrity. Las invitaciones empezaron a lloverle por todos lados. Se convirtió en el primer asiático en abrir la Europride, el evento que, desde 1992, promueve la visibilidad de la diversidad sexual en Europa y, desde entonces, ha estado presente en cada edición, incluso en la de Estados Unidos. “He aprovechado mi popularidad para reunirme con ministros, políticos, miembros del parlamento y personajes de todo tipo para dar a conocer mi misión y mi proyecto con la comunidad LGBTQ+”, cuenta. ¿De qué se trata? En el palacio familiar –que levantó su abuelo en 1927 y que está ubicado en un predio de más de seis mil hectáreas–, montó un centro para ayudar a la comunidad LGBT+. Lleva haciendo este trabajo desde hace casi dos décadas. Primero en su tipo en la India, el lugar brinda todo tipo de posibilidades –enseñanza de idiomas, computación, cocina, recreación, meditación, terapia musical y yoga, entre otras– para empoderar la población homosexual, trans y a aquellos que no sean aceptados por su elección sexual. Tiene, también, un centro de prevención, testeo y tratamiento de enfermedades de transmisión sexual. La homosexualidad fue parte de la sociedad india desde épocas muy remotas, desde el Kamasutra, que es la enciclopedia del sexo más antigua del mundo. Nuestra mitología muestra que hay dioses gays y diosas lesbianas. Hay dioses transgénero. Deseo que mi centro les permita empoderarse y encaminar sus vidas. Creo que todo el mundo es una familia. Todos, sin importar religión, linaje, ni castas tenemos que estar unidos para luchar por una causa que nos es común”. Entonces Manvendra Singh Gohil agacha levemente su cabeza, junta las manos y dice “Námaste”.
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