A sus 85 años, la viuda del Sha de Irán le dio el visto bueno a dos producciones audiovisuales que revelarán los sucesos que la marcaron a fuego
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Elegante, culta y con una historia que incluye todos los condimentos necesarios para volverla fascinante, la vida de Farah Diba (85) se contará próximamente en dos proyectos audiovisuales. Así lo confirmó días atrás ella misma, la última emperatriz de Irán, que fue la tercera mujer del Sha Mohamed Reza Pahleví durante veinte años y que hoy pasa sus días entre Washington –donde vive su hijo mayor– y París. “Me interesa que se cuente mi historia a través de un documental y un proyecto con guion, pero quiero que vayan más allá. Quiero mostrar qué es Irán y quiénes son los iraníes. Quiero que hablen de mi país, especialmente de su historia y cultura, que son muy importantes para mí”, aseguró ella misma en una entrevista con el portal Deadline.
Si bien aún faltan muchos detalles como, por ejemplo, qué actrices la interpretarán, se especula que al menos una de las biopics empezará con su inolvidable boda, celebrada en diciembre de 1959.
LA HISTORIA DE AMOR
Cuando Farah conoció a Reza Pahleví, él aún no tenía hijos varones que lo sucedieran (sólo tenía una hija, la princesa Shahnaz, fruto de su primer matrimonio con Fawzia de Egipto), algo que preocupaba tanto al Sha como a su pueblo. La primera vez que se vieron fue en 1958, en la embajada iraní en Francia, durante una visita oficial del monarca a ese país. El segundo encuentro fue en la casa parisina de la princesa Shahnaz Pahleví, y poco tiempo después él le pidió casamiento a Farah, la joven estudiante de Arquitectura que era dos años mayor que su primogénita. La boda se celebró en diciembre de 1959 y ella, con apenas 19 años, impactó al mundo con el espectacular traje de novia diseñado por Yves Saint Laurent para Dior que incluía bordados con hilos de plata y perlas y motivos persas.
Diez meses después, el 31 de octubre de 1960, nació Reza Ciro, el tan esperado heredero varón. Le siguieron Yasmin Farahnaz, Leila y Alí Reza. Mohamed Reza, para ese entonces, de la mano de los ingresos generados por el petróleo, ya había puesto en marcha la Revolución Blanca, un paquete de medidas para hacer de Irán el país más desarrollado del cercano Oriente, que incluyó la aprobación del voto femenino.
El Sha y Farah eran un matrimonio unido, feliz y glamoroso, cuya imagen se repetía en las revistas más importantes del mundo. Ella, única hija de Sohrab Diba, oficial iraní y abogado egresado de la Sorbona de París, y de Farideh Diba, se convirtió, además, en un ícono de la moda gracias a su belleza y su elegancia innata, y una defensora de la lucha por la igualdad de las mujeres.
En 1967 el Sha fue nombrado emperador en una impactante ceremonia cuyo protocolo fue copiado de la coronación de Napoleón, y Farah se convirtió en la única iraní que gozó del título de emperatriz.
LA TRAGEDIA
Pero no todas fueron rosas en su vida. En enero de 1979, cuando el Sha fue derrocado por la Revolución islámica liderada por el ayatolá Jomeini, la familia imperial, amenazada de muerte, debió exiliarse. Fue una etapa difícil, en la que varios países les negaron la entrada, temerosos de sufrir alguna represalia. Así, se refugiaron en Egipto, Marruecos, México, Bahamas y Panamá antes de conseguir el permiso de Estados Unidos para que Reza Pahleví se tratase de un cáncer.
Finalmente, el emperador murió en El Cairo un año después de haber dejado su país. Su viuda permaneció en la capital egipcia hasta el asesinato de Anwar el-Sadat, cuando se instaló en la costa este de Estados Unidos con sus hijos. Por un tiempo las aguas se calmaron, pero la muerte y la tragedia, implacables, volvieron a golpear su corazón. Con diferencia de una década, sus dos hijos menores, ambos con depresión (algo que Farah le atribuyó públicamente al exilio), se suicidaron. En el caso de Leila, murió a los 31, en Londres, tras una sobredosis de barbitúricos. En tanto, Alí Reza se quitó la vida a los 44 de un disparo, en Boston. “A veces me siento como si tuviera 200 años”, reconoció Farah tiempo después.
Durante la misma entrevista, la ex emperatriz destacó que se encuentra ilusionada de poder realzar la figura de su marido destacando cuánto amaba a su país y, además, corregir las cosas inexactas que se dicen de su vida. Por ejemplo, qué fue lo que la familia pudo llevar a su exilio, ya que se llegó a decir que habían salido en dos aviones, uno de ellos cargados con todas las joyas familiares, auténticos tesoros de gran valor histórico y económico, aunque muchas de esas piezas pueden verse hoy en el Museo de Teherán, al igual que su vestido de novia.
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