El locutor y conductor cuenta cómo se preparó intensamente para ser admitido en el cuartel de San Isidro y, mientras atraviesa una etapa de replanteos, habla de su presente personal y profesional
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Luis López (43) nació en Tucumán y eso, más que ningún rasgo de su personalidad, lo definió cuando llegó a Buenos Aires, hace veinte años: pasó a ser el “Tucu”. Es locutor (se recibió en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino), conductor de radio y televisión y ahora también actor (está de gira con la obra Sinvergüenzas, que tuvo un previo paso por el Metropolitan Sura en Buenos Aires). Lanzado, inteligente y curioso, hizo de todo, delante y detrás de cámara: desde doblar dibujos animados japoneses hasta participar de un reality, pasando por producir su propio corto, formar parte del staff de la obra Sex y ser columnista de deportes en el programa de Lalo Mir. Sin pareja desde que se separó de Sabrina Rojas hace un año y medio, vive solo con su perro Elvis –en estos días se está mudando de un departamento a una casa con un pequeño jardín, para alegría de su mascota–, y cada vez que puede vuelve a su Tucumán natal, donde lo esperan su familia y sus amigos de siempre. Acostumbrado a aparecer en los medios por su trabajo o sus amores (también fue pareja de Jimena Barón), en los últimos meses el Tucu se volvió noticia porque tomó la decisión de convertirse en bombero voluntario. De esa y otras pasiones de su vida habló con ¡HOLA! Argentina.
–¿Por qué quisiste ser bombero?
–Era un sueño que tenía desde muy chico. Yo vivía cerca de un cuartel de bomberos y cada vez que pasaba me fascinaba con lo que veía. Medio lo que les pasa a todos los chicos, que ven a los bomberos como superhéroes. Incluso ahora, cuando estoy en algún servicio, los nenes que pasan se quedan mirando flasheados. Así que siempre tuve el deseo de ser bombero, pero era más como una fantasía. Pero de un tiempo a esta parte la cabeza me hizo un clic y pensé: “Voy a empezar a cumplir con todo eso que tengo en la lista de pendientes”, y lo encaré: me presenté y arranqué el curso.
–¿Fue un curso muy exigente?
–Sí, bastante. Es un año intenso, de dos o tres clases semanales, y tiene como tres etapas de clasificación, en las que tenés que llegar a 60 puntos sobre 100 en lo que tiene que ver con aptitudes físicas, técnica y teoría. Si no llegás a esos 60 puntos, quedás afuera.
–¿Tu preparación física fue suficiente para aprobar esos exámenes?
–Yo entreno desde hace mucho tiempo. Toda mi vida hice artes marciales (practiqué Jiu Jitsu y Pakua), también hice crossfit… siempre fui un tipo muy activo en cuanto a lo físico. Así que esa parte es la que menos me costó.
–¿Y qué fue lo que te resultó más difícil?
–Hacerme el tiempo para ir. Las clases eran miércoles y sábados, los sábados muy temprano, y resultó bastante sacrificado, pero a la vez es la única manera de lograrlo porque en un año hay que aprender un montón de cosas. De todas maneras, siendo bombero, nunca terminás de estudiar, porque siempre tenés que seguir perfeccionándote en diferentes áreas, ya sea en rescate vehicular, buceo, en incendios propiamente dichos, incendios forestales, estructuras colapsadas…
–¿En qué cuartel ingresaste?
–En el de San Isidro, que es un cuartel que está muy bien a nivel nacional, incluso a nivel latinoamericano.
–¿Cómo te recibieron tus compañeros?
–¡Espectacularmente bien! Sí es cierto que para mis compañeros no deja de ser curioso que yo haga lo que hago, porque la mayoría de ellos tiene trabajos más tradicionales o convencionales.
–Tratándose de una tarea voluntaria, ¿son flexibles con los horarios?
–Hay una exigencia de tiempos y dedicación, por lo menos en el cuartel de San Isidro, por la que tenés que cumplir con 52 horas mensuales de guardia, quedarte a dormir en el cuartel dos veces por mes –es lo que se llama “pernocte obligatorio”–, y otras dos veces por mes hacer una guardia de fin semana, sábado o domingo, de doce horas. Y, más allá de todo eso, no podemos estar más de 72 horas sin ir al cuartel. Si bien son contemplativos y laxos conmigo por mi trabajo, porque ahora por ejemplo estoy de gira, tengo que presentar una nota para pedir permiso si me voy a ausentar, es todo muy formal. Obvio que el jefe de servicio comprende que uno tiene su trabajo que le exige horas de estar y dedicarse, así que me hacen las cosas muy sencillas en ese aspecto.
–Hablando de gira, que es algo nuevo para vos, ¿cómo resultó la experiencia de convivir con tus compañeros de elenco?
–Yo vivo solo hace veinte años, desde que estoy en Buenos Aires. Solo con mi perro Elvis. Así que tengo todas las mañas de un tipo que vive solo. Pero por suerte pude adaptarme y nos llevamos muy bien: somos catorce personas girando por todo el país adentro de un motorhome.
–¿Habías hecho teatro antes de Sinvergüenzas?
–Esta es mi primera obra de texto y, si bien es una comedia, tiene mucha letra y tiene la elaboración de un personaje. Acá soy Mencho, un personaje con determinadas características, que me llevaron a enfrentarme con el desafío de la técnica, la letra, los compañeros… así que vivo todo como un combo de nuevas experiencias que me copan mucho.
–Cuando viniste a Buenos Aires, ¿te imaginaste que ibas a estar arriba de un escenario?
–No, la verdad que no. Yo vine recibido de locutor y mi objetivo era hacer locución en radio o en tele. Hice un poco de doblaje, que fue mi primer trabajo, pero después también fui ocho años asistente de cámara y camarógrafo de Cuatro Cabezas y de otras empresas, y de ahí pasé a estar delante de cámara.
–Hiciste ese pasaje de manera bastante natural…
–Sí. A mí me entusiasman las cosas que me generen un desafío y un aprendizaje. Soy de probar y de ver qué pasa con eso.
–A partir de Sinvergüenzas, ¿pensaste en estudiar teatro?
–Sí, totalmente. Aunque siempre tuve la idea de estudiar teatro, nunca había pensando en trabajar de actor, más bien como un complemento para mi profesión de locutor y conductor, que tiene mucho de actuación. Pero ahora creo que podría estar muy bueno estudiar teatro, tener un maestro e involucrarme con la profesión.
–Hace bastante que te separaste de Sabrina Rojas, ¿estás soltero?
–Sí, estoy soltero, concentrado en mi trabajo, en mi voluntariado y disfrutando de la soltería. A veces me pasa que me aburro de estar solo, hay cosas que ya no me llenan y además a mí me encanta la vida en pareja, pero cuando estoy solo también lo paso bien conmigo mismo.
–¿Te ilusiona ser papá?
–Tengo la ilusión de ser padre. Lo que me pasa ahora es que estoy reseteando mi cabeza en cuanto a de qué manera uno puede ser padre. Lo convencional es tener una pareja, formar una familia y ser papá así. Pero tengo 43 años y estoy reevaluando las posibilidades de paternidad para dentro de un tiempo.
–¿Tenés un plan?
–No, no tengo un plan en la cabeza. Sí es algo que estoy considerando y que antes no consideraba. Me refiero a que hay muchas maneras de ser papá. Uno puede adoptar. Yo tengo amigas mujeres que no son mamás todavía y que tampoco tienen una pareja. Esa también puede ser una opción, tener un hijo con una amiga. ¿Por qué no? Lo mejor es tener una pareja, convivir, estar tres o cuatro años y ahí decidir entre los dos ser padres, que obviamente es algo hermosísimo, pero eso no me ha sucedido en mis relaciones, así que estoy evaluando otras posibilidades.
–¿Cómo es tu relación con Elvis?
–¡Espectacular! Obviamente lo adopté, se lo dejaron a mi hermana en Tucumán en su veterinaria, y me lo traje de allá cuando tenía tres meses. Hoy tiene diez años. Ahora lo dejé en Tucumán, porque la gira implica estar mucho tiempo fuera de casa, así que el tipo está como en Disneyworld: en la casa de mis viejos, con gente todo el tiempo, con tres perros más y con un fondo enorme donde puede correr.
–¿Cómo es tu vida cuando volvés a Tucumán?
–Tucumán es un eterno pendiente en mi vida, porque si yo pudiera tener un trabajo que me permitiera viajar una vez por mes a Tucumán, sería un tipo plenamente feliz. Extraño Tucumán desde el día que me fui y todos los días de mi vida. Tengo amigos y a toda mi familia allá: mi papá, mi mamá, mis dos hermanas y mi sobrinito Benja. Somos una familia muy unida, así que cada vez que voy intento estar lo más que puedo con ellos. Me quedo hasta altas horas de la noche jugando al póker y tomando fernet con mi papá, tengo lindísimas charlas con mi vieja a la hora de la siesta…. Esas cosas que uno se da cuenta de que le faltan cuando está lejos. Bueno, me has hecho emocionar porque hace mucho que no hablo con nadie de esto.
Agradecimientos: Natalia Román.
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