Murió en 2001 en Paris y el repudio de su marido tuvo un solo motivo: ella no podía darle un heredero
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En el siglo XXI, las princesas y reinas ya no ocultan, como antes, que la vida palaciega no es un cuento de hadas. Las princesas Masako de Japón y Charlene de Mónaco, por ejemplo, han dejado que sus gestos y sus acciones revelen sus sentimientos cuando no están felices. Sin embargo, no siempre la realeza pudo mostrar en público su dolor, y es por eso que la historia de la princesa Soraya, segunda esposa del Sha de Irán, Mohamed Reza Pahlavi, fue tan popular a mediados del siglo XX. Ella, que vivió el dolor por la pérdida de su gran amor y el destierro, transmitía su infelicidad a través de sus bellos ojos color esmeralda. Hoy, a 20 años de su muerte, su imagen vuelve a la memoria.
AMOR A PRIMERA VISTA...
El padre de Soraya Esfandiary-Bakhtiari, embajador de Irán en Alemania Occidental, se casó con la alemana Eva Karl. El 22 de junio de 1932 nació Soraya (“Estrella”) con ojos verde esmeralda de abrumadora belleza. Corría por sus venas sangre persa y germana, una combinación que le dio una belleza exótica que, 18 años después, cautivó al Sha de Irán, de 31, con sólo verla en una foto. La princesa contó en sus memorias (presentadas en 1991) que, lógicamente, también conocía a Mohamed Reza Pahlavi por foto desde que tenía 7 años: “En la pared de mi salón de clases había una fotografía del Sha Mohamed Reza Pahlavi y de su primera esposa, la emperatriz Fawzia, hermana del rey Faruk... Mis amigas me decían que me parecía a ella. Eso me gustaba. Me parecía muy guapa”. La reina Fawzia –fotografiada por su belleza hipnótica por Cecil Beaton para una portada de la revista Life– y Reza Pahlavi protagonizaron un matrimonio de conveniencia que acabó en 1948. Tuvieron una hija, la princesa Shahnaz Pahlavi, pero ningún varón. La necesidad poderosa de darle un heredero a su reino siempre estuvo latente en cada uno de los pasos del Sha. Un par de años después del final de ese primer matrimonio, el retrato de Soraya cayó en las manos del persa. De inmediato, dejó de lado sus planes de casarse con alguna joven de la realeza europea (Gabriela de Saboya, primera novia del rey Juan Carlos de España, era una clara candidata) para convertir a Soraya en su segunda esposa.
UNA BODA FASTUOSA
El 12 de febrero de 1951, el mundo volteó la vista hacia el Palacio de Golestán (Te-herán). Un atractivo y poderoso hombre enamorado, de 32 años, miraba embelesa-do la llegada de su espectacular novia, de 19. Soraya había elegido para su gran día un diseño barroco de Christian Dior que pesaba 20 kilos: lamé plateado bordado con perlas, 6000 diamantes y 20.000 plumas de marabú. Había amor, y mucho.
Los primeros años de su matrimonio, Soraya vivió en los brazos del Sha su cuento de hadas particular, su amor de película. Sin embargo, las cosas comenzaron a torcerse en 1954, cuando un médico de la Corte iraní dictaminó que la princesa tendría muchos problemas para concebir. Por esas mismas fechas, falleció en un terrible accidente de aviación Ali Reza, hermano del Rey y, hasta entonces, el heredero. Las intrigas palaciegas se intensificaron al no haber un sucesor para el Sha, y la presión sobre Soraya se hizo insoportable. La madre del monarca, Tay ol Moluk, fue implacable: la necesidad de dar un heredero a Irán era más importante que el amor. Si querían continuar la dinastía, Soraya era un obstáculo que debían remover. Mohammed Reza Pahlavi, en un intento desesperado por mantenerla a su lado, le pidió que, tal como autoriza la ley musulmana, le permitiera casarse con una mujer fértil, pero que ella no se fuera de su lado. Soraya se negó a compartir a su hombre con otra esposa.
EL ENCANTAMIENTO SE ROMPIÓ A LOS 7 AÑOS
El 13 de febrero de 1958, Mohamed Reza Pahlavi, con el corazón roto, repudió a Soraya. Esa noche no hubo 60 rosas rojas sobre el lecho solitario de la princesa Soraya, como acostumbraba a enviarle. Se separaron y nunca más se vieron. “Pienso mucho en ella. Nunca la he olvidado”, llegó a confesar él en una nota que ¡HOLA! España publicó en la tapa de su edición 1117, en 1966. Él rehacía su vida junto a Farah Diba, la tercera esposa que le dio cuatro hijos, mientras los ojos esmeralda de Soraya adquirían una sombra de infinita tristeza que no se le borraría nunca. Se convirtió en la “princesa errante” y vivió su exilio con toda dignidad. Primero, en Italia. Ella, que de pequeña había soñado con ser actriz, probó suerte en el cine durante sus días en Roma y rodó Tres perfiles de mujer junto al actor Richard Harris. El director de la película, Franco Indovina, se enamoró de ella y ella también de él. Estaban planeando su boda cuando el destino trastocó nuevamente la suerte de Soraya: Indovina murió en un accidente aéreo el 5 de mayo de 1972. Desolada, ella hizo sus valijas y se mudó a París, la ciudad en la que fijó su residencia, que alternaba con temporadas de ocio Gstaad y Marbella. En la Ciudad Luz la adoraban. Ella espaciaba sus apariciones, que siempre eran aplaudidas y alabadas por su elegancia y aire de misterio.
Tristemente, murió sola, en su departamento parisino, el 25 de octubre de 2001. La encontró tendida en la cama la mujer de la limpieza que iba cada mañana. Aunque se abrieron investigaciones para esclarecer si la causa de la muerte era accidental o provocada, se concluyó que se debió a una complicación cardíaca. El día en que se cerraron sus ojos tristes, la princesa Soraya tenía 69 años. Dejó un libro con sus memorias, El palacio de las soledades, y una certeza sobre su amor por el Sha: “No le pude dar un hijo, pero le di mi corazón”.
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