El hijo menor de Constantino II y Ana María de Grecia se casó con la hija del “rey de la aviación privada” por el rito ortodoxo, en la catedral de la Asunción de Santa María
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En diciembre de 2020, se casaron por Civil en Saint Moritz, Suiza y, por la pandemia, sus padres fueron los únicos testigos. Seis meses más tarde, rodeados por sus amigos, Philippos de Grecia y la heredera suiza Nina Flohr celebraron una bucólica boda en la campiña inglesa. Finalmente, el sábado 23, el hijo menor de los reyes de Grecia y la hija del “rey de la aviación privada” dieron el sí en una ceremonia religiosa por el rito ortodoxo, en Atenas, ciudad en la que no se celebraba una boda real desde hacía 57 años.
Así, la familia de Sofía, la reina emérita de España, volvió a un escenario cargado del simbolismo que forma parte de su historia, y lo hizo acompañada de miembros de otras casas reales europeas.
En la plaza Mitropólis del barrio de Plaka, en el centro histórico de la capital griega, todas las miradas estaban puestas en la catedral de la Asunción de Santa María de Atenas, que un día antes recibió la visita de los novios y de algunos miembros de la familia real griega. A las cuatro de la tarde, empezaron a llegar los invitados, que recorrieron la alfombra azul desplegada en las escaleras de la catedral decorada con un sencillo adorno floral a cada lado de las puertas.
Por parte del novio, además de la familia real griega al completo, llegaron miembros de otras casas reales europeas, como la danesa (la princesa Benedicta y su hija Alessandra, hay que recordar que Ana María de Grecia nació con el título de princesa de Dinamarca y es hermana de la reina Margarita), española (la reina Sofía y la infanta Elena), británica (las princesas Eugenia y Beatriz de York), monegasca (Andrea Casiraghi y Tatiana Santo Domingo) y de la dinastía Hannover (los hermanos Ernst y Christian de Hannover con las princesas Ekaterina y Alessandra); y, por parte de la novia, hubo una exclusiva selección de la “realeza de los negocios”, ya que Nina es hija de Thomas Flohr, fundador y presidente de VistaJet. Por motivos sanitarios, a la celebración en la catedral sólo pudieron asistir un centenar de invitados, y el resto siguió la ceremonia a través de unas pantallas gigantes que los novios instalaron en un hotel de lujo de la capital.
Sabine Getty y Alice Naylor-Leyland, ambas de la aristocracia británica y grandes amigas de la novia, fueron de las últimas en llegar y, cerca de la puerta, anunciaban que la novia se acercaba. Después de que Philippos entrara con su madre, la reina Ana María, feliz ejerciendo de madrina, llegó el auto de la gran protagonista. Muy emocionada, agradeciendo la presencia del público y la prensa –los medios nacionales ya la llaman “princesa Nina”–, tomó del brazo a su padre y caminó rumbo al templo, mientras dos damas (Ana María y Amelia, hijas de la princesa Alexia y de Carlos Morales) la ayudaban con la larga cola de su vestido. Tras ellos las puertas se cerraron y una campana marcó las cinco y media de la tarde en la capital griega.
RECIÉN CASADOS
Justo una hora después, las luces de la catedral se encendieron y poco a poco volvió el movimiento en los alrededores. Precedido por una lluvia de pétalos blancos y tomado de la mano, el flamante matrimonio posó para los medios que lo esperaban. Primero él le dio un beso en la frente a su mujer, después le besó la mano y finalmente se animó a dar el beso que todos pedían. Detrás de ellos salieron Constantino y Ana María de Grecia, acompañados por su nieto mayor, que empujaba la silla de ruedas de su abuelo. Acto seguido fue el turno de los padres de la novia, Thomas y Katharina, y los príncipes Pablo y Marie Chantal de Grecia. Hubo también reencuentros familiares que dejaron ver que la reina emérita Sofía prácticamente acababa de llegar y que no había tenido tiempo de saludar a muchos de sus familiares antes de la boda. Le dio dos besos a su hija, la infanta Elena, y a su sobrina, la princesa Alexia. También fue evidente la alegría de la princesa Benedicta de Dinamarca al encontrarse con ella y con la princesa Irene y juntas se marcharon charlando.
LA BODA DE LOS RECUERDOS
Especialmente emotiva fue la llegada de Constantino, que desde 2018 se moviliza en silla de ruedas en la mayoría de sus apariciones. Acompañado por su nieto mayor, que lleva su mismo nombre, insistió en ponerse de pie para saludar al arzobispo Jerónimo II, primado de la iglesia Ortodoxa, que salió con el resto de encargados del servicio religioso para recibirlo en la puerta de la catedral en la que el ex Rey se casó, el 18 de septiembre de 1964, con la reina Ana María, cuando nada hacía predecir que sólo tres años después un golpe militar les haría marcharse al exilio y que nunca podría regresar como “rey de los helenos”, sino sólo como el rey Constantino. Recién en el año 2013 Constantino cumplió su deseo de volver a residir en su país, como un ciudadanos más, para disfrutar de la última etapa de su vida en la soleada localidad costera de Porto Jeli.
Para Sofía, que apenas unas horas antes había estado en Oviedo acompañando a la princesa Leonor en la entrega de los Premios Princesa de Asturias, este regreso a Atenas para la boda de su sobrino también escondía muchos recuerdos, ya que el 14 de mayo de 1962 fue en esa misma catedral que se casó con el entonces príncipe Juan Carlos. Aquel día, el templo se decoró con 45 mil claveles rojos y amarillos como guiño a España, el país en el que finalmente reinaría la princesa griega. Como detalle, también emotivo y simbólico, en un día cargado de referencias al pasado de la familia real griega, Sofía llevó el rubí que perteneció a su madre, la reina Federica de Grecia.
Por todos estos detalles, esta boda fue la más especial de todas las celebradas por la Casa Real griega después de ser depuesta, ya que tanto el príncipe Pablo con la princesa Marie Chantal, como su hermana la princesa Alexia con Carlos Morales, aunque celebraron espléndidas bodas, se casaron en el Reino Unido. Mientras, el príncipe Nicolás y Tatiana Blatnik, que sí se casaron en Grecia donde residen en la actualidad, apostaron por la isla griega de Spetses, encantadora y señorial, pero sin el potente significado que tiene que un hijo del rey se case en la capital del país. Para las celebraciones que dieron comienzo tras este “sí, quiero”, los novios también eligieron un lugar muy especial, la Asociación Nacional de Gimnasia, también en el corazón de la ciudad, junto al mítico Zappeion y los Pilares de Zeus. Se trata de un espacio de tres mil quinientos metros cuadrados rodeado de vegetación, que tiene una capacidad para albergar eventos de hasta tres mil personas y que permite las mejores vistas de la Acrópolis de Atenas. Para la ocasión, lo decoraron con velas, candelabros, muchas flores y todo tipo de arreglos frutales. Al día siguiente, hubo un almuerzo en el Club Náutico, próximo al puerto de El Pireo, donde la pareja se despidió de su familia y compartió con ella anécdotas de una noche inolvidable.
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