En un hotel boutique en Chivilcoy y rodeada de sus afectos, la conductora y empresaria le dijo “sí, quiero” al abogado Fabricio Launes
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Pura emoción. Así puede describirse el casamiento de Yésica Toscanini (37) y Fabricio Launes (40), el sábado 30 de septiembre. “La idea inicial era, simplemente, festejar nuestros diez años juntos y, de a poco, fuimos soñando con una celebración más grande con nuestras familias y con la gente que nos acompañó en estos años”, cuenta ella a ¡HOLA! Argentina. El evento tuvo lugar en Tomaso, un exclusivo hotel boutique estilo campo ubicado en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. “Ninguno de los dos es de Chivilcoy: yo soy de Ituzaingó y Fabricio, de Río Turbio, Santa Cruz. Descubrimos este lugar durante una escapada que hicimos un fin de semana de este año y nos encantó. Y, como en nuestra pareja creemos que cuando las cosas se dan se dan, decidimos casarnos acá”, cuenta ella, todavía desbordada de alegría.
Todas las habitaciones del hotel fueron “tomadas” desde el viernes pasado por familiares y amigos de la pareja que llegaron desde la Patagonia y desde Uruguay para estar con ellos este fin de semana tan especial. Sucedió que el sábado, el mismo día de la fiesta, Carlos Launes, el suegro de Yésica, cumplía 71 años; y Fabricio, quien actualmente se dedica a la administración de empresas, soplaba 40 velitas el 1 de octubre. “Fue como una boda gitana”, resume ella, para graficar cómo el festejo fue creciendo por esos motivos.
ATARDECER DE UN DÍA ESPERADO
Que todo fluyera. Así imaginaba Yésica su boda con Fabricio. Y lo que anheló meses atrás cuando empezó a organizar la fiesta, finalmente, sucedió. A las 18, un poco antes del atardecer y cuando el paisaje se volvía color ámbar, la conductora ingresó por el “pasillo” formado por las sillas destinadas para los invitados y se dirigió al altar, adornado con flores secas y colas de zorro por la decoradora Guadalupe Fernández. Con Yésica fue Isabella, su hija de 5 años.
La novia llevó un vestido de estilo romántico y vintage que creó para ella el diseñador Laurencio Adot –con mangas de encaje desmontables–, que ella acompañó con unas botas texanas con historia: en los 80 pertenecieron a Betty, su mamá. “Ella estaba por regalarlas y, por suerte, la detuve a tiempo: para mí, eran un tesoro”, dice la conductora. En el altar la esperaba Fabricio con Luca (2), el hijo menor de la pareja, en sus brazos. “No quería emocionarme tanto, porque ya en la ceremonia civil [fue el 8 septiembre –el día exacto de su décimo aniversario de novios– en el Registro Civil de San Isidro, y celebraron junto al río], no pude contenerme frente a la jueza ¡y lloré todo el tiempo! No quería que me pasara lo mismo esta vez, pero no pude evitarlo”, contó ella después de la celebración.
Luego del intercambio de anillos y de que firmaran el acta [la subdelegada del Registro Civil de Chivilcoy sumó las rúbricas a la libreta de familia que les habían entregado en San Isidro], tanto ella como Fabricio dirigieron unas palabras a sus familiares e invitados. “Quisimos agradecer a todos aquellos que estuvieron siempre con nosotros al pie del cañón”, dijo ella.
La recepción se realizó en un sector del hotel que había sido ambientado con estilo “descontracturado” con velas, guirnaldas y fogones según la consigna de la pareja. No hubo mesas, sino livings dispuestos en di - ferentes sectores y, además, una gran barra para tragos. Se sirvieron finger food para todos los gustos: langostinos, rabas, humus, ñoquis, pastas y carnes asadas y, al final, se dispuso una tentadora mesa dulce. Hubo, también, un DJ y una banda de rock que animaron la fiesta hasta las 4 de la mañana, y Yésica bailó con Fabricio hasta el final.
DIEZ AÑOS DE AMOR
“Fuimos compañeros de estudio y, de a poco, nos hicimos amigos”, cuenta Yésica sobre su historia de amor con Fabricio, que comenzó cuando cursaban la carrera de Ciencias Ambientales en la Universidad del Salvador (USAL): ella tenía 27 años y él, 29. “Nos dimos cuenta de que queríamos hacer todo juntos. Nos enamoramos fuerte”, evoca ella, quien, tras trabajar como modelo –empezó a los 15 años en la agencia de Pancho Dotto– se sumó a una empresa de marketing vinculada a deportes, como el polo y el golf. Fabricio, por su parte, ya se había recibido de abogado. Como novios, fueron y vinieron, viajaron, probaron vivir en México, regresaron a la Argentina y, cinco años atrás, tuvieron a su primera hija: Isabella. Después, se sumó Luca.
El año pasado, durante un viaje de diez días a Cancún con un grupo de amigos, Fabricio le propuso casamiento. “Fue completamente inesperado para mí y, a la vez, muy planeado por él… con la complicidad de las cinco familias amigas con las cuales viajábamos”, recuerda divertida ella. “‘¿Qué tal si te ponés algo blanco hoy?’, sugirió él. Y esa noche, Fabricio y sus amigos –todos vestidos con camisas hawaianas iguales– coparon el escenario del hotel para hacer karaoke y, después de cantar a capella ‘A las nueve’, una canción del grupo uruguayo No Te Va Gustar, una de nuestras bandas favoritas, Fabricio bajó del escenario y me dio el anillo. Hacía ya nueve años que vivíamos juntos; para mí, él ya era mi marido. Cuando hablábamos de casamiento, medio en broma, medio en serio, yo le sugería caballos blancos y miles de cosas delirantes. ¡Nunca me había considerado a mí misma como una romántica! Se ve que ese lado mío lo tenía guardado”, admite.
Aún no sabe con certeza cuándo tendrán su luna de miel. Calculan que tal vez sea en diciembre o en enero próximos. Lo que sí tienen claro Yésica y Fabricio es que será en Brasil que con ellos también irán Isa y Luca, sus dos hijos.
Fotos: gentileza Mariano y Mateo Michkin (@marianomichkin)
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