Dueña de una marca de ropa infantil, nos recibe en su casa de Palermo y habla de la relación con su padre, de su maternidad y de sus proyectos para este nuevo año
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Una pared nude con un elefante celeste que anda en patineta, un gato amarillo de patas infinitas, un mono rosado que baila el hula-hula. Un cuadro de Milo Lockett que le regaló su papá, el reconocido diseñador Benito Fernández (63), y otro cuadro de Boca Juniors, el club del que es fanático su marido, el empresario Gonzalo Zimmermann (35). Una cuna con un cover con mucho verde y una biblioteca con muñecos hechos al crochet que tejió con esmero su mamá, la maquilladora y productora Victoria Durand Cordero (63). La diseñadora de indumentaria Marina Fernández Durand (31) llevaba pocos meses de embarazo cuando empezó a armar la habitación de su bebé. “La pensé versátil y unisex. La imaginación de los chicos no tiene prejuicios: a ellos les puede gustar un gato estampado tanto rosa como celeste, tal como nos decía Ágatha [Ruiz de la Prada, la diseñadora española con quien Marina se perfeccionó en España hace diez años]”, le cuenta a ¡HOLA! Argentina mientras Fermín, su hijo de un año y cuatro meses, le pide upa con insistencia. “Me advirtieron que ser mamá me iba a cambiar la vida, pero no me imaginaba cuánto”, comenta.
–¿En qué te cambió?
–¡En principio, el sueño! [Se ríe]. Yo estaba muy convencida de que iba a poder trabajar con el mismo ritmo de antes, pero no fue tan sencillo. Somos pocos en mi familia y todos me ayudaron. No sé qué hubiera hecho sin ellos. Con mi mamá, siempre tuvimos una relación excelente, pero cuando nació Fermín, el vínculo mutó y hoy es increíble.
–¿Y cómo es Benito con su nieto?
–Es lo más. Fermín se llama así porque papá hizo mucho lobby. [Se ríe]. A nosotros nos gustaba mucho Félix, pero él estaba casi obsesionado con Fermín. Un día, apareció con unas entradas para un partido de Boca para Gonzalo, y mi marido terminó cediendo. Es un abuelo superpresente. Es conmovedor verlo tirarse al piso con sus casi dos metros de altura para jugar con él. Lo primero que hace cada día es escribirme o llamarme: me pide fotos o videítos.
–La maternidad ha cambiado muchísimo en este último tiempo. ¿Te sumaste a las nuevas tendencias?
–Soy la única de mis amigas que es madre, así que todo fue nuevo. Si bien dicen que está bueno quedarse un tiempo sola con el recién nacido, no bien salí del sanatorio llamé a mis amigas para que vinieran a casa. Hice colecho desde el principio… y todavía continúo. Intenté una transición, pero admito que tengo retrocesos. ¡Fermín nunca usó su cuna! [Se ríe]. Con la exposición a las pantallas, venimos bien. Si bien Gonzalo tiene locales de accesorios de celulares, cuando estamos juntos los evitamos y prendemos la televisión solo lo necesario. La maternidad apenas redujo mi trastorno por el orden… un poquito. Tengo una obsesión.
–¡Pero si hasta Marie Kondo revisó sus mandamientos!
–¡Sí! Pero soy muy ordenada y sé que es un problema. [Se ríe]. Ahora empecé a soltar un poco, porque si no era demasiado difícil: mamá viene a casa, saca los juguetes para jugar con Fermín y yo estoy atrás, ordenándolos. ¡Un horror!
–Fermín debe ser fuente de inspiración para tus diseños...
–Nunca pensé que iba a conectar con el mundo de la indumentaria infantil. Había estado trabajando con papá, que es mi gran ídolo, pero empecé a querer algo mío. Un día, mirando una ilustración que yo había hecho, él me comentó “Tus dibujos son un poco infantiles”. No fue despectivo… fue como si yo le dijera a él “Sos un poquito colorido”. [Se ríe]. Y me mandé con lo infantil. Mi proyecto fue creciendo casi simultáneamente con mi maternidad. Cuando me enteré de que estaba embarazada, busqué ropa unisex para mi bebé. Mi marca, Mini por Marina –que hoy es indumentaria, pero en el futuro pueden ser muebles o zapatillas–, resume mi visión. Tiene personajes que cuentan historias y el hilo conductor es la libertad. Hablamos mucho sobre eso con Gonzalo cuando pensamos en Fermín: deseamos que, cuando sea grande, elija sin imposiciones lo que él quiera estudiar, el trabajo que desee o la pareja. Pienso, por ejemplo, en la historia de papá. Él venía de una familia muy estructurada… Cuando mi hermano Lucas y yo nos enteramos de que a él le gustaba una persona de su mismo sexo, él ya estaba en pareja. ¿Por qué se lo había guardado tanto tiempo pudiendo ser libre? ¡Él es mi papá, nunca me trató diferente, su sexualidad no me ha modificado en nada y yo he tenido la mejor relación con todas sus parejas! No lo dijo antes porque pensó que, como hijos, nos afectaría esa información. Comprendo situaciones como esa ahora que soy mamá.
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