Tuvo su primer gran papel de la mano de Pepito Cibrián. En pareja y feliz con su presente, su futuro está lleno de promesas
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A los 7 años jugaba a ser uno más en la banda de su papá, CAE (Carlos Alberto Elías), y a los 8 flasheó con Kiss en el estadio de River Plate. “Ya nada fue igual”, dirá él. Franco Elías (27) –Fran para su familia y sus amigos– toca la guitarra y canta desde chico y, aunque al principio lo hacía sólo por diversión, en la adolescencia se dio cuenta de que la música lo hacía feliz y decidió que iba a ser artista. Talentoso y seguro de sí mismo, cuando descubrió su vocación empezó a estudiar teatro, música, danza clásica y jazz y, finalmente, este año le llegó su gran oportunidad con El jorobado de París, el musical de la factoría Cibrián-Mahler que se estrenó en el Luna Park y que después giró por todo el país. De novio con Melanie Cocco Morán, tuvo su propia banda, Auge, se sube al escenario a tocar con su papá cada vez que puede y sueña con una carrera solista que lo consagre en el firmamento de las grandes estrellas de la música. De todo eso y más habló con ¡HOLA! Argentina.
–Cuando la música se convirtió en algo serio para vos, ¿tu papá te dio consejos?
–Él siempre me tiró data. Pero igual en un momento le dije: “Bueno, basta, quiero hacer la mía, dejame que me la pegue solo”. Pero mi padre fue quien me enseñó todo y me abrió la cabeza. Me fue guiando como padre, como productor, como coach musical… Eso genera muchas cosas divertidas y, a la vez, nos peleamos un montón, ¡porque somos iguales y nos sacamos chispas!
–¿Y qué dijo tu mamá cuando se dio cuenta de que pasaba a tener dos músicos en la casa?
–Mi mamá es la fan número uno tanto de mi viejo como mía. Y ella habría aceptado lo que a mí se me cruzara por la cabeza: cualquiera hubiera sido mi vocación, para mi madre iba a estar súper. Es bailarina y profesora de Educación Física, así que la parte de la expresión corporal me viene de ella. Verme desarrollar mi vínculo con mi papá arriba del escenario la hace feliz.
–¿Cómo es tener de jefe a tu papá?
–No soy de los que se dejan marcar mucho la cancha, pero sí sé cuándo bajar la cabeza. Para mí es un gran jefe, un gran líder, un ejemplazo. Aunque a veces choco con algunos mandatos, más que nada por un tema generacional, mi viejo me ha marcado de muchas formas positivas y también de otras en el sentido en que yo digo “no, esto no me gusta, no lo tomo”. Entre nosotros no está tan clara la línea padre e hijo, empleado y jefe, porque es muy difícil… creo que es lo que le pasa a cualquiera que trabaja con su padre en una pyme familiar. Pero tenemos una relación buenísima.
–¿Tus padres te vieron en El jorobado de París?
–¡Sí! Estaban enloquecidos y felices, porque estuvieron muy cerca durante todo el proceso de audiciones, que fue muy largo y exigente, y sabían bien lo que significaba para mí. Me vieron en el ensayo general, en el estreno, en la última función del Luna Park, en la primera función de la gira y en la última… Siempre presentes y acompañándome tremendamente. Hasta me di el gusto de ir con la gira a Mar del Plata, de donde es mi familia materna, y me pudo ver mi abuela.
–¿Qué significó esta obra en tu camino profesional?
–Una gran oportunidad, un golazo. No cualquiera clava seis Luna Park en su primer gran cartel, eso es algo que sólo el mundo Cibrián te puede dar. Son personas que hacen esto desde hace 45 años en los que se la pasaron lanzando artistas al mundo teatral. Estoy muy agradecido: que alguien del nivel creativo de Pepe Cibrián ponga lo ojos en vos es buenísimo. Además, la experiencia me hizo crecer como artista y como ser humano.
–¿Tu novia también es artista?
–No, mi novia estudia Medicina, nada que ver. Pero es muy fan del mundo artístico y, como su madre es productora de televisión, entiende todo. De hecho, así nos conocimos, por su madre y mi padre.
–¿Ellos fueron los celestinos?
–La mamá había intentado presentarnos varias veces, pero no se había dado, porque mi novia estaba en una relación y yo también. Y de golpe, estábamos en un show de mi papá en el Maipo, y ahí, sentada en la butaca, le dijo a la madre: “¿Quién es el guitarrista?”. “El que estoy tratando de presentarte hace años”, le dijo la mamá. Y se dio. Le pasó mi Instagram y ella me escribió. La primera vez, yo le respondí como le respondo a toda la gente que no conozco y me habla por un show. “Qué bueno, gracias por tus palabras, me alegro de que la hayas pasado lindo”. Intentó dos o tres cosas más hasta que yo me avivé. [Risas]. Nos vimos para conocernos y no nos separamos más. Hace casi tres años que estamos juntos.
–Ambas familias contentas, me imagino…
–Sí, todos felices. Además, nos divertimos mucho, porque mi viejo y su vieja se conocen desde hace años.
–¿Qué te enamoró de ella?
–Que es genial: encontré a una persona increíble con la que me siento yo. Es tremenda compañera y entiende todo, mis tiempos, mis giras… Sabemos bien cómo acompañarnos: somos dos personas completamente independientes que se juntan. Me parece muy lindo que una relación pueda ser así, que cada uno tenga sus objetivos, su cabeza puesta en un montón de cosas.
–¿Tienen planes de casamiento o de convivencia?
–Nos gusta vivir lo que pasa ahora. Pero es inevitable imaginarte el futuro con la persona con la que estás. Nuestro proyecto más inmediato es viajar, dar vueltas por el mundo, conocer todo lo que podamos. Con ella me veo haciendo todo lo que dice el librito.
–¿La pareja de tus padres es un modelo para vos?
–Y sí, tengo ese ejemplo en mi casa: mis padres están juntos desde hace treinta años. Así que, aunque no quiera, medio que tengo ese modelo en mi cabeza. Por ahora para ninguno de los dos el paso de formalizar, casarse o convivir, es necesario o urgente, nosotros vamos primero con una lista de otras setenta cosas, pero después va a pasar, seguramente va a pasar.
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