Creadora de un estilo único, Jazmín Agulla sueña con abrir una agencia de comunicación y tener su propia marca
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Ni el living, ni la cocina, ni la galería, ni el jardín. De todos los ambientes de la casa en la que vive con su familia, Jazmín Agulla (21) prefiere su dormitorio. Y, si tiene que elegir entre el dormitorio y el vestidor, se inclinará casi sin dudar por el vestidor. “Es un espacio lleno de vida y, sobre todo, lleno de lo que más me gusta: la ropa, los zapatos, los accesorios”, dirá ella con la sonrisa instalada en la cara. “Disfruto muchísimo al armar espacios que me representen. Para decorar mi dormitorio, por ejemplo, fui recolectando objetos que estaban en desuso en mi casa; y cuadros y floreros en ferias o en los mercados de pulgas a los que siempre voy cuando viajamos en familia. Al vestidor, en cambio, lo armé sin ningún criterio: arrojé ahí toda la ropa que tenía y que no sabía dónde poner y lo dejé ser. Mientras que esté la silla, que es la que va atajando, está todo bien”, admite divertida. Según Jazmín, una de los tres hijos del creativo matrimonio formado por el publicista Ramiro Agulla (60) y la decoradora Delfina Vázquez Maiztegui (59); la pareja tiene, además, a Silvestre –mellizo de Jazmín– y a Santino, (20), su vestidor es puro desorden. “Pero en ese desorden hay un orden. Encontrar una remera que no aparecía hace días mezclada entre la pila de ropa que está tirada en el piso me genera una sensación increíble: la siento como nueva, como cuando la compré. En mi vestidor, vestirme me sale mejor”. Y vestirse a Jazmín le sale increíble. Tanto que varias marcas, entre ellas Jazmín Chebar, empezaron a convocarla desde hace ya varios años para que las representara luciendo sus outfits. Desde entonces y a través de sus redes sociales, comparte las tendencias con sus miles de seguidores.
–¿Cómo nació la pasión por la moda?
–Desde que soy chica, me divierte pararme frente al ropero y ver qué me pongo. La ropa es mi programa favorito. Mamá guarda una foto mía de cuando tenía seis meses en la que estoy mirando el vestidor, como si fuera el mejor juego del mundo. Y papá siempre cuenta el berrinche que hice cuando rechacé ponerme un vestidito divino que me trajo de un viaje para que usara especialmente para mi festejo de los años. Sí, me divierte salir, pero mucho más qué prendas voy a elegir. Hay gente que sabe qué va a ponerse el día anterior, yo no: elijo según el ánimo con el cual me levanto. Si me caso, no sé qué voy a hacer: quizás dos días antes cambie de idea y quiera otro vestido [Se ríe].
–¿Sos compradora compulsiva?
–No. Diría que mi vestidor tiene hoy un 40 por ciento de ropa que era de mi mamá, un 10 por ciento de mi papá y, lo restante, son prendas que he ido recolectando en tiendas vintage o las que me dan las marcas para las cuales trabajo. Sé todo lo que tengo y, además, uso todo. A esta pollera [dice mientras exhibe la prenda que lleva puesta mientras charla con ¡HOLA! Argentina] estaba por regalarla, pero me di cuenta de que podía llevarla como vestido. La resignifiqué, lo mismo que a esta camisa [una camisa blanca que se puso de atrás para adelante y la canchereó con un prendedor]. Me gusta, además, aportar valor con ítems de diferentes décadas: me encanta explorar el estilo de cada década, entender lo cultural y lo social. Amo los 60 y los 80, pero, particularmente, los 70, con sus colores y diseños.
–Cuando anunciaste que querías dedicarte seriamente a la moda, ¿qué dijeron tus padres?
–Felices. Formo parte de una familia que no se viste según los cánones normales. [Se ríe]. Cada uno de los Agulla manifiesta, a través de la ropa, su estilo. A mamá le encanta la ropa: ir a su vestidor es como ir a un shopping. Guarda prendas –¡increíbles todas!– de cuando tenía mi edad. Vivo sacándole cosas suyas para lookearme; ella es fan de los colores. A mi papá también le fascina la ropa. Él hace lo mismo que hago yo… que es lo mismo que hacemos todos en casa. Papá puede estar horas frente al vestidor probándose un pantalón o una camisa. Divaga y disfruta haciendo combinaciones. “¿Cómo queda este verde con este azul?”, me consulta. Aprecia mi opinión de manera sincera. A veces, le he sugerido que se desprenda de algunas cosas, aunque no siempre me hace caso: tiene mucha personalidad a la hora de vestirse. A él le gusta verme crear: valora lo que hago; le parece un arte.
–Cuando te lanzaste con las redes, ¿tu papá te tiró algún tip? Si hay alguien que vio venir la hipersegmentación de los públicos, ese fue Ramiro Agulla.
–Sí, claro. Pero más allá de las redes, en casa, nuestros padres nos dieron una gran cantidad de herramientas y de consejos sin imponernos ningún mandato. Nosotros hemos absorbido todo lo que ellos nos dieron: el arte, la música, el humor, la solidaridad, la perseverancia, el no dejarse estar.... Uno de los consejos que más aprecio es que nos hayan enseñado a hacernos valer. Ahora soy freelancer: quiero tener libertad de trabajar con la marca que quiero, siendo fiel a mi estilo y comunicando de la manera más genuina. Hoy, las redes son mi currículum vitae: subo lo que me divierte. No digo que sí a cualquier cosa. En algún momento, sueño con armar mi propia agencia.
–Ya que hablaste de mandato… ¿sentiste en algún momento deseos de seguir los pasos de tu papá y ser su heredera natural en el marketing o en la comunicación política?
–Salvo por mi hermano Silvestre, que es el único de la familia que eligió un camino más tradicional y estudia Economía, todos seguimos por la misma línea: la comunicación. Ramiro y Azul [tienen 31 y 32 años respectivamente y son hijos del primer matrimonio de Ramiro Agulla y Florencia González Álzaga] se dedican al marketing y a la publicidad, en Londres, donde viven. Santino estudia Diseño de Indumentaria. A mí me encanta el diseño y dudaba si meterme en diseño de interiores, como mi mamá. En Comunicación, que es la carrera que estudio [en la Udesa], se analizan las publicidades y los discursos políticos que mi papá diseñó para tantos candidatos, desde De La Rúa hasta Manes o pasando por Duhalde y Randazzo. El slogan “Dicen que soy aburrido” o la campaña de “La llama que llama” [para Fernando de la Rúa y para la compañía Telecom, respectivamente] ya son parte del temario de las clases… ¡y es espectacular! Mi papá es genial y ocurrente; a mí, me inspira, pero no intento ser ni hacer lo mismo que él: lo que él hizo es lo que él es.
–La creatividad y la ocurrencia, estar siempre sorprendiendo con una vuelta de tuerca, ¿es algo que puede pesar?
–En casa, estamos todo el tiempo tirando ideas. Puede ser que pongamos la vara muy alta, pero lo tenemos naturalizado. Hablamos y creamos inspirándonos en lo que vemos y sentimos. Mi novio, Tadeo [Carus; tiene 24 años y es piloto de avión], dice todo el tiempo “Eso es muy Agulla”. Somos todos muy ocurrentes. Pero, como dicen mis padres, para eso hay que saber: aquello que parece espontáneo e improvisado es el resultado de la estructura que te da el conocimiento.
–¿Para tu novio fue un desafío ser parte del team Agulla?
–Al principio, todo le parecía una locura. Llevamos juntos tres años y ahora ya está más acostumbrado, pero al comienzo de la relación, se sorprendía con nuestra dinámica. Ahora, cada vez que hace algo que se sale de sus esquemas, anuncia “Voy a hacer algo a lo Agulla”. [Se ríe]. Con Tadeo somos polos opuestos, pero nos complementamos. Es muy diferente de mí: hace todo al pie de la letra, es ordenado y decidido; para él, la vida es más fácil si planifica de antemano. Su mirada me ayudó un montón: me dio un orden y una visión distinta de las cosas.
–¿Qué planes tenés para el futuro?
–Cuando tenía 6 años, soñaba con tener un kiosco: yo iba a ser la kiosquera; mi hermano Santino, mi ayudante; y Silvestre, el encargado de las finanzas. Aunque no sé qué me deparará la vida, quiero tener una marca de ropa, diseñar mis propias estampas para objetos y crear ambientes. En esos sueños, la moda está ahí bien presente.
Maquillaje y peinado: Joaquina Espínola
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