Son las hijas de Diego Balut, el menor de sus herederos, que viven en Uruguay y vinieron por unos días de visita a Buenos aires. “Me encantan las mujeres porque de chiquitas saben lo que quieren”, dice
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Después de haber sido mamá de dos varones, llegaron las nietas para colmar de felicidad el corazón de Teresa Calandra (67), que reconoce con una sonrisa que “las mujeres son mi debilidad”. Y entonces sí, fue momento de hacer “planes de chicas” y de disfrutar con ellas de las muñecas, los tacos, los disfraces, la bijou y el make up. Porque Esmeralda y Kenya adoran disfrazarse y maquillarse con la abuela, igual que hace unos años su primera nieta, Asia, que ya es adolescente. “Me encantan las mujeres porque de chiquitas son muy seguras de sí mismas y saben lo que quieren, tienen su personalidad bien marcada”, dice Teresa, con cierto aire de orgullo en la mirada.
–Tuviste dos hijos varones. ¿Cómo se siente ser abuela de mujeres?
–Tengo cinco nietos, dos varones y tres mujeres. La primera, Asia, tiene 15 años, después viene Santos, de 11, y León, de 5. Ellos tres son hijos de mi hijo mayor, Hassen. Y las dos chiquitas de Diego, Esmeralda, de 4, y Kenya, de 2. Y, aunque me resulta más fácil educar varones, las mujeres son mi debilidad.
–¿Cómo te llevás con tus nueras?
–Me siento feliz con las dos nueras que tengo y me llevo bárbaro tanto con Ciara como con Dolores. Disfruto mucho con ellas. Viajamos juntas, hacemos programas, salimos, somos confidentes, si alguna tiene una fiesta me dice: “Tere, maquillame por favor”. La verdad es que tenemos un vínculo muy bueno.
–¿Te quedás a cargo de los chicos en algún momento?
–A los chicos los cuido cuando los padres viajan y yo voy para Uruguay porque mis dos hijos viven allá. Diego y Lola en Punta del Este, donde él tiene una empresa constructora y se dedica a hacer casas de playa. Y Hassen y Ciara en Carrasco, ahí él tiene un estudio de arquitectura. Así que yo voy seguido a Uruguay por ellos y ahí sí paso mucho tiempo con mis nietos. Ahora estoy disfrutando a full acá a las dos más chiquitas porque vinieron con Dolores hacerse chequeos médicos y un montón de cosas.
–¿Sos una abuela consentidora?
–No, para nada. Soy una abuela educadora, no malcriadora. Con ninguno, y eso que los cinco, más los dos de mi marido Gonzalo, son mi debilidad. Pero no me gusta malcriarlos, no tengo paciencia para eso. Y como a veces los padres no educan demasiado, yo sí pongo límites. Pero a los chicos les gusta estar conmigo. Con los varones juego al fútbol, que por suerte todavía me dan las piernas. Con Asia salimos a hacer compras y con las chiquititas jugamos con muñecos o a la peluquería, nos maquillamos y nos ponemos tacos. O les armo un té y jugamos a las visitas.
–Si tenés que hacerles un regalo, ¿qué elegís?
–Cuando les tengo que regalar algo pienso y pienso, y siempre termino en un vestido para una fiesta o maquillaje. Sé que con el maquillaje las conquisto. [Se ríe] No soy de regalar juguetes.
–¿Qué tipos de salidas compartís con Esmeralda y Kenya?
–Me gusta llevarlas al cine y al teatro.
–¿En alguna de ellas reconocés algo tuyo?
–Sí, Esmeralda nació una semana después que yo y somos del mismo signo. Además, físicamente es muy parecida a mí cuando yo era chica. En realidad, es parecida a Diego, Diego es parecido a mí y parecido a mi padre. Mi hijo me dice: “Mamá, es igual a vos, es mini Teresita”.
–¿Qué tienen del papá?
–Esmeralda tiene mucho de Diego, sobre todo en el carácter. Incluso te diría que tiene más carácter. Y Kenya tiene la misma mirada del papá.
–¿Te acostumbraste a tenerlos lejos?
–La distancia es tremenda, pero ya me acostumbré. Diego y Lola vivieron primero en México dos años y después se fueron a vivir a Uruguay. Y el mayor se fue hace veinte… Viajo mucho, todo el tiempo, aunque el año pasado con la pandemia no los vi. Ahora recién pude sacar la doble nacionalidad por revinculación familiar y estuve allá cuatro meses. Tuve que hacer cuarentena, hisopados, todo… pero los pude ver y pasar tiempo con ellos. Iban a cumplirse dos años sin vernos. En situación normal, sin pandemia quiero decir, yo voy cinco o seis veces por año a Uruguay porque mi hijo mayor viaja mucho. Entonces me instalo en la casa de ellos y me quedo quince o veinte días con los chicos. Ellos van al colegio, hacen su vida, pero nada más que estoy yo. Es mejor porque así los chicos no tienen que cambiar sus actividades ni su ritmo.
–¿Y con las dos más chicas también te quedás?
–No, porque son muy chiquitas todavía. Sí la tuve en casa bastante tiempo a Esmeralda cuando nació porque Lola la vino a tener a Buenos Aires y cuando salió de la clínica se instaló en casa. Ella le daba el pecho y, cuando terminaba, me la traía toda envuelta y yo la dormía a upa para que la mamá pudiera ir durmiendo de a ratitos, así que fui como su nana. También le elegí el nombre porque los padres dudaban y yo dije: “Ay, póngale Esmeralda porque con un apellido tan cortito como Balut, tiene que tener un nombre largo”.
–¿Cómo fue la comunicación con Esmeralda y Kenya el año pasado que no las viste?
–Tuve que aprender a comunicarme con mis nietas a través de videollamadas, algo que resultó muy difícil porque son chiquitas. A mí me preocupaba Kenya, tenía miedo de que no me reconociera. Pensá que cuando la dejé de ver tenía un año. Y, sin embargo, cuando nos volvimos a encontrar, me gritó: “¡Teté!”. Todos mis nietos me dijeron Teté de chicos.
–¿Cómo es Kenya?
–Kenya es genial, habla muchísimo. Imita a Esmeralda en todo. La sigue y hace todo lo que hace la hermana mayor, son muy compañeras.
–¿Y cómo es Diego papá?
–No lo veo muy estricto, me parece, porque tiene locura con sus hijas. Creo que no les pone muchos límites. Ahí la que tiene más carácter para poner límites es Lola porque él está totalmente gagá con las nenas. [Se ríe]
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