La medida, que apunta a disminuir el número de miembros privilegiados en la familia real, fue muy mal recibida por el príncipe Joaquín. El hijo menor de la monarca considera que es un “maltrato”
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Los daneses son testigos de una intriga palaciega digna de Hamlet. Como en la tragedia shakespeariana escrita hace más de cuatrocientos años, ahora también hay algo que no huele bien en Dinamarca y es la polémica que se generó cuando la reina Margarita II (82) anunció que, a partir de enero de 2023, cuatro de sus ocho nietos perderán sus títulos de príncipes. Sucede que la medida no alcanza a los hijos del príncipe Federico (54), heredero del trono, con Mary Donaldson (Christian, Isabel, Vicente y Josefina), sino a los descendientes del hijo menor de la monarca, el príncipe Joaquín (53). Mientras algunos sectores del pueblo danés aplauden la medida –que apunta a disminuir el número de miembros privilegiados en la familia real–, Joaquín y su mujer, la princesa Marie, ponen el grito en el cielo. Para ellos, la decisión de despojar a Nicolás (23), Félix (20), Enrique (13) y Athena (10) de sus privilegios reales constituye una afrenta.
LOS PROTAGONISTAS DEL DRAMA REAL
Nicolás y Félix, los hijos mayores de Joaquín, son fruto del primer matrimonio del príncipe con la condesa Alexandra Manley, una unión que duró desde 1995 hasta 2004. Enrique y Athena, en tanto, son los hijos que tuvo con su segunda y actual mujer, la francesa Marie Agathe Odile Cavallier. “Estamos todos muy tristes”, admitió a la prensa Nicolás, quien contó que tanto él como sus hermanos se encuentran “en estado de shock por esta decisión y por lo rápido que se ha tomado”. La condesa Alexandra, a pesar de no ser parte de la familia real, salió también a defender a sus dos hijos: “Se sienten marginados. No pueden entender por qué les están quitando su identidad”, declaró. “No es agradable ver que tus hijos sean maltratados así”, reconoció el príncipe Joaquín. A partir del próximo primero de enero, los chicos serán condes de Monpezat, aclaró Margarita II quien, a pesar de las lágrimas de su nuera y la decepción de sus nietos, no dio marcha atrás con su decisión, aunque hizo pública su pena por la reacción familiar: “Es mi deber y mi deseo como Reina asegurar que la monarquía siga formándose de acuerdo con los tiempos. A veces requiere tomar decisiones difíciles, y siempre será difícil encontrar el momento adecuado. Llevar un título real conlleva una serie de obligaciones y deberes, que en el futuro serán responsabilidad de menos miembros de la familia real. Esta adaptación, que veo como una salvaguardia necesaria para el futuro de la monarquía, la quiero hacer en mi tiempo. Tomé mi decisión como Reina, madre y abuela, pero como madre y abuela subestimé lo afectados que se sienten mi hijo menor y su familia. Causa una gran impresión, y lo siento por eso. Que nadie dude que mis hijos, nueras y nietos son mi gran alegría y orgullo. Ahora espero que nosotros, como familia, podamos hallar la paz para encontrar nuestro camino a través de esta situación”, expresó en un mensaje oficial.
EL EXILIO Y LOS CELOS
Joaquín sabía que sus hijos dejarían de ser príncipes, sólo que no sospechó que eso sucedería tan pronto. Su madre le había anticipado que perderían los títulos cuando cumplieran los 25 y para eso aún faltaba tiempo. Algunos analistas de la monarquía danesa ven en la decisión anticipada de la Reina una forma de allanarle el camino a Federico cuando sea rey, para que no sea él quien deba quitarles los títulos a sus sobrinos. Con eso, se evitaría que la guerra interna que ya existe entre los dos hermanos salga de control y afecte la estabilidad de la Casa Real. La relación entre Federico y Joaquín es tan mala que ni siquiera se molestan en disimularla. Algunos medios europeos aseguran que también sus mujeres, Mary y Marie, se detestan. Los celos de Joaquín hacia el heredero del trono y sus enfrentamientos con Margarita por el escaso poder que le delega (el príncipe se llama a sí mismo “el segundón”) motivaron en 2019 su exilio dorado en París con la excusa de una misión oficial, y el príncipe permanece allí con su familia desde entonces, convencido de que existe una campaña en su contra y que la Corona es la causa de todos sus problemas, incluso del ACV que sufrió hace poco. Francia no sólo es la patria de la mujer de Joaquín, sino de su padre, Enrique de Laborde de Monpezat, quien también se había rebelado contra la Reina. Cansado de vivir a la sombra de Margarita, su mujer, Enrique renunció a su título de príncipe consorte, se retiró de la vida pública en 2016 (dos años antes de su muerte) y pidió que nunca lo enterraran junto a Su Majestad. Al igual que Joaquín, él también se sentía un “segundón”.
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