Se enamoró del polista Héctor Barrantes y dejó todo para construir una nueva vida junto a él en las pampas. Aun hoy, la duquesa de York señala aquel abandono materno como la raíz de los traumas que la atormentan. Quién fue y cómo vivió Susie, la dama del polo
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Durante años luchó contra el dolor, pero nunca logró arrancarlo de raíz. Para Sarah Ferguson (61), el abandono de su madre cuando era una adolescente se volvió un trauma difícil de superar. Tanto que necesitó de un paciente trabajo de introspección y mucha terapia para salir adelante. “Cuando crecí y tuve a mis hijas, cada vez que las miraba, de los 12 a los 18 años, pensaba: ‘¿Cómo pudo haberme dejado mi madre?’. Y fue así como se instaló la podredumbre de sentir que no era lo suficientemente buena. Sin embargo, creo que ellas son muy fuertes gracias a que yo pude romper el patrón”, dijo Sarah en una reciente entrevista de tapa en ¡HOLA!, y en la que la duquesa de York –ex mujer del príncipe Andrés– abrió su corazón y mostró aquella vieja herida.
La madre de Sarah, la mujer a la que nunca dejó de amar y logró perdonar después de mucho tiempo, era Susan Mary Wright, una pelirroja apasionada, descendiente de una familia de hacendados y banqueros con títulos nobiliarios. Cuando conoció en 1955 al teniente Ronald Ferguson en un baile de debutantes y se casó con él un año después, estrechó aún más los lazos que la vinculaban con la realeza. Ferguson, ascendido a comandante, jugaba al polo con el príncipe Felipe de Edimburgo (murió el 9 de abril de este año, con 99) y, gracias a esa relación, se convirtió en el manager del joven príncipe Carlos en ese deporte. Ronald y Susan tuvieron dos hijas, Jane Louisa y Sarah Margaret, y durante un largo tiempo fueron, a la vista de todos, una familia inglesa ideal. Sin embargo, Susan contaría tiempo después que era profundamente infeliz porque su marido le era infiel y que la había engañado con otras mujeres, incluso, mientras ella lloraba la pérdida de un embarazo.
Finalmente, el matrimonio se rompió: Susan se enamoró locamente de Héctor Barrantes, un polista argentino de 35 años, temperamental y seductor. Se habían conocido en 1967 durante un torneo de polo, en Sussex, y volvieron a coincidir en 1971 en otro campeonato, en Deauville, para el que los Ferguson se alojaron en el mismo hotel que Barrantes y su entonces mujer, Luisa James. El día en que Héctor y Susan se reencontraron, en 1974, él ya era viudo y ella estaba lista para dejar a su marido. Lo que no imaginó entonces fue que también debería separarse de sus hijas.
No podía traerlas con ella a la lejana Argentina y tampoco deseaba renunciar al amor. Jane y Sarah permanecieron con Ferguson en una casa de campo en Hampshire, mientras Susan iniciaba su vida en las pampas junto a Héctor, con quien se casaría al año siguiente en una ceremonia civil. Susie, como la conocían los polistas, adoptó el apellido de su segundo marido, tal vez en señal de que ella y el “Gordo” (así le decían cariñosamente por su robustez física) Barrantes realmente funcionaban como una unidad. Formaron una de las parejas favoritas del ambiente y siguieron siéndolo cuando Héctor dejó de jugar profesionalmente y se dedicó a la venta de petisos. Alternaban sus días entre un departamento en la elegante calle Posadas, en la capital, y la estancia El Pucará, un campo bonaersense de 1200 hectáreas en Salliqueló, a 550 kilómetros al oeste de la ciudad, que poseía su propia cancha de polo.
El casco de la estancia no se parecía en nada a los castillos ingleses que Susan conocía bien. Era una buena propiedad, de arquitectura simple y sin lujos, aunque cómoda y decorada con buen gusto. Tico Medina, un periodista de ¡HOLA! que la visitó, reveló que en la sala se lucían unas acuarelas pintadas por el príncipe Carlos, que él mismo le había regalado a Susan.
SUSIE DE LAS PAMPAS
Jane y Sarah se hicieron adultas lejos de su madre. Susie mantenía con ellas un vínculo telefónico y las visitaba cada tanto, especialmente cuando los torneos de polo la llevaban con Héctor a Reino Unido y le permitían no sólo reencontrarse con sus hijas, sino también con potenciales compradores de caballos y con sus amigos royals. Era común verla conversar junto a los palenques con el príncipe Carlos, la princesa Diana o la mismísima reina Isabel, de quien terminó siendo familia política cuando los hijos de ambas, Sarah y Andrés, se casaron el 23de julio de 1986. Las fotos muestran a Susan feliz, vestida de amarillo en el balcón del Palacio de Buckingham, a la derecha de los novios y a la izquierda de su ex, Ronald.
Estuvo junto a sus hijas en todo cuanto pudo, también cuando Sarah enfrentó un escándalo por su infidelidad y tuvo que separarse de Andrés, en 1992. Para entonces, Susan vivía su propio duelo porque había perdido a su gran amor. En 1990, Héctor Barrantes murió de cáncer y con él se fueron los quince años que ella siempre recordó como los más felices de su vida.
Además de sobrellevar la tristeza, Susan debió hacerse cargo de los negocios. Él había proyectado un emprendimiento de cría y exportación de caballos para el que pidió un crédito millonario con la estancia El Pucará como garantía. Héctor murió antes de que el negocio pudiera dar ganancias y a Susan se le hizo imposible enfrentar las deudas. El banco le reclamaba las tierras, incluso las del campo de polo donde estaba enterrado Barrantes. Para pagar, le vendió 900 hectáreas al patrón de polo australiano Kerry Packer y conservó el resto. “No me iré de aquí hasta después de muerta y, aun así, dejaré escrito que me dejen donde está Héctor, el amor más grande de mi vida”, le dijo Susan a ¡HOLA!
En busca de nuevos ingresos, Susie creó una productora de documentales llamada SB, sus iniciales, con la que realizó videos sobre el mundo del polo. No era un gran negocio, pero ayudaba a pagar sus cuentas. También editó un libro titulado Polo, ilustrado con fotos espectaculares de jinetes y caballos en movimiento, que fue presentado en Buenos Aires y en Londres, con el prólogo firmado por un autor de lujo, Carlos de Gales: “Lo menos que puedo hacer es escribir este prólogo para el libro de Susie como un tributo personal a Héctor”, escribió el príncipe. Susan ya pensaba en nuevos proyectos cuando murió de forma trágica. La noche del 19 de septiembre de 1998, volvía a El Pucará después de visitar a la administradora de su campo junto a su sobrino Rafael Barrantes, y chocó de frente con una camioneta en la ruta 23, en la localidad de Tres Lomas. Su sobrino sobrevivió, pero ella fue decapitada por las chapas de su Rover 420 color verde, que quedó irreconocible por el impacto. La muerte de Susie, la mujer que a los 61 años tenía un espíritu joven y podía alternar entre reyes y peones, lucir alta costura o montar a caballo con bombachas y alpargatas, conmovió a quienes la conocían a ambos lados del Atlántico. El vocero de la Corona comunicó la “tristeza” que embargaba a la pareja real, Isabel y Felipe. Y lo mismo hizo el presidente argentino, Carlos Menem, que envió flores.
La noticia sorprendió a Sarah en Italia y a Jane en Australia. Las dos volaron a Argentina de inmediato para hacerse cargo de los preparativos del entierro de su madre y asegurarse de que se cumpliera su última voluntad: ser enterrada junto a Héctor, en El Pucará. Y así se hizo. Al costado del campo de polo hay dos tumbas tan juntas que parecen una sola, con cruces rústicas y una placa de madera grabada que dice en inglés: “Héctor y Susie Barrantes, juntos en paz”.
Texto: María José Grillo
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