Instalado en Estados Unidos desde hace un año y nueve meses, abrió su primera galería de arte en Little River
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Hizo un vuelo rasante por Administración de Empresas, pero terminó graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Di Tella e hizo un intercambio de un año en la Universidad Bocconi, en Milán. “No fue impuesto, ni seguí esa carrera por un mandato familiar, pero mi padre fue una inspiración… Mi verdadera vocación era el arte. Vivir un tiempo en Milán me voló la cabeza y eso llegó gracias a la carrera que había elegido. Estar en Miami, donde vivo ahora, se fue dando de manera orgánica y muy natural”, asegura Tomás Redrado (26), el hijo mayor de Martín Redrado e Ivana Pagés (también tienen a Martina, de 20 años). Desde septiembre de 2020, la vida de Tomy transcurre en Miami, ciudad que eligió para abrir su primera galería de arte, Tomás Redrado Art. Y asegura que no será la única.
–¿Cuándo y cómo decidiste instalarte en Miami?
–Estando en Milán, en 2019, supe que no me quería dedicar a algo que tuviera que ver con la diplomacia, con Cancillería. “Quiero dedicarme al arte, al diseño”, me dije. Una vez en Buenos Aires, llegó la pandemia y ese fue el segundo disparador. ¿Qué hago con mi vida ahora? Entonces empecé a pensar en venirme a Miami no bien se pudiera. Mientras tanto comencé a hablar con curadores e historiadores amigos y gente del arte. Con el apoyo de mis padres, compré una cantidad de obras importantes de artistas que encajaban en el proyecto que yo estaba ideando en Buenos Aires, pero para materializar acá. En septiembre de 2020 pude viajar. Al principio, monté un showroom en el departamento de papá y este año abrí mi propia galería.
–¿La ida fue tan “romántica” como la contás o también estaba llena de miedos y dudas?
–Siempre fui un tipo decidido y de extrañar muy poco. Siguiendo mi voz interior, sabía que lo que estaba haciendo era determinante para mí y me entregué. Me vine a Miami sabiendo que la iba a pegar. Y no lo digo de soberbio, sabía que tenía artistas excelentes.
–¿Quiénes son?
–La primera artista que fui a ver para contarle mi proyecto fue, nada más ni nada menos, que Marta Minujín. ¡Imaginate! Ella me alentó: “Vas muy bien encaminado”. Entonces adquirí obras de ellas para traerme. Acá ninguna galería tenía cosas de Marta. Y después, también tuve a Eduardo Hoffmann y a Mariana Ferrari.
–¿De dónde viene tu mirada de galerista?
–Siento que es algo natural en mí. Tuve la suerte de viajar desde muy chico e ir a los museos más importantes del mundo, creo que todo eso te va abriendo la cabeza. Hice algunos cursos de historia del arte y en un futuro mi idea es hacer la carrera de curaduría. Mi parte creativa tiene mucho que ver con la crianza que nos dio mi madre. Hay muchos Pagés con enorme creatividad en sus vidas.
–¿Cómo es tu vida en Miami?
–Acá tengo cuatro muy buenos amigos, esos de fierro, con los que podés contar siempre. De hecho, ellos van a la boda de mi viejo en Italia. Trabajo de lunes a sábados en la galería hasta las 6 de la tarde y voy al gimnasio todos los días. El tema es que como afuera de casa siempre y los resultados del gimnasio no son los que me gustaría. [Se ríe]. También aprovecho para conocer el mundo del arte en Miami, que está cada día más fuerte.
–¿Qué consejo te dio tu padre cuando decidiste instalarte allá?
–Básicamente, que sea responsable y que el cumplimiento de mi palabra sea mi mejor garantía. Sé que tengo un apellido conocido y es una presión que hay que saber manejar y yo siento que lo llevo muy bien. Mi apellido también me da luz verde para acceder a artistas o personas que de otra manera no podría. Somos muy distintos con mi padre…
–Por lo pronto pareciera que sos menos enamoradizo que él.
–[Se ríe ]. ¡Definitivamente!
–¿Estás de novio?
–No, no, no. Miami es una ciudad poligámica y voy de la mano de esa corriente. Yo juego con esas reglas.
–¿Cómo te estás preparando para el casamiento de tu papá con Lulú Sanguinetti?
–¡Feliz, feliz! Estoy chocho porque por primera vez, lo veo y lo escucho contento. El tipo está tranquilo, entero. Lo que me hace más feliz es que a su edad –más allá de su éxito profesional– esté disfrutando de su vida personal. Su novia es divina. Estoy muy contento que esté en sus manos. Lulu es una mujer de hogar, tiene dos hijos, sabe cuidar… Su bajísimo perfil también es bueno para marcar la diferencia con otras parejas que tuvo mi padre.
–¿Vos tenías relación con Luciana Salazar?
–Tuvimos nuestras idas y vueltas, pero ahora me llevo bien. En mi vida adulta decidí cortar con todos los enredos propios y ajenos. El año pasado, nos cruzamos acá, tenemos un amigo en común que nos revinculó y está todo bien con ella.
–¿Hace mucho que no venís a Buenos Aires?
–Un año y medio. Pero la semana que viene estoy por allá. Después toda la banda parte para Lago di Como. ¡Qué divertido! Una vuelta teñida de clima festivo y familiar.
–¿Cuál es tu mayor sueño?
–Tener una galería en cada continente. Mi próximo sueño es abrir una en Berlín. Eso lo proyecto de acá a dos años. Y después Hong Kong. Quiero ser un ciudadano del mundo.
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