A punto de cumplir 40 años, la actriz y productora cuenta que encontró el equilibrio justo entre su apasionado activismo y su carrera actoral
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Después de veintitrés años de carrera y un largo camino recorrido, Liz Solari reconoce estar atravesando una etapa de mayor madurez. A punto de cumplir los 40 –el 18 de junio– y, lejos de asustarse porque el tiempo pasa, dice disfrutar de su momento más pleno. “Estoy en una etapa de equilibrio y siento que tengo una claridad hermosa para elegir la vida que quiero vivir”, dice la actriz, quien en este nuevo plan personal dio vuelta la página y se fue a vivir a Córdoba con sus dos perras rescatadas, Ita y Frida. Ferviente defensora de los derechos de los animales y del medioambiente, Liz parece haber logrado el perfecto balance entre su apasionado activismo y su carrera actoral. Así como por estos días se encuentra en Madrid produciendo un nuevo documental, antes viajó a Montevideo para grabar la nueva serie de Amazon Prime Video, Barrabrava, que se estrena el 23 de junio y que coprotagoniza con Gustavo Garzón y Gastón Pauls (con quien tiene una larga amistad y se la vinculó como pareja, aunque ellos nunca lo confirmaron). “La propuesta me encantó desde el principio”, cuenta Liz y, antes de seguir, aclara que prefiere mantener en reserva su vida privada.
–La historia de Barrabrava transcurre en el mundo del fútbol y vos venís de una familia de futbolistas. ¿Ese fue algo que te atrajo del proyecto?
–En parte sí. Nací en ese universo, los Solari son sinónimo de fútbol. Mi papá Eduardo es director técnico y tres de mis cuatro hermanos fueron futbolistas; incluso mi papá con mi tío Jorge fundaron el club Renato Cesarini en Rosario. Así que me crie entre entrenamientos, partidos y mudanzas y esa vida del personaje de ficción tan similar a la mía real fue la que me impulsó a sumarme al proyecto. Yo interpreto a Celeste, la mujer de un futbolista [a quien da vida Juan Ignacio Came] que es convocado a jugar nuevamente en Buenos Aires tras vivir años en el exterior.
–¿Sentiste nostalgia al sumergirte en ese universo?
–Puede ser… El tema me conectó con algo placentero porque para mí esos años de tanto fútbol fueron una etapa maravillosa de mi vida. El guion también me provocó mucha curiosidad porque por primera vez en mi carrera tuve la posibilidad como actriz de compartir esta mirada sobre lo que les pasa a las mujeres del fútbol, que dejan sus cosas de lado para acompañar los sueños de sus maridos. Fue algo que vi no sólo que le pasó a mi mamá, sino también a las amigas de ella.
–A la par de tu carrera artística, seguís potenciando tu vocación ambientalista…
–Sí, hace quince años que me dedico también al activismo por los derechos de los animales y de la Tierra. Es como una pulsión que constantemente me lleva a trabajar en esa área de servicio. Creo que todo lo que tenga que ver con defender la naturaleza se volvió un pilar muy fuerte en mí, ya es parte de mi esencia. Por eso era inevitable que tarde o temprano fusionara mis dos vocaciones.
–¿Cómo es eso?
–Después de trabajar más de veinte años como actriz vi la posibilidad de unificar todos mis conocimientos audiovisuales con mi faceta de activista. Así empecé de a poco a producir documentales y películas animadas que generaran impacto, conciencia sobre la protección del reino animal y de la Tierra, que en definitiva también es la protección de la raza humana. El año pasado estrené el documental Slay, que habla sobre el uso de pieles de animales en la industria fashion. Por suerte hoy hay una tendencia muy grande para dejar de usarlas y apostar a otros materiales basados en plantas, frutas, sintéticos.
–¿Creés que podés cambiar el mundo?
–Yo creo que modificando nuestro mundo interior podemos lograr grandes cambios en nuestro entorno. Primero tenemos que corregir ciertas conductas propias y redefinir cómo pensamos, qué decimos y cómo actuamos. Me gusta la idea de creer que todos podemos ser hacedores de cosas buenas, porque el mundo necesita de cosas buenas.
–¿Cómo nació la idea de irte a vivir a Córdoba?
–Si bien la idea de instalarme allá respondía a un llamado que tenía desde hace años, fue en la pandemia cuando me surgió de verdad la necesidad de salir de la urbe para estar más en contacto con la tierra. Cuando llegué me encontré con un lugar muy parecido a lo que había soñado y visionado. Hoy Córdoba es mi retiro y ahí tengo mi templo. Estoy en una reserva ecológica, miro las sierras, cuido mi huerta y tengo a mis perras, Ita y Frida, dos rescatadas.
–¿Te costó adaptarte?
–[Piensa]. No, porque tampoco es que estoy tan desconectada. Ahí también tengo familia y estoy a veinte minutos del aeropuerto, simplemente cambié mi forma de vivir. Hoy siento que estoy en una etapa maravillosa, de mucha paz porque también he estado co creando conscientemente esa paz. Voy a cumplir cuarenta años y tengo una vida hermosa en la que sigo generando nuevos desafíos en el plano laboral, espiritual y personal.
–¿Cómo te llevás con la soledad?
–Estoy muy amigada con la soledad, la vivo como parte de estar presente y ser feliz conmigo y con lo que he elegido. Entiendo que la soledad a veces se vuelve desbordante porque muchos la viven con miedo. Yo la transito como algo positivo a pesar de su connotación negativa. Y eso responde a una construcción colectiva: todos le tenemos miedo a la soledad. Cuando le conté a mi familia que me iba a instalar en Córdoba en - seguida se preocuparon por cómo me iba a sentir viviendo allá con mis perras. Y la realidad es que no me siento sola. Cuando estás bien con tu presencia, estás bien donde sea que estés.
Agradecimientos: Riki Vallés (maquillaje), Cristina Cagnina (Peinado) y Be Jardín Escondido by Coppola
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