En pareja desde hace veintiséis años con el actor Federico Olivera y madre de dos adolescentes, la actriz y cantante reflexiona sobre la crisis de la edad y los vínculos
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Actriz todoterreno, de esas que transitan la comedia con la misma ductilidad que el drama. Cantante y compositora, tiene cuatro discos con temas de tango y folklore. Dueña de una mirada intimidante, Soledad Villamil (52) se suelta a la hora de conversar con ¡HOLA! Argentina. Está en pareja con el actor Federico Olivera (53) desde hace veintiséis años y, aunque ambos siempre estuvieron expuestos por sus profesiones, supieron mantener el bajo perfil y se convirtieron en una de las parejas más estables del medio artístico local. En una ceremonia íntima, acompañados por sus hijas Violeta (20) y Clara (17) y los más cercanos, se casaron en 2021.
−¿Cuál es la receta de un amor tan duradero?
−No hay recetas. Creo que hay algo de destino, de cómo se van dando las cosas y cómo te encontrás con esa persona con la que podés construir un camino. Lo más importante es que siempre tratamos de estar bien cada uno consigo, respetarnos, hacernos cargo de nuestros propios rollos y no depositarle al otro toda la felicidad ni toda la frustración de uno. Cada uno se hace cargo de lo que le pasa. No sostener porque sí, no aguantar preguntas, no esconder debajo de la alfombra; que haya espacio para decir lo que te pasa. Creo que hay que hacer eso con todos los vínculos porque si no se habla o se esconde, se acumula y en un momento explota. Fede y yo teníamos la misma forma de pensar antes de conocernos.
−Mucha madurez emocional gracias a…
−¡Al psicoanálisis! También mi profesión me permitió entender y entenderme. Tiene que ver con crear personajes, eso te ayuda a tener una mirada comprensiva frente a cualquier manifestación humana con sus miserias, inseguridades, angustias…
−En junio cumplís 53 años. ¿Tuviste crisis emocionales con los cambios de décadas?
−No me pasó a los 30 ni a los 40, pero cuando me acerqué a los 50 sentí que tenía que pararme y pensar hacia dónde iba mi vida, tener más conciencia de que esto en algún momento se termina y sentir la angustia que puede venir con eso. La vida misma, ¿no? Uno ya no tiene la sensación que tenía a los 30 de que la vida es para siempre. Vivís un gran cambio porque te das cuenta de que todos son más jóvenes que vos. [Se ríe]. Ahora yo estoy ubicada entre las personas con más experiencia, que por un lado está buenísimo, pero en nuestra sociedad occidental no está tan bien visto.
−¿Y esa experiencia ayuda para ser mamá? ¿Es difícil ser madre de dos hijas adolescentes?
−No siento que se haya puesto más complicado con los años. Son dos seres que se están despegando y están vinculándose con el mundo. Si hay algún encontronazo, está bien. Es lo que tiene que pasar, no me gustaría tener hijas modositas; está bien que cuestionen.
−¿Cómo manejás la exposición o el tiempo que pasan tus hijas con las redes sociales?
−Es un trabajo diario, con uno y con las chicas. Cuando eran chicas nos ocupamos bastante de que tuvieran otros espacios, sobre todo durante la infancia y la primera adolescencia. Es fundamental sembrar eso en la primera infancia, experimentar el mundo real hace mucho para el desarrollo anímico, para la personalidad. No me copa la teoría de demonizar la tecnología, tiene sus aportes y desafíos.
−¿Ellas tienen ganas de seguir el camino de la actuación o la música?
−Violeta estudia Letras y Clara está en el último año del secundario. Si bien ambas son tremendamente musicales, la más chica tiene una gran vocación musical, quizás vaya hacia ahí.
−Diego, el hermano de Federico, y su mujer Mónica Ayos, hace muchos años que viven en México y les va muy bien. ¿Federico y vos pensaron alguna vez en irse a vivir a otro país?
−La verdad que no. Irse no es para todo el mundo y también tiene que ver con cómo maneja cada uno el desapego. A principios de los 2000 tuvimos una propuesta para irnos a vivir a España. Violeta era muy chiquita en ese momento y nos planteamos cómo sería criarla lejos de sus abuelos y nos dimos cuenta de que no queríamos eso. Hace dos años estuvimos ocho meses en Madrid trabajando con la posibilidad de ir y venir. Es hermoso poder hacer esas experiencias, pero sabiendo que volvemos. Nos gusta mucho vivir acá. Yo me siento muy argentina.
VOLVER A LAS RAÍCES
−La obra Para mí, para vos te llevó a regresar a los escenarios porteños tras diecisiete años de ausencia. ¿Por qué elegiste esta pieza para volver?
−Primero por el libro, la obra ganó un premio Tony y es una comedia muy inteligente. Después la adaptación y dirección de Héctor Díaz. Y también mis compañeros, que son todos excelentes. Mi personaje en Broadway, donde fue un éxito, lo hizo Sigourney Weaver.
−Tu personaje es una diva madura que ya no está en la cresta de la ola y se siente “incómoda” al volver a conectar con sus raíces. ¿Te pasó alguna vez de creértela?
−Siempre me pareció interesante y es un desafío personal discriminar lo que tiene que ver con mi trabajo y con el resto de mi vida. Una trabaja de una cosa, pero además soy madre, amiga, mujer...
−Durante muchos años te dedicaste a la música, sacaste cuatro discos. ¿Qué diferencia hay entre subir al escenario a cantar y actuar?
−Hay muchas cosas en común, como el vivo, el estar en contacto directo con el público, pero para mí la diferencia más grande es el estar compartiendo el escenario con compañeros y compañeras actores, salir a jugar un juego que tiene varios participantes. Si bien cuando cantás está la banda, el foco está más en una.
−¿Y no hacías teatro porque le ponías atención plena a la música?
−Algo así. Una vez que arranqué con la etapa musical, consciente e inconscientemente quise darle mucha profundidad a ese proyecto. Poder darle consistencia, que no fuera un “toco y me voy”, poder profundizar en esa búsqueda... Le quería dar prioridad. Para mí la música es un proyecto muy personal. Ahora que lo transité con profundidad, tengo más espacio para ir y venir. Le pongo atención plena a lo que hago, no soy multitasking, me gusta tener la cabeza libre para enfocarme en lo que estoy haciendo.
−¿Te da nervios cuando tu familia te va a ver?
−¡Mucho! Son todos muy críticos y analíticos. El que nos escucha de afuera dice: “¡Qué intensos que son en esta casa!” [Se ríe]. Tanto Fede como las chicas saben y tienen buen ojo. Les interesa mucho y está buenísimo intercambiar opiniones con ellas sobre lo que hacemos. Ya están grandes, son pares, tienen mucho criterio y aportan muchísimo.
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